Tomado de www.infolatam.com
"El racionamiento de divisas, el racionamiento de
energía, y las distorsiones generadas por los controles de precios y la
inflación sobre el mercado de trabajo van conduciendo gradualmente al país a
una parálisis".
Infolatam
Caracas, 21 abril 2016
Caracas, 21 abril 2016
Por LEONARDO V. VERA
El Fondo Monetario Internacional,
en su reporte de Perspectivas Económicas Mundiales acaba de señalar que la
economía venezolana estará registrando una caída del Producto Interno Bruto de
8%, el mayor retroceso de cualquier país a nivel mundial y una tendencia que
acumularía tres años consecutivos de contracción económica. La estimación para
Venezuela coincide con la hecha en una nota de prensa hace unos días por la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) donde la caída se proyecta
en 6,9%, y con la hecha en el mes de marzo por la firma consultora Latin Focus,
que ubicó un retroceso de 7,2 puntos del PIB. De materializarse esta
expectativa de crecimiento, Venezuela habrá perdido para final del año y con
respecto al año 2013 más de una tercera parte de su PIB por habitante, sin
contar los estragos que la crisis económica ha venido causando en el poder de
compra y en la calidad de vida de la población.
Venezuela es el único país del
mundo hoy día con inflación de tres dígitos (con registros mensuales de 15%);
con escasez de alimentos y medicinas por encima de 50%, y con una creciente
precarización del trabajo, a decir por el desconcertante fenómeno del
“bachaqueo” (o comercio informal de compra y reventa de productos con precios controlados).
La encuesta de condiciones de vida, ENCOVI, conducida por tres
universidades nacionales, estima que el 73% de los hogares en Venezuela
han caído por debajo de la línea de pobreza.Dos años antes, en 2103, la
porción de los hogares en situación de pobreza estaba en sólo 31%. Por su
parte, la encuesta Datanálisis, dada a conocer en el mes de abril,
señala que 84% de la población considera que la situación del país es mala o
muy mala.
La economía venezolana se está
apagando con una expectativa cierta de caer en una “trampa de pobreza”. El
término acuñado a finales de los años cincuenta por el economista
norteamericano Richard Nelson para recoger la situación donde
una economía queda capturada en un círculo vicioso de alta fertilidad y bajo
capital humano, pero con los años se ha extendido para describir el contexto de
economías que han perdido sus fuerzas motrices para crecer y salir de la
pobreza por incapacidad de concretar acciones coordinadas por parte de sus
actores críticos.
La trampa de pobreza hacia la
que se orienta Venezuela se va haciendo estructural, y no porque haya algo
intrínsecamente malo o defectuoso en la base inicial de recursos que ha tenido
el país a su disposición, sino más bien por los gravísimos errores en el diseño
y accionar de las políticas públicas llevadas a cabo por la llamada “revolución
bolivariana”. Tres ejemplos ilustran muy bien como la incapacidad de crecer
de Venezuela se ha venido fraguando por gravísimos errores de política y el
despilfarro.
Las empresas locales en Venezuela
no pueden incrementar su actividad hoy día porque están sometidas a un
creciente racionamiento en la asignación de divisas que no les permite traer
materias primas, insumos y partes importadas esenciales para la producción.
Ciertamente el país ha sufrido desde mediados del año 2014 una merma
significativa de ingresos externos por la caída en los precios del crudo
petrolero, pero para algo están las reservas internacionales ¿Qué pasó
con ellas? ¿Cómo es que el país con mayores superávits comerciales de la
región, que disfrutó por una década de precios altos del crudo no pudo acumular
reservas defensivas?
Las restricciones, no solo
energéticas
El presidente Nicolás Maduro
apruyeba las medidas de restricción de consumo de electricidad con su gobierno
La respuesta es que el Banco
Central de Venezuela aceptó durante la bonanza transferir las reservas
internacionales a un fondo de inversión opacó (el FONDEN) donde los recursos en
dólares fueron despilfarrados. Casi 60.000 millones de dólares fueron
transferidos desde el Banco Central a ese fondo en 10 años. Ya en el año 2013,
mucho antes de la caída del precio del crudo, el gobierno de Maduro comenzó a restringir las importaciones
pues las reservas líquidas de Venezuela estaban en niveles críticos.
La situación hoy día, con
precios del petróleo para Venezuela de sólo 27 dólares el barril, es realmente
apremiante. Con ese precio, para cumplir sus compromisos externos y
para no reducir aún más las importaciones y profundizar aun más recesión,
Venezuela requiere de 30.000 mil millones dólares en financiamiento externo.
Como el gobierno de Venezuela ha decidido mantenerse aislado de la comunidad
financiera internacional, pues ahora apela a un mayor racionamiento de divisas,
que es como apostar a la parálisis.
Las empresas en Venezuela tienen
una segunda restricción para producir: energía. Puede parecer insólito
que un país cuya mayor proyección al mundo sea su potencial energético, no
tenga energía eléctrica suficiente para sus sectores industriales y
comerciales. Pero esa es la realidad. El pasado año con una economía
cayendo en casi 5 puntos del PIB, Venezuela presentó un déficit de energía
eléctrica, según los técnicos, cercano a los 1.100 megavatios. Por esa razón
las empresas y los centros comerciales en Venezuela son objeto de racionamiento
energético y la administración pública está trabajando sólo cuatro días a la
semana y en medio turno ¿Cómo ha sido eso posible?
La razón parece ser, una vez más,
el despilfarro. Una comisión que desde la Asamblea Nacional investiga la
crisis en el sector eléctrico ha determinado que en los últimos 5 años se
destinaron cerca de 30.000 mil millones de dólares en inversiones para recuperar
la infraestructura termoeléctrica. Pero una buena parte de las obras no se
terminaron. En otros casos los equipos instalados eran obsoletos, de
segunda mano y nunca generaron energía. La situación actual es que las dos
mayores platas termoeléctricas del país, Planta Centro y Termocentro, no están
generando energía. Así con la llegada del fenómeno de “El Niño”, Venezuela no
pudo recuperar y mucho menos instalar un sistema termo que pudiera compensar la
caída en la generación hidroeléctrica. Si el país se propusiera una meta de
crecimiento de 3% para el próximo año, requería una disponibilidad de 5.400
megavatios y no tiene de donde sacarlos.
Una tercera restricción que
dificulta la producción es la disponibilidad de mano de obra. Puede
parecer, increíble, pero las empresas no encuentran personal competente para
los turnos de trabajo. La razón no es difícil de vislumbrar. En Venezuela
existen controles de precios y controles a los márgenes de ganancia. Ningún
sector escapa de estas regulaciones. Pero la inflación es ya de tres dígitos y
este año puede subir a 500%, lo que hace cuesta arriba que muchas empresas
puedan ofrecer a sus trabajadores alzas salariales equivalentes.
En consecuencia, frente a la
dramática caída del salario real, el trabajador venezolano está migrando en
forma masiva al negocio que se ha formado con la venta de productos con
precios regulados, donde los ingresos son más altos. Contactos y una
red de distribución es más que suficiente para comprar a precio ridículamente
baratos y vender al precio de mercado negro. El control de precios y la escasez
ha hecho de éste un nicho dinámico (o el motor) en la economía venezolana, a
costa de la paralización del resto de la economía.
Así, el racionamiento de
divisas, el racionamiento de energía, y las distorsiones generadas por los
controles de precios y la inflación sobre el mercado de trabajo van conduciendo
gradualmente al país a una parálisis de la cual no podrá salir sino
acciona un programa de reformas y reconstrucción económica que le permita
recobrar las fuentes básicas del crecimiento.
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