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Felix Arellano
¿Qué tenemos en la frontera con Colombia? Una larga frontera de 2.219Km con una realidad dramática, donde prevalece un conjunto de ilícitos, una diversidad de mafias, impunidad, privilegios y enormes problemas
El tema de fronteras resulta muy complejo para nuestro país, tanto por la diversidad de frentes: Colombia, Brasil, Guyana y el mosaico de islas del Caribe; como por su irregular y contradictoria administración, situación que se ha agravado en los años del proceso bolivariano que, concentrado en la estrategia de perpetuarse en el poder, ha abandonado o menospreciado los manejos técnicos de la política exterior. En este contexto, el caso de Guyana es grave por las incoherencias en el proceso de negociación pendiente y en la frontera con Colombia encontramos muchas contradicciones.
¿Qué tenemos en la frontera con Colombia? Una larga frontera de 2.219Km con una realidad dramática, donde prevalece un conjunto de ilícitos, una diversidad de mafias, impunidad, privilegios y enormes problemas. En el complejo ámbito de los problemas, entre otros, se pueden destacar: narcotráfico, lavado financiero, problemas cambiarios, comercio de extracción, refugiados, personas ilegales, irregulares armados.
También encontramos una institucionalidad menospreciada por el proceso bolivariano. Por una parte, todos los avances que se habían alcanzado como parte de los desarrollos normativos en la Comunidad Andina, por ejemplo: las Zona de Integración Fronteriza (ZIF) o las Empresas Multinacionales Andinas.
Pero también una relación comercial muy activa, particularmente entre el Táchira y el Norte del Santander, que aprovechando los avances en la liberación comercial y las normas andinas, logró estimular redes activas de pequeña y mediana industria. Todo un pujante engranaje de producción, comercio, inversión y empleo en progresiva destruición por razones ideológicas.
Parte de la institucionalidad menospreciada por el proceso bolivariano tiene que ver con las diversas comisiones binacionales, que se habían creado entre ambos gobiernos para promover el diálogo, la cooperación y la generación de confianza.
El radicalismo, con sus falsos discursos y destructivas acciones, avanzó en la denuncia del Acuerdo de Cartagena, en la parálisis de la comisiones binacionales existentes, pero también en una muy opaca relación con las FARC, lo que llevo al traste muchos años de esfuerzos para la construcción de una relación confiable y creativa entre ambos países.
Igualmente, debemos destacar que las diferencias de modelos políticos, agravados por el radicalismo bolivariano, han afectado sensiblemente la relación. El autoritarismo bolivariano ordena, no negocia. En el plano nacional despliega el control hegemónico del poder, en el plano internacional se apoyaba en el despilfarro de la chequera petrolera, que se está agotando.
En gran medida los problemas con Colombia y con otros países de la región, responden a la interpretación que sobre la soberanía sostiene el proceso bolivariano, definida de forma rígida, centralizada, vertical, autoritaria, militarista y burocrática. Con lo que busca evitar cualquier control o limitación desde el ámbito internacional.
En la visión autoritaria de la soberanía se inscribe la reciente Ley Orgánica de Fronteras de 23 artículos: aprobada en el conjunto de la Ley Habilitante y publicada G.O.Ex N.6210 del 30/12/2015. La visión centralizada y militarista de la ley se hace evidente al agrupar los 2.219 Km de frontera con Colombia en 8 zonas de seguridad.
Como parte del deficiente manejo de los temas de frontera, en el caso de Colombia, el proceso ha decidido, entre otros, evadir el problema, congelar o romper las relaciones y, finalmente decretar el estado de excepción desde agosto 2015, primero en San Antonio y Ureña, y progresivamente ha alcanzado toda la frontera. Conviene destacar que este procedimiento solo ha logrado agravar los problemas existentes y crear nuevos.
Para enfrentar efectivamente los problemas con Colombia y en general el tema de las fronteras resulta indispensable tanto un cambio de modelo, como una nueva visión sobre la soberanía que pueda ser interpretada y trabajada de forma dinámica, flexible, creativa, participativa, descentralizada, multisectorial, transparente; democrática, sustentable.
En este cambio de visión y de país se debe construir una nueva Ley de Fronteras, avanzar en el proceso de descentralización e iniciar una nueva relación con Colombia y con los países de la región fundamentada en el diálogo, la negociación y la cooperación.
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