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El panorama político de Brasil se está deteriorando, situación previsible con el triunfo de Jair Bolsonaro, por el radicalismo de su discurso y de algunas de sus propuestas. Las contradicciones al interior de su equipo ya se sienten en el ejercicio del poder; lo que está complicando tanto la gobernabilidad interna, como su actuación internacional, como se puede apreciar en el caso del Mercosur, pero también frente a la crisis venezolana.
El fracaso del populismo radical del partido de los trabajadores, que con Luis Lula da Silva y Dilma Rouseff logró controlar el poder por 13 años, estimuló un fuerte rechazo en la población y propició la vinculación de ultraliberales económicos y el conservadurismo moral, ejemplo de tal asociación fue la fórmula electoral de Jair Bolsonaro de orientación ultraliberal económica, con su Vicepresidente el General retirado Hamilton Mourao, un conservador moral radical. En principio los unían tanto la visión militarista, como el categórico rechazo al partido de los trabajadores y los movimientos sociales.
Luego del triunfo electoral impactante, pero que nos les permite el control absoluto del Congreso, al avanzar los meses en el poder, las sutiles diferencias se van tornando marcadas y las perspectivas no se plantean optimistas. La personalidad atorrante y agresiva del candidato Bolsonaro, con su carisma personal, que atrajo tantos votos, va perdiendo eficiencia al gobierno y tiende a generar discriminación, polarización y problemas de gobernabilidad.
Consciente que los problemas se agudizan por el estilo, el Presidente ha intentado modelarlo en algunos temas sensibles, pero no ha sido el caso de sus hijos (Flavio, Carlos, Eduardo), muy activos en política, con gran respaldo popular, que mantienen el discurso agresivo; generando problemas, como la prematura dimisión del ministro de educación y, ahora, particularmente Eduardo, junto con el gran gurú ideológico del Presidente, Olavo Caravalho, han enfilado baterías contra el Vicepresidente, a quien acusan de conspirador, incluso han insinuado la posibilidad de promover su juicio político.
El Vicepresidente hábil estratega, con bajo respaldo popular, ha moderado su discurso y se presenta cauto, calculador y pragmático. Seguramente sus nuevos asesores están cultivando la posibilidad de alianzas en el heterogéneo Congreso brasileño, que ya tiene el record de dos juicios políticos contra Presidentes en ejercicio, como fueron los casos de Fernando Collor de Mello (1992) y Dilma Rouseff (2016)
Son diversas las diferencias entre estas dos tendencias del bloque en el poder y, en la política exterior se están empezando a sentir claramente. Uno de los temas tiene que ver con la relación con los Estados Unidos y, en particular con el Presidente Donald Trump y su entorno de halcones. Para el Presidente Bolsonaro y su mentor ideológico Olavo, esta relación es fundamental. Para el Vicepresidente, siguiendo la tradicional visión militar y diplomática, la relación con Estados Unidos debe ser prudente, dejando muy claro el liderazgo de Brasil en la región. Evidencia de las diferencias es el caso de la Embajada de Brasil en Israel, que el Presidente Bolsonaro, siguiendo la línea de Trump, cambio de sede para Jerusalén; pero, en la práctica, no se ha hecho efectiva.
En el tema del Mercosur la situación es compleja, pues ninguna de las tendencias presagia mejores condiciones para el bloque. En la visión ultraliberal económica de Bolsonaro, Mercosur resulta incómodo, en particular los compromisos de la unión aduanera, que obligan a las negociaciones comerciales en grupo. En este sentido, si bien observan con interés la amplia agenda de negociaciones comerciales que está desarrollando el bloque, que contempla a: Unión Europea (más de una década en negociación), Canadá, Singapur, Corea del Sur, EFTA (Islandia, Liechtenstein, Noruega, Suiza) y dialogan con la Alianza del Pacífico. Para el nuevo gobierno brasileño la negociación en bloque ha afectado los avances con la Unión Europea y limita sus planes de inserción más efectiva en la economía mundial. No sería extraño que el equipo de Bolsonaro ponga en la agenda nacional el tema de las negociaciones comerciales con Estados Unidos, lo que complicaría aún más la situación del Mercosur.
En la visión pragmática y de cautela del Vicepresidente, el proceso de inserción se estima gradual. El Mercosur se mantiene, pero sin mayores cambios, en tanto esquema controlado por Brasil y, las negociaciones comerciales con el resto del mundo, deben ir al ritmo de la prioridad interna de sus sectores productivos, sin rigidez ideológica y con mucho pragmatismo. Esta visión la expresó el Vicepresidente en su reciente visita oficial a China, a la que el gobierno comunista asignó especial importancia, prácticamente de Jefe de Estado, seguramente conscientes de las diferencias internas en Brasil.
Frente a la situación venezolana también encontramos un panorama complejo de sutilezas en el bloque en el poder brasileño. Ambas tendencias rechazan al proceso bolivariano y comparten la participación en el Grupo de Lima. Ahora bien, al plantearse la necesidad de acciones más concretas, la situación se distancia. El grupo de Bolsonaro, que incluye al Canciller, pero no necesariamente a la Cancillería (Itamaraty) respalda más enfáticamente a Donald Trump, con algunas divergencias en el tema militar. Para el Vicepresidente, Brasil debería actuar con más prudencia, limitando su actuación al marco del Grupo de Lima y, siguiendo la tradicional visión militar brasileña, le resulta inaceptable la posible presencia armada de los Estados Unidos en la región.
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