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Felix Arellano
En otro orden de ideas, también preocupa que las FARC no evidencien haber comprendido sus colosales errores, ni superado su anacrónico y falso discurso. Esperemos que el pueblo colombiano, que conoce muy bien lo duro que es prosperar, no se deje engañar con los cantos de sirena que prometen la riqueza fácil
Es muy factible que el próximo 02 de octubre gane el SI en el plebiscito que consulta al pueblo colombiano sobre el acuerdo de paz con las FARC-EP, el bajo nivel del umbral establecido, el 13% del padrón electoral, es una garantía de confianza para el gobierno. Y todos compartimos que, luego de más de cincuenta años de guerra, con unos costos humanos impactantes, la paz es necesaria. Además, la paz en Colombia beneficia a toda la región; empero, existe legítima preocupación sobre las perspectivas de las paz, tanto para Colombia, como para sus vecinos. Varias de las dudas que han presentado los críticos no han sido atendidas y el gobierno moviliza su maquinaria con aires triunfalistas y con la rigidez que le caracteriza.
La paz es necesaria y la negociación ha sido compleja, técnicamente detallada y exhaustiva, un gran esfuerzo; empero, desde sus inicios ha presentado debilidades, que fueron alertadas y no resueltas. La agenda inicial de la negociación representó un triunfo para las FARC, la presentaban como un beligerante, calificación que fue permanentemente rechazada por el gobierno colombiano. Sentarse con un grupo, ayer considerado terrorista y narco guerrilla, a negociar políticas públicas que son competencia de los órganos legislativos, resultaba desproporcionado. Iniciar el proceso de negociación sin el desarme de la guerrilla fortaleció sus posiciones. Adicionalmente, que el Presidente Santos presente la negociación como su proyecto personal, le ha restado confianza y participación nacional.
Cuando el gobierno promueve el acuerdo de 297 páginas, a muchos colombianos preocupa que el tecnicismo de la justicia transicional, se convierta en la práctica en la impunidad de los delitos atroces, crímenes de guerra y de lesa humanidad. El procurador del país lo ha alertado, sin mayores resultados. Los diez curules garantizados en el Congreso para el 2018 y 2022, pueden parecer insignificantes, pero afectan a pequeños grupos políticos colombianos que les resulta difícil lograr representación por la vía democrática, en el rígido juego político colombiano.
También inquieta como el hábil discurso gubernamental ha eliminado las vinculaciones de las FARC con el rentable negocio del narcotráfico y los secuestros. Un marketing subliminal que pareciera promover la “pureza ideológica” de las FARC, ha dejado anonadado al país. En este momento pareciera que el gobierno también trata de ocultar el tema de los disidentes de las FARC que no apoyan las negociaciones, que seguramente aspiran mantener su negocio de guerrilla vinculado al narcotráfico.
Por otra parte, el discurso gubernamental presenta el plebiscito en una polarización maniqueista, entre paz y guerra, lo que es falso y manipulador. Nadie rechaza la paz, pero en democracia se pueden cuestionar algunos de las estrategias y tácticas de negociación y del texto del acuerdo. Dividir el país puede dar resultados a corto plazo, para garantizar el triunfo del plebiscito, por el bajo nivel del umbral del 13%, pero puede dejar una población resentida para las elecciones del 2018.
Las lecturas pedagógicas de algunos puntos débiles de la negociación y del acuerdo resultan delicadas. Una de ellas es que pareciera conveniente promover la guerrilla, para garantizar beneficios procesales en la justicia transicional, subvenciones personales y cargos seguros en el Congreso.
En otro orden de ideas, también preocupa que las FARC no evidencien haber comprendido sus colosales errores, ni superado su anacrónico y falso discurso. Esperemos que el pueblo colombiano, que conoce muy bien lo duro que es prosperar, no se deje engañar con los cantos de sirena que prometen la riqueza fácil, distribuida por un todo poderoso, que aspira llegar al poder por la vía democrática, para luego destruir las instituciones y perpetuarse.
Para los vecinos de Colombia, es preocupante, entre otros, el silencio sobre los disidentes de las FARC, que podrían buscar refugio en las fronteras quienes, armados y con mentalidad guerrera y subversiva, pueden agravar los problemas ya existentes.
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