EL
FALTA DE RESPETO
Enrique Viloria Vera
Puedo
ser intolerante con tus ideas,
pero
no contigo.
Fernando
Savater
En la vieja casa familiar caraqueña, el tema del respeto
estaba siempre sobre el tapete. Mi abuela y mi madre eran inflexibles,
tajantes, recomendando y exigiendo una conducta cortés y respetuosa para con
los demás, aún resuenan en mis oídos sus admoniciones y consejos: los mayores
se respetan, se tratan de UD, casa ajena es sagrada, pida siempre las cosas por
favor, dé las gracias, ceda el paso a las mujeres y a los mayores.
Sin embargo, progresivamente, la sociedad se ha hecho más
laxa, descuidada, indiferente, a lo relacionado con el respeto y la cortesía;
en el caso de los jóvenes y adolescentes es más notorio, expresiones como: ¿Qué
pasó brother?, uón, el tuteo
inmediato sin distinción de edades, ¡Ese bichito! ¿Entonces menor?, pajuo, y
hasta la más ofensiva de uso extendido: marico - marica son palmaria evidencia
de la influencia del barrio y de las series televisivas extranjeras, las
telenovelas, los reality shows, en el habla cotidiana de la juventud
venezolana.
Lo más grave es que la sociedad entera se permea y acepta
el irrespeto y la descortesía como forma natural de la relación humana: dime
gordo, qué quieres mi amor, papa mami o mamita, son expresiones de uso
corriente y extendido entre dependientes y cajeros de los establecimientos
comerciales.
El estamento político también ha sucumbido a la
chabacanería y la irrespeto: escuálidos, gusanos, vende patria, pelucones,
cachorros del imperio, pititankys, ¡Gringos váyanse al carajo!, forman parte de
la monserga castro - comunista. El 1er
Mundo no escapa a esta pandemia de irrespeto: los neo nazis, los supremacistas,
los WAPS a ultranza, los podemitas, los movimientos anti – gay, las feministas
irracionales, engrosan la lista de irrespeto, intolerancia, descortesía que
impera en las relaciones humanas del siglo XXI.
Este fenómeno también puede ser inoculado recientemente conocí
a un cubano nieto de español, un manitas
que realizó varias reparaciones en casa, resultó ser un verdadero Dr. Jekyll y
Mr. Hyde. El cubano de marras podía ser una persona cordial, cortés, buen
conversador, pero de buenas a primeras, si algún tema lo relacionaba con su
anti - comunismo virulento se exacerbaba, perdía la compostura, gesticulaba
agresivamente, gritaba, insultaba, antes de disparar a quemarropa: ¡Eres un
comemierda¡ y salir mandando a sus anfitriones al carajo, antes de dar un
soberano portazo,
Siempre argüía que los comunistas cubanos lo habían machacado, razón por la cual justificaba
su resentimiento, su odio, su ansia de venganza, su reconcomio, su rechazo a
todo lo que sonara progresista o izquierdista a su entender: el papa Francisco,
los jesuitas, el cambio climático, la igualdad de género, los gais, Obama el negro de mierda ese que abolió la
medida de pies mojados, pies secos, los socialistas y Podemos, en fin, como un
MacArthur camagüeyano, andaba en búsqueda permanente de esos comunistas
agazapados en las redes sociales, en los bares y cafés, en la calle, en el
autobús, para darles muela y advertirlos
del incomparable e incomprendido
martirio cubano.
Un día, le reclamé su reciente conducta tan vehemente y
agresiva, su ausencia de moldes, su desprecio por los que dice apreciar, respondió
que él defendía sus principios. Entendí que entre ellos – no se lo habían
inculcado, o si lo tenía se lo machacaron -, el relativo al respeto al otro, al
prójimo, al distinto, al que no piensa como tú, en fin, a los demás. Se me
ocurre parafrasear lo expresado por Sartre en el libro Huracán sobre el azúcar
El falta de respeto aprende a irrespetar,
irrespetando al irrespetado.
El irrespetado aprende a irrespetar siendo
irrespetando por el falta de respeto.:
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