Debido a la histórica y profunda exclusión de la población indígena en nuestros países, particularmente en Bolivia, donde diversas estimaciones calculan entre un 50 a un 70 el porcentaje de indígenas en el conjunto de la población nacional, la administración de Evo Morales, un indígena aymara, el segundo grupo étnico más importante del país, generó una gran expectativa sobre las posibilidades de superar esta deuda histórica; empero, las realidades han demostrado lo contrario, se sobrestimó su capacidad, olvidando que sus orígenes políticos estaban asociados fundamentalmente con la violencia y, para desgracia del pueblo indígena boliviano, al renunciar a la presidencia, de nuevo ha estimulado la violencia, incitando prácticamente a una conflagración racial, destruyendo, por la ciega obsesión del poder, los pocos avances alcanzados.
Debemos destacar que hoy Bolivia cuenta con una Constitución que reconoce el carácter multiétnico, pluricultural y plurinacional del país, con nuevos símbolos, como una nueva bandera; avances que, en alguna medida, reivindican el papel de la población indígena. Un país con aproximadamente 36 lenguas, de diferentes grupos étnicos. Pero estos avances jurídicos y simbólicos, fueron empañados al forzar, en un cuartel militar, la aprobación de esa Constitución en el 2009.
Con Evo la economía del país ha prosperado, se ha reducido pobreza, particularmente en la población indígena, que ha logrado una mayor incorporación en el mercado y un mayor bienestar.
Los avances económicos han sido reconocidos por los organismos multilaterales, en particular el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Pero el talante autoritario de Evo, sus vinculaciones revolucionarias y sus asesores lo han orientado por el camino equivocado.
El autoritarismo en Evo podía ser predecible, toda vez que llega al poder promoviendo la violencia contra dos Presidentes constitucionales y logrando sus renuncias. En primer lugar, contra Gonzalo Sánchez de Lozada, violencia que registró una decena de muertos y, luego, contra Carlos Mesa, quien paradójicamente, ha resultado su principal contrincante en su cuarto intento de reelección.
En sus tres periodos de gobierno Evo fortaleció la relación con los gobiernos autoritarios, en `particular con el proceso bolivariano y la dictadura de los Castros. Pero, inteligentemente, no desarrolló el libreto de destrucción de la economía de sus aliados; empero, sí avanzó en el control de las instituciones, la progresiva destrucción de las instituciones democráticas, el ataque a la oposición y la libertad de expresión.
El estilo autoritario se hace más evidente al forzar su cuarta reelección, violentando la Constitución que expresamente lo descarta y la voluntad popular, que se manifestó en contra en el referéndum consultivo que Evo promovió en el 2016, asumiendo, equivocadamente, que el pueblo deseaba mayoritariamente su reelección. La soberbia autoritaria alcanza su máxima expresión al paralizar en las recientes elecciones, cuando se paraliza el proceso del escrutinio al resultar evidente la segunda vuelta, que Evo entendía como su derrota. Luego de un dramático silencio, el Tribunal electoral, controlado por Evo, lo designa como triunfador en la primera vuelta.
El fraudulento triunfo que ha sido rechazado por los observadores internacionales, en particular la OEA, generó un rechazo nacional y, en muy corto tiempo, va perdiendo aliados como el movimiento sindical. Recordemos que ya contaba con rechazo en algunos de sus tradicionales bastiones políticos, pues la alcaldesa del Alto, territorio aymara, es de la oposición. El toque final lo representó la solicitud de renuncia que le presentó el alto mando militar.
Ahora Evo y sus radicales aliados denuncian un supuesto golpe de estado, él tiene experiencia en esa materia, pero es importante precisar, que el golpe de estado se inició cuando el Presidente Evo Morales desconoció el referéndum consultivo que le resultó adversó en el 2016 y fue consumado, cuando el órgano electoral inscribió su candidatura para una cuarta reelección, en flagrante violación de la Constitución.
Evo ha resultado otra lamentable demostración del fracaso del autoritarismo populista y radical obsesionado en perpetuarse en el poder. Si bien los avances para la población indígena han sido limitados, esperamos que en una nueva democracia puedan fortalecerse. Resulta indispensable que Bolivia pueda avanzar en la convivencia, aceptación y respeto a la diversidad. Los radicales, en sus falsos discursos, pregonan sobre los pobres y excluidos, prometiendo soluciones irreales, que solo logran incrementar la pobreza, en el fondo asumen que los pobres son controlables mediante un carnet o una bolsa.
Un importante porcentaje de la población indígena se ha incorporado en el proceso productivo, pero es necesario que la población indígena en su conjunto se incorpore plenamente en la educación y en los valores de la libertad. Al prosperar la población aspira mejores instituciones y mayor seguridad jurídica. Todo esto ilustra sobre los retos que deberá enfrentar un nuevo gobierno democrático en Bolivia, avanzar efectivamente en la transformación del país, que Evo traicionó por su ambición personal.
La situación que está viviendo Bolivia representa una lamentable experiencia para la población indígena y una importante lección para el autoritarismo en la región, que adicionalmente deberían apreciar el pragmatismo de las potencias, Rusia el gran aliado, define sus posiciones en función de sus intereses y no de las falsas ideologías que le sirven para los discursos y la manipulación.
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