martes, 9 de agosto de 2016

Mercosur: argumentos contradictorios

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Felix Arellano

Frente a la crisis el proceso bolivariano está reaccionando, como es usual, con soberbia e insultos, lo que debilita su posición e incrementa su aislamiento. Las divergencias se exacerban y se oyen versiones de ruptura. Esperemos que prevalezca la prudencia y la crisis contribuya a promover la necesaria reingeniería del Mercosur

La crisis del Mercosur hace evidente la expresión “las pequeñas cosas dan idea de lo grande”, pues la presidencia semestral del bloque, una institución simbólica, formal y procedimental, está desnudando la grave problemática del bloque. Un primer indicador el “problema Venezuela”, que se remonta a su ingreso irregular, que se hizo efectivo violentando normas y maltratando a Paraguay, con su arbitraria suspensión. Pero las contradicciones eran evidentes, el gobierno bolivariano y sus políticas expropiadoras y destructivas chocaban frontalmente con la normativa del Mercosur; empero, la afinidad ideológica y la fortaleza de la chequera petrolera, cautivaron a los gobiernos radicales del sur.

Venezuela entró irregularmente y por varios años su discurso antisistema y anacrónico cautivó a los miembros generando lo que se ha denominado “el Mercosur ideológico”, periodo durante el cual se han menospreciado los compromisos fundacionales comerciales y aduaneros. Ahora los países están despertando del falso sueño y empiezan a cambiar; también el proceso bolivariano y su chequera se van deteriorando.

Como parte del sainete de la presidencia encontramos argumentos contradictorios. Las posiciones del gobierno bolivariano y del Uruguay sorprenden por su debilidad jurídica y contradicción. Para ellos, la normativa del Mercosur se limita a la obligación de la rotación semestral por orden alfabético de la presidencia, y olvidan la regla de oro del bloque, la unanimidad en la toma de decisiones, uno en contra y se paraliza la decisión, en estos momentos tenemos tres en contra.

El Uruguay con un sólido prestigio en el hemisferio y en el bloque, está asumiendo una penosa posición, pues también menosprecia la “cláusula democrática del Mercosur” (el Protocolo de Ushuaia). Este sería el camino jurídico para abordar el “caso Venezuela”, pues su aplicación sometería al proceso bolivariano a observación, limitado para ejercer la presidencia. Ahora bien, sorprende el temor de los gobiernos para aplicar tal normativa frente a la grave situación de deterioro de la institucionalidad democrática y derechos humanos que vive Venezuela.

El caso de Argentina también ha preocupado, por las ambiguas posiciones, entre la aparente firmeza del Presidente Macri y la debilidad de la Canciller Malcorra, concentrada en buscar votos para su candidatura a la Secretaría General de las Naciones Unidas. Pero esta situación parece que empieza a cambiar y el gobierno argentino se ha sumado claramente al rechazo de la presidencia bolivariana.

La argumentación del gobierno brasileño también amerita reflexión. Se ha centrado en resaltar los incumplimientos de Venezuela, en particular de los compromisos asumidos en el protocolo de adhesión, lo que le desmerita para presidir el bloque. Esta tesis tiene sus contradicciones. Por una parte, los incumplimientos son otro de los graves problemas del bloque, todos tienen incumplimientos, lo que en parte tiene que ver con las complicaciones en la toma de decisiones, la ambigüedad frente a la supranacionalidad, que ha generado que muchas normas no han sido incorporadas por los países miembros. Por otra parte, debemos destacar, que muchas de las condiciones del protocolo de adhesión de Venezuela han sido desproporcionadas, asumidas de forma autoritaria y requieren de una revisión.

Frente a la crisis el proceso bolivariano está reaccionando, como es usual, con soberbia e insultos, lo que debilita su posición e incrementa su aislamiento. Las divergencias se exacerban y se oyen versiones de ruptura. Esperemos que prevalezca la prudencia y la crisis contribuya a promover la necesaria reingeniería del Mercosur, oportunidad para revisar, entre otros, los obstáculos al programa de liberación, sincerar la unión aduanera, perfeccionar el sistema de toma de decisiones, conformar mecanismos de protección temporal, avanzar en el mercado común y revisar las condiciones de adhesión de Venezuela como miembro pleno.

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