EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
Entender el empobrecimiento de los
venezolanos en los últimos lustros, no puede partir del discurso oficial, entre
otras razones por el grado de ideologización que ha adquirido este último, en
el sentido de ocultamiento de la realidad. Para ilustrar esto último puede
partirse de la más reciente cadena que le oímos al presidente Nicolás Maduro y
la cual se transmitió el 18 de Agosto de 2016 (ver www.vtv.gob.ve). En esta cadena nacional, donde se
activó el motor número 15 –o último- de los que puso en marcha la
administración bolivariana desde comienzos del año 2016, deben destacarse
varios elementos para ilustrar lo indicado. 1. El Presidente señaló que en la administración bolivariana se ha
dedicado un 64% de los ingresos petroleros a solucionar y atender necesidades
sociales diversas de los ciudadanos, mientras en las administraciones
anteriores se promedió un 30%. Algún día habrá que medir la eficiencia en la
administración de ese porcentaje de más
de un billón de dólares de ingresos del caso, con los resultados de pobreza
acumulados desde 1999. 2. Complementando
lo anterior pronosticó una reducción de la pobreza y de la pobreza crítica para
lo que resta de 2016, a pesar de existir un contexto de “guerra económica”.
Como se sabe, esta última no es más que una excusa permanente. 3. Señaló también el Presidente que, en
el futuro cercano, Venezuela seria reconocida como expresión de un milagro económico donde consolidaría el
estado de bienestar (¡!). Para esto ofreció y amenazó con mantener por 10, 20 o
30 años la inamovilidad laboral, y aumentar salarios para combatir la inflación
impuesta por “ellos” (debe entenderse se refería a grupos empresariales y
políticos en líneas de oposición o simpatizantes del capitalismo). 4. El Presidente -y funcionarios que lo
acompañaban- destacó como muy importante la subida de la nómina de Sidor en
número superior a 17.000 trabajadores, a pesar de tener en números reales -y
ofrecidos por los mismos funcionarios- una producción bajísima en relación a
niveles alcanzados anteriormente y de que uno de los descubrimientos del mismo Presidente para el nuevo socialismo es que hay que desarrollar la productividad.
La CEPAL, en años recientes, había señalado
una disminución de la pobreza en la región; en tiempo más cercano aun, ha
resaltado un cambio de esa evolución, destacando un resurgimiento de la
pobreza. Venezuela y los administradores bolivarianos, se ufanaban con índices
y todo, de haber disminuido la pobreza; hoy día, a pesar de sus entusiasmos y
exageraciones, ya no son tan enfáticos, aun con lo indicado en la cadena del Presidente
aludida. Nuestra idea, indicadores más, indicadores menos, es que la pobreza no
ha dejado de crecer en los últimos 30 o cuarenta años. El salario real que en
los setenta comenzó una caída, no ha
dejado de tenerla.
A comienzos de los noventa,
observamos cómo producto de políticas y acumulación de problemas se comenzaba a
desarrollar en Venezuela una especie de miseria
violenta, agresiva y que no se observaba en la previa evolución de la
nación. A algún autor pudimos leerle, su acertada y premonitoria afirmación de
que de ahí en adelante debíamos prepararnos para observar el regreso a tallas
bajas, nuevas enfermedades y el resurgimiento de viejos padecimientos.
Efectivamente, eso ha sucedido y hoy se presenta con una aguda aceleración,
pues a los deterioros en el salario real se le suma la escasez y usencia de
medicamentos. El hambre y la escasez viajan en las personas, en el Metro y
transportes y se desplazan en las calles; en su delgadez, en la permanencia de
enfermedades sin solución y atención estatal
-por el agudo también deterioro de los servicios públicos-, pero
igualmente en las deformaciones físicas y la presencia de aspectos e imágenes
desconocidas -o no tan manifiesta y agudamente presentes- en la vida urbana e
incluso rural en la Venezuela anterior a aquellos años.
El surgimiento de ciudades y el desarrollo
de las que ya existían, permitieron, con la aparición del petróleo y el impulso
de la industrialización, la promoción de la civilidad, la vida urbana, el orden
y el aprovechamiento de servicios públicos en salud y educación. Por lo menos
ya abiertamente desde los años cincuenta, la educación pasó a ser un claro
mecanismo de ascenso social y mejoramiento de las familias. Las campañas públicas
de vacunación, fumigación, construcción de carreteras –algunas iniciadas incluso
décadas atrás de los años señalados-, permitieron que una economía de poca
población y baja tasa en su crecimiento, vieran mejorar sus condiciones de
vida. Finales de los cincuenta, años sesenta y parte de los setenta, permiten
apreciar retrospectivamente una población nativa de mezcla con migraciones -sobre
todo europeas- que albergaba la idea de progreso y de posibilidades de
desempeño. La izquierda política no lo creía así. Pero eso era desarrollo. Y
hasta los menos favorecidos en la distribución del ingreso, podían albergar
posibilidades de hacer algo o de mejorar.
A todo eso se le aunaba una difusión
de valores, de orden y disciplina en la sociedad. Los elementos disonantes del
equilibrio social eran pocos –entre otras razones por eso la izquierda política
fracasó en tales años y décadas-, por y a pesar del rentismo, el cual no había entrado todavía en sus mayores
niveles de perversión. Estos comenzaron o se profundizaron con la Venezuela
Saudita y se empezó a abandonar la idea e importancia del trabajo y el progreso
y con ello -y con las terquedades y falta de previsión de administraciones de
los años ochenta y noventa-, comenzó a ampliarse la inestabilidad en los
manejos estatales, y a extenderse y a aparecer la pobreza y la miseria violenta, correspondientemente.
Visto así, los pobres de hoy se
comenzaron a impulsar en los ochenta y los noventa, debido a las ejecutorias de
políticas sin consenso, sectarias, no inclusivas y sin rostro humano, como se
señaló en varias oportunidades. Pero
lo que no se podía prever era que una administración que ya lleva más de 17
años, podía abonar el terreno y encaminar el país hacia mayor miseria,
enfermedades y pobreza. La administración bolivariana que comenzó ilusionando a
muchos con las ideas de adecentar el país, eliminar la corrupción y enrumbar
con consenso al país por el camino del desarrollo, ha terminado funcionando con
aquellos perfiles y con los de administrar una “revolución” ya vieja y
fracasada.
El escenario, aunque siempre se puede
empeorar, es ya bastante problemático. La administración bolivariana hoy día se
presenta contraria al rentismo – pues ha asumido su crítica- pero es de las que
más lo ha apuntalado y ha convertido el erario público en escenario de buscadores de renta y
corrupción. No perfila ninguna posibilidad de cambio en política económica, por
sus compromisos políticos nacionales e internacionales que, curiosamente, se
presentan como de izquierda y revolucionarios. Ha tratado de crear un hombre nuevo pero ha convertido su idea
del socialismo en la dependencia más crasa de los ingresos y apoyos estatales,
en condiciones de una promesa de bienestar que solo logran materializar los
corruptos, los articulados a los apoyos estatales o los sectores que nacieron
con altos niveles de vidas o son los mejores ubicados en la distribución del
ingreso. De resto, clases medias y sectores populares diversos, han ido siendo
afectados por la hiperinflación, la escasez y la falta de oportunidades y que
perciben que cada día las cosas no
continúan igual, sino que están peor.
Es este el escenario donde la
distribución espacial de ciudades como Caracas, ha ido perfilando, en base al
deterioro de los servicios, desorden y pérdida de valores desde la escuela y la
familia, o permite observar, la extensión de la miseria que ya han venido
destacando varias universidades o institutos nacionales como la UCV, UCAB, USB,
CENDES e IESA, en registros y estudios
diversos. En este sentido, el triángulo que sobre Caracas marcan Los valles del
Tuy; Guarenas–Guatire; Las adjuntas, zonas cercanas y los Teques, marca una
pauta de alta preocupación para el equilibrio urbano regional. Con estas
dimensiones, la pobreza no está estable, cada día crece más.
Contrario a lo que afirma el Presidente
Nicolás Maduro, no es un milagro económico lo que se encontrará en Venezuela,
es casi lo que se requerirá para que -en otras condiciones políticas y
administrativas- la nación y sus
ciudadanos vuelvan a encontrar un sendero. Consenso, unión sector público
sector privado, desarrollos de exportaciones alternativas que solo se logran en
contextos favorables con la inversión y la producción, fortalecimiento
institucional, mejores o particulares prácticas y otros elementos, son parte de
lo trajinado para estructurar políticas diferentes y más adecuadas que las que
se siguen -sin ningún éxito- aplicando en Venezuela. Tampoco será tan fácil
como creen algunos contrarios a la administración bolivariana, pero el trazo en
el que esta persiste es suficientemente equivocado, distorsionante y generador
de pobreza. Es de allí de donde sigue saliendo pobreza y miseria violenta.
@eortizramirez
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