Argentina y cómo evitar una
catástrofe financiera mundial
May 7, 2020JEFFREY
D. SACHS
NUEVA YORK – Cuando un auto
derrapa en una carretera cubierta de hielo, la consecuencia puede ser el choque
de 50 vehículos. Lo mismo ocurre en los mercados financieros internacionales:
la cesación de pagos de México en 1982 llevó al choque en cadena de docenas de
países, la devaluación tailandesa en julio de 1997 disparó la crisis financiera
asiática y la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008 inició la Gran
Recesión en el mundo.
Los financistas internacionales
debieran ser suficientemente astutos como para no desatar el colapso de 2020
por la COVID-19. Su sabiduría pronto será puesta a prueba.
Ya antes de que la COVID-19
produjera la peor caída de la economía mundial desde la Gran Depresión,
Argentina tenía problemas de deuda... otra vez. Como con tanta frecuencia ha
ocurrido en la historia plagada de incumplimientos de pago de la Argentina, un
acuerdo mal concebido con acreedores recalcitrantes en 2016, seguido por un
rápido regreso los mercados de bonos, resultó una ilusión tanto para el
entonces presidente argentino como para los acreedores del país.
Los déficit fiscales socavaron la
estabilidad, un programa rescate del Fondo Monetario Internacional en 2018 no
funcionó y las deudas de Argentina, con cupones a tasas muy elevadas,
resultaron insostenibles.
Sin embargo, Argentina
difícilmente estaba sola. Las relajadas normas crediticias de los mercados
financieros y la amplia liquidez inyectada por la Fed y otros bancos centrales
llevaron a muchos países en vías de desarrollo a endeudarse fuertemente en los
últimos años, y los problemas de deuda soberana comenzaron a ser reconocidos
cada vez más como un riesgo sistémico importante. Una sesión durante las reuniones del FMI en la primavera
de 2019 llevó el título «Cómo enfrentar la próxima oleada de crisis de deuda
soberana».
Entra en escena la COVID-19, el
colapso del precio del petróleo en marzo, el inicio de un confinamiento casi
mundial, el desplome de las recaudaciones gubernamentales y un gasto público
descomunal para garantizar la supervivencia de las poblaciones generaron una
crisis fiscal mundial sin igual en tiempos de paz. El déficit presupuestario de
EE. UU. se disparará hasta alrededor del 18 % del PIB, o más. Para
docenas de economías emergentes, el panorama financiero no podría ser más
sombrío.
Sin embargo, incluso en este
contexto, Argentina hizo una oferta realista y favorable a sus acreedores para
reestructurar su deuda. Los acreedores debieron responder positivamente. Veamos
de qué se trata.
La tasas promedio de los cupones
de la deuda argentina existente es del 7 %, aproximadamente siete puntos
porcentuales por encima del cupón cero que paga Alemania por sus bonos
gubernamentales a 30 años y casi seis puntos más que el cupón del 1,2 %
que paga el Tesoro de EE. UU. Argentina correctamente señaló que la tasa
del 7 % la llevará a una cesación de pagos. El FMI coincide en que es
insostenible mente alta. Pocos gobiernos, si alguno —ni siquiera EE. UU.—
podrían afrontar una tasa del 7 % en el actual entorno económico.
Los acreedores dicen que necesitan
un cupón del 7 % o incluso superior debido a la probabilidad de
incumplimiento, pero parecen no entender que si el cupón de argentina se reduce
a una tasa cercana a la estadounidense, la cesación de pagos no será necesaria.
La tasa astronómica del 7 % es una profecía autocumplida: lleva a que la
cesación de pagos resulte inevitable, mientras que con una tasa de interés
inferior sería innecesaria.
Argentina ofreció refinanciar la
deuda actual a tasas de interés menores y seguras, evitando así que sea necesaria
una quita al capital. (En realidad, para cumplir con la legislación argentina,
la oferta incluye una reducción pequeña y simbólica del valor nominal de la
deuda que, en mi opinión, se debiera eliminar en cualquier acuerdo final). Como
en el refinanciamiento de una hipoteca, los bonos existentes serían
reemplazados por otros que reflejan las bajas tasas actuales. Pero, en vez de
una tasa igual a la del Tesoro de EE. UU., Argentina ofrece un cupón
promedio del 2,3 %: una rentabilidad superior a la de los bonos del Tesoro
en las carteras de sus acreedores. Los detalles sobre los períodos de gracia y
los cronogramas de los pagos de los cupones se deben negociar, refinar y
completar a la luz de las desalentadoras realidades económicas en curso.
Pero los acreedores son un grupo
raro, afirman que Argentina está imponiendo una quita significativa, cuando
básicamente no la hay. El gobierno argentino está ofreciendo una rentabilidad
segura mayor que la tasa de interés libre de riesgo de EE. UU., en una oferta
cuya lógica es correcta. ¿Para qué quedarse con una tasa de interés astronómica
que produce el riesgo de incumplimiento en el cual se basa? ¿Y por qué
preferirían los acreedores que Argentina incumpla a que logre una recuperación
económica?
Los acreedores calculan el
supuesto recorte incluido en la oferta argentina con una tasa de descuento de
entre el 10 % y el 12 %, como si merecieran una rentabilidad libre de
riesgo del 10 %, cuando los bonos del Tesoro de EE. UU. pagan poco
más del 1 %. La prensa financiera les sigue diligentemente el juego,
informando que Argentina obliga a los acreedores a aceptar una profunda quita,
cuando en realidad no lo está haciendo. De hecho, Argentina está reduciendo la
tasa de un cupón con probabilidades de incumplimiento a la tasa de un cupón
libre de ese riesgo.
Iré un paso más lejos, algunos
acreedores oficiales o instituciones multilaterales amigables podrían endulzar
el trato garantizando parcial o totalmente los pagos de Argentina por los
nuevos bonos. Esa garantía sería una apuesta completamente segura: con la baja
tasa de los cupones y una nueva estructura de vencimientos, Argentina no
incumpliría sus pagos.
Los mercados financieros
mundiales suelen entrar en pánico cuando incluso un solo país, ni hablar de
varios, comienza a derrapar. Hay probablemente entre 30 y 40 países con
profundas dificultades fiscales en este momento. Todos tienen que refinanciar
sus deudas este año y el próximo, hasta que la recuperación de la pandemia
estimule la actividad económica, se recupere la recaudación de los gobiernos y
se reduzca la necesidad de gastos emergencia.
En esas situaciones, la
racionalidad colectiva en los mercados financieros necesita la guía del FMI y
el liderazgo de unos pocos grandes acreedores. De otra manera, tendrá lugar una
rebatiña entre acreedores (una variante del dilema del prisionero). Cada
acreedor dice a los demás: «Tú refinancia la deuda mientras yo cobro, gracias».
Si se los gestiona con cuidado,
los pagos por el servicio de la deuda de este año pueden, y deben,
recapitalizarse con bajas tasas de interés para evitar un choque financiero en
cadena. De lo contrario, 2020 señalará un devastador nuevo episodio de crisis
financiera mundial.
En el Pánico de 1907, fueron J.
Pierpont Morgan y su banco quienes guiaron al sistema financiero de vuelta
desde el borde del abismo. En 2020, deberá ser BlackRock, que tenía 6,5
billones de USD de activos en gestión al final del primer trimestre y es uno de
los principales acreedores de Argentina. BlackRock podría guiar a los bonistas
a refinanciar la deuda argentina con una tasa segura y hacer lo mismo con otros
prestatarios soberanos afectados por la pandemia.
Tu turno, Larry Fink, te toca
ayudar a evitar una catástrofe financiera mundial.
Traducción al español
por www.Ant-Translation.com
Writing for PS since 1995
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Jeffrey D. Sachs, Professor of Sustainable
Development and Professor of Health Policy and Management at Columbia
University, is Director of Columbia’s Center for Sustainable Development and
the UN Sustainable Development Solutions Network. He has served as Special
Adviser to three UN Secretaries-General. His books include The End of Poverty, Common Wealth, The Age of Sustainable Development, Building the
New American Economy, and most recently, A New Foreign Policy: Beyond
American Exceptionalism.
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