VENEZUELA: UNA ECONOMÍA DE ALTA INFORMALIZACIÓN[1].
Rastreando distorsiones e irregularidades.
EDUARDO ORTIZ
RAMÍREZ
DEL
SISTEMA BIOMÉTRICO A LAS SUBASTAS Y A LA DOLARIZACIÓN INFORMAL.
Varias observaciones podrían hacerse sobre la
aplicabilidad del sistema biométrico
(o de registro de huellas para evitar compras duplicadas y con ello el aumento
o fortalecimiento de los revendedores)[2] que
se buscó instrumentar en 2014 como novedad y solución a determinados problemas
de precios, consumo e informalidad para
la economía venezolana, en el contexto en que se encuadraba la administración
bolivariana después de 15 años de ejecutorias. En primer lugar, los problemas de escasez, inflación y distorsión
de los precios relativos estaban ya íntimamente relacionados con las políticas
de control ficticio o real que, apoyadas en una dinámica cambiaria, fiscal y
política particular se había estructurado como resultado de una política económica y social no exitosa,
y pasaron a ser palmariamente constatables en 2017 (año de una gran crisis y de
inicio de una cuarteta de años fundamentales en la evolución política,
económica y social de Venezuela[3]). En
segundo lugar, podía ser un sistema más operativo en economías más pequeñas
o menos estratificadas por regiones, estados o grupos sociales. En tercer lugar, se requería un
desarrollo institucional de registro, supervisión, ejecución y sanción que no
era acorde con el proceso de deterioro
institucional (y de desinstitucionalización) por el cual había transitado
la nación venezolana en por lo menos los últimos casi treinta años previos, y
ya más pronunciado en 2017. Hasta este año señalado, la experiencia de la
administración bolivariana -en lo visto en más de 18 años de gobierno- en
manejo de alimentos y bienes en empresas e iniciativas como Mercal, PDVAL, Abastecimiento Soberano y
las correspondientes bolsas CLAP y otras, no había sido precisamente la más
exitosa, a no ser que se interpretase con el fanatismo de los seguidores
incondicionales. En cuarto lugar, requería de un sistema de vigilancia estricto que
no era seguro pudiese conseguirse en la sociedad venezolana de los lustros
previos, donde funcionarios, organizaciones de seguridad y vigilancia se habían
visto inmiscuidas en agudos procesos de corrupción; también más que evidentes
para 2017. En quinto lugar, el
deterioro de la civilidad y los valores ciudadanos, no parecía haberse detenido
durante la administración bolivariana, sino que, por el contrario, había
aumentado, dentro del propio contexto de deterioro económico y social de los 15
años previos a su propuesta en 2014, lo cual brindaba un elemento de entorno
difícil para la aplicabilidad de un sistema de este tipo.
La escasez, la inflación, el favoritismo y el
deterioro institucional mataron al
instrumento, tan solo quedando
maquinas sin mucho sentido, porque lo que no lo había afectado la inflación, simplemente no lo había en los
estantes. Lo que había sido abarcado por esta última, se demandaba
relativamente poco o nada. Correspondientemente, el sistema biométrico fue desplazado por la concentración de alimentos
regulados del lado del sector público –siendo menos frecuentes las colas
precisamente por ello-, para ser distribuidos con intereses fundamentalmente
políticos. Esto es, los alimentos y su
distribución pasaron a ser otro elemento de control político que se le sumaba
al control cambiario que ya tenía ese matiz. De esta manera, pocos se
acordarán del sistema biométrico, pero
está en la historia y en la acumulación de intentos de la administración
bolivariana.
El marco económico atinente a elementos
relacionados, nos ubica para Venezuela, de
2017 en adelante, en una amalgama impresionante, en la interrelación de
formación de precios, salarios, controles, mercado cambiario, deformaciones
estructurales de la producción asociadas a la desindustrialización, escasez,
valores y comportamiento ciudadano[4].
Dada la sobredeterminación
que en la economía venezolana presentaba el elemento cambiario en 2017, hay que
señalar que esto no se solucionó con las subastas Dicom con sus más de 70 millones de $ asignados –en las tres
realizadas en sus momentos, tal cual se registró- en procesos solo
“transparentes” o de libertad para quienes eran beneficiados. El dólar paralelo
no era el único determinante de la inflación. Venezuela en 2017 –y ya desde
2016- se encontraba claramente en hiperinflación,
pues para ello no es necesario que estemos en los terribles cuatro dígitos o
que se alcance -estrictu sensu- el porcentaje mensual conocido; la intensidad y
velocidad de los aumentos de precios, la desvalorización del dinero y la
actitud de distintos agentes económicos en la búsqueda de alternativas a esta
última, lo permiten afirmar desde distintas experiencias[5].
Desmantelar el control de cambios a finales de
2018, que fue un generador de alteraciones productivas y de informalización de la economía
(compra-venta de dólares y bienes, de manera informal), a la vez que de corrupción, así como un arma de control político, podía hacerse de un
día para otro, pero los efectos de ese mecanismo fueron notables en distorsión, confusiones y
dislocaciones productivas. Lo dramático es que, el desmantelamiento, tuvo que
suceder. Igual que en otros precios, donde se debían quitar controles, pero no
siempre el mercado va a brindar los mejores o más rápidos equilibrios, según
los casos. Los agentes económicos –empresarios, consumidores/familias y
gobierno- deben reeducarse para canalizar la formación de precios relativos.
LA
REALIDAD DEL MERCADO Y LOS BIENES
Varias expresiones presenta la informalización en el mercado de los
bienes. La primera atañe a los
revendedores, también llamados bachaqueros
o buhoneros (de manera más permanente). Son buscadores de trabajo, ganancias
fáciles y en algunos casos simple subsistencia. Abarcan desde vendedores
callejeros, que dividen un kilo de algún producto en numerosas bolsitas, hasta
los sofisticados oferentes de Instagram
o en otros mecanismos de suministros de información para captar o mantener
demandantes. Los perniciosos comportamientos manifiestos en los niveles de
precios a los que los ofrecen bienes –este tipo de vendedores- y sus
correspondientes niveles de ganancias, no son fácilmente entendibles a la luz
del más puro liberalismo, desde el que pudiese opinarse “eso lo solucionaría el
mercado”. La segunda forma se
encuentra en locales y bodegas o pequeños abastos ubicados en zonas populares,
céntricas y algunas no tan populares, donde se sabe que allí se conseguían/consiguen productos a precios superiores a los
que estaban/están regulados. Debe asignársele un lugar particular/especial a la
gasolina con el precio subsidiado y el precio llamado internacional y los contextos y gestiones multiformes que
bordean a los mismos, dada la medida tomada en años recientes en cuanto a esta
estructura de precios, vigente todavía
en lo transitado de 2023. Estos espacios informales se han visto alterados,
a diferencia de los primeros, dadas la posibilidad o amenaza de ser robados a
saqueados, pero siguen existiendo. Una tercera
figura de informalidad, es la que se ha generado desde los propios ámbitos
oficiales y que serán los administradores de estos –es de pensar- los primeros
interesados en solucionar. Se trata de como desde estos ámbitos surgen
sospechas, evidencias y registros -como se ha hecho público- de reventas de las
bolsas CLAP o de listas para las
mismas, que no se ejecutan o que se estructuran y son redireccionadas o
reubicadas con otros fines. Apartando el conjunto de valoraciones que pueden
hacerse sobre lo adecuado o necesario de la existencia de un mecanismo de esta
naturaleza en una economía como Venezuela, otrora con abundancia y llena de
bienes y productos diversos, debe señalarse que la frecuencia y la regularidad
con la que llegan tales bolsas a los distintos sectores y grupos sociales no son
las que señala la administración bolivariana, al indicar que ya hay millones de
personas atendidas. Lo que dicen integrantes de los sectores populares es otra
cosa. Una cuarta forma que, directa
o indirectamente, puede ubicarse dentro de la informalización de la economía en estos ámbitos, atañe a los nuevos
expendios de bienes que han venido ampliando su número y que venden a precios
totalmente dolarizados. Alimentos, cosméticos, dulces, autos de alta gama son
adquiribles con la facilidad de tener los dineros para ello. De ser
determinados y marcados por el dólar
BCV/libre, pasan a ser también determinadores de precios. Lo que allí se
consigue a un precio pasa a entenderse como un precio “normal”, más aun si
tienen ramificaciones para ventas fuera del mismo local. Es curioso observar
dentro de este conjunto de distorsiones como los precios de algunos productos
de nacionales –que también venden algunos supermercados- superan con creces a
productos similares que deberían lanzar al mercado las empresas que están bajo
la administración estatal, pero cuyos productos no aparecen sino en los mecanismos
de distribución pública que como hemos señalado han adquirido un matiz de control político.
Lo señalado solo representa un conjunto de aproximaciones a un ámbito vasto de comercialización y compra de
bienes. Existen otros mercados como los de bienes intermedios para actividades
como construcción o fabricación de alimentos, donde las irregularidades y la incertidumbre (aquello que deberían
regular las instituciones sin implicar ello estatismo ni control acérrimo de la
economía) son frecuentes e intensas. Las expresiones “no se consigue”, “viene aumentado”,
“por ahora está así, aprovéchalo” se han vuelto parte de la regularidad diaria
y consustancial a los escenarios hiperinflacionarios o inflacionarios según el
momento que busquemos analizar o describir.
LA
NECESIDAD Y LA LIBERTAD (DE CÓMO LA NECESIDAD SUPERÓ A LA LIBERTAD).
Pensadores, filósofos, economistas y otros han
transitado y reflexionado sobre esto. Me decía un amigo, en un determinado
momento de estas distorsiones y su evolución, que seguía a otra cadena de
amigos, que ante el producto -tal o cual- solo había que adquirirlo, que era un
problema de necesidad y no había que preguntar mucho.
Una administración que en más de dieciocho
años –hasta 2017, o más de 23 hasta la actualidad de 2023- pretendió o planteó
solucionar o mejorar la distribución del ingreso y de la renta petrolera,
terminó creándole una sobredeterminación
al reino de la necesidad (ampliándolo, profundizándolo) y restringiendo
grandemente la libertad de producir,
consumir y hasta conseguir los bienes mas elementales. ¡Terminó, en
resumen, generando más pobres y más pobreza!
Más aún qué, la dinámica de precios y salarios
relativos está permanentemente condicionada por quien domina el mayor espacio
de la informalidad en estos menesteres, y que no es más que la pertinaz dolarización informal de la economía y
donde unos u otros (políticos, empresarios y analistas)[6]
han evitado pronunciarse para establecerla como dolarización formal o simplemente eliminarla como dolarización informal.
25 septiembre 2023
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com
[1] Existen diversas líneas de investigación asociadas a la discusión de
lo formal e informal, lo moderno y lo atrasado y siempre
convergen en lo atinente a la presencia de una dualidad dentro de determinadas economías, y, ya en la segunda
mitad del siglo XX, asociadas a la llamada perspectiva del Dualismo en análisis sobre el desarrollo en los países menos
avanzados. Un análisis y discusión de interés puede verse por ejemplo en: Mario
Cimoli, Annalisa Primi y Maurizio Pugno. Un modelo de bajo crecimiento: la informalidad como restricción
estructural. R e v i s t a d e la C e p a l 8 8, a
b r i l 2 0 0 6. En esta nota solo
resaltamos desacoplamientos institucionales o distanciamientos de
procedimientos modernos, regulares o debidamente estructurados para el estímulo/impulso
del crecimiento y desarrollo y es el sentido dado al pequeño rastreo de distorsiones
e irregularidades.
[2] Dado el fracaso del mecanismo, el tratamiento del mismo es solo referencial/ilustrativo, dado el sentido que se le da a esta nota.
[3] Eduardo Ortiz Ramírez
[4] Eduardo Ortiz Ramírez. Salarios, Costo de oportunidad y bienestar en la actualidad Venezolana, 17 septiembre 2023. https://www.academia.edu/resource/work/106750071.
[5] Eduardo Ortiz Ramírez, Comienzos
y desarrollos de la inflación y la política de precios controlados en Venezuela.
27 de noviembre 2017. https://www.academia.edu/resource/work/35268212.
[6] Eduardo Ortiz Ramírez. La peor de la dolarizaciones: el “cuadre” tácito
de gobierno, empresas, familias y analistas y el peor de los ajustes en Venezuela.
17 de mayo 2020. https://www.academia.edu/resource/work/43087420.
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