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Felix Arellano
No podemos decir que la integración es un proceso inexorable de la historia, pero si es cierto que el diálogo y la cooperación son las herramientas fundamentales para enfrentar los graves desafíos del mundo global
Con la salida del Reino Unido (RU) de la Unión Europea (Brexit), se fortalece una tendencia de fragmentación y desintegración que se desarrolla en el mundo, como una reacción irreflexiva de algunos países frente a los retos que plantea la globalización. Tendencia que puede tener al menos dos lecturas. Por una parte, la sociedad que se pretende cerrar en un “oasis de paz y prosperidad” ante el mundo que la acecha (el sueño inglés); por otra, el gobierno autoritario que no quiere límites ni controles ante sus arbitrariedades (caso del proceso bolivariano), pero ambas coinciden en sus consecuencias negativas en términos de bienestar, convivencia y paz.
El caso bolivariano pudiera ser el paladín de la fragmentación y desintegración. En su permanente falso discurso, pregonó elocuentemente sobre la integración, utilizando la retórica bolivariana de la “gran América”; pero, con el tiempo, ha quedado claro que buscaba aliados ideológicos. Se sumó al discurso satanizador de la integración económica, en especial contra las zonas de libre de comercio, acusándole, irracionalmente, de ser culpable de los graves problemas sociales. Resaltó las debilidades de la integración, como la deficiente participación social, pero menospreció sus bondades, entre otros, en la generación de empleos, diversificación de los procesos productivos y mercados, incorporación de mayor valor agregado, atracción de inversiones y promoción del bienestar social.
Bajo el equivocado discurso cuestionador del comercio, se justificó el retiro de la Comunidad Andina, pero en el fondo se rechazaba las limitaciones que ese modelo imponía a los gobiernos; en particular, la posibilidad que los particulares pudieran demandar a sus gobiernos ante el Tribunal Andino de Justicia. Cualquier límite a la soberanía absoluta resultaba peligroso a los fines del proyecto autoritario, de allí el ataque a los avances en materia de derechos humanos en el hemisferio y la denuncia del Tratado Interamericano de los Derechos Humanos. Siguiendo el anacrónico discurso contra el mercado, también se denunció el Acuerdo de Libre Comercio del Grupo de los Tres (con México y Colombia).
Para promover la fragmentación con fines ideológicos se promovió la ALBA. Abundante retórica, pero muy dependiente de la chequera petrolera que se está agotando. Entre sus contradicciones destaca el discurso contra el libre comercio, y su aplicación en la práctica bajo el falso nombre del “comercio de los pueblos”, pero con serias debilidades operativas y jurídicas. Luego, la personalista decisión de incorporarse como miembro pleno del Mercosur, un esquema liberal del mercado, que vivía una coyuntura de gobiernos radicales, pero los tiempos han cambiado y ahora los socios aspiran retomar las bases fundacionales y avanzar en los compromisos comerciales, incluso abrirse a otros mercados como el Acuerdo del Pacifico y la Unión Europea.
En el caso del RU un 51,9%voto a favor del retiro de la UE, aspirando mayor autonomía, pero fundamentalmente rechazando las cuotas de migrantes aprobadas comunitariamente. Ahora bien, recordemos su tendencia euroescéptica, pues se incorporaron tardíamente al proceso en 1973, ya lo habían sometido a un referéndum en 1979 y no se integraron a la unión monetaria del euro.
Los votantes quieren aislarse en su prosperidad, pero las consecuencias pueden resultar paradójicas, pues se incrementan los sentimientos separatistas nacionalistas en Escocia, Irlanda e incluso Gibraltar; además debilitan su hegemonía económica, cae la libra esterlina y los inversionistas pudieran ubicarse a otros territorios integrados. También debilitan la capacidad de acción de la Unión Europea en el contexto mundial. La incertidumbre es el término que mejor define la actual situación en el RU.
No podemos decir que la integración es un proceso inexorable de la historia, pero si es cierto que el diálogo y la cooperación son las herramientas fundamentales para enfrentar los graves desafíos del mundo global y, la integración, genera un ambiente favorable para desarrollar tales procesos.
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