Leer esta nota en: www.talcualdigital.com
Felix Arellano
La comunidad internacional debería observar
con asombro como en Venezuela progresivamente se deteriora la institucionalidad
democrática, por el poder hegemónico del Ejecutivo frente a los demás poderes
públicos
En
estos momentos Venezuela representa complejos retos para la Organización de
Estados Americanos (OEA). Por una parte, pone a prueba la eficiencia de la
normativa vigente en materia de respeto a la institucionalidad democrática y
derechos humanos; por otra, representa un reto para la revisión y perfeccionamiento
de las normas, particularmente la Carta Democrática Interamericana, entre
otros, en lo relativo al desarrollo del tema de la legitimidad del ejercicio
democrático. El proceso bolivariano, por su parte, desprecia tanto a la OEA,
como en general al multilateralismo, que pretende poner límites o controles a
la soberanía absoluta y juega a perpetuarse en el poder a pesar del creciente
aislamiento internacional, seguramente considera que Corea del Norte lo ha
logrado.
El
caso Venezuela representa un desafío para eficiencia de las normativas sobre
clausulas democráticas vigentes en nuestro hemisferio, especialmente en la OEA
y en el Mercosur, con el Protocolo de Ushuaia. La comunidad internacional
debería observar con asombro como en Venezuela progresivamente se deteriora la
institucionalidad democrática, por el poder hegemónico del Ejecutivo frente a
los demás poderes públicos. Resulta grave la actual situación, donde se va
destruyendo sistemática a la Asamblea Nacional, recientemente electa, por pretender
cumplir con sus funciones constitucionales y ejercer acciones de supervisión y
sanción. También en el tema de los derechos humanos encontramos una larga lista
de violaciones de la normativa internacional.
En
el caso del Mercosur, en sus primeros días de gobierno el Presidente Macri
expresó sus intenciones de invocar el Protocolo de Ushuaia ante la situación
que se vive en Venezuela; pero con los días, tanto sus problemas internos, como
su agenda externa se han agudizado, y el tono sobre Venezuela ha disminuido. La
situación interna de Brasil tiene paralizado al Mercosur y, adicionalmente, no
debemos olvidar que para aplicar medidas se requiere de la unanimidad de los
miembros, difícil de lograr ante las posiciones del gobierno brasileño y la
prudencia del Uruguay.
En
el caso de la OEA, la situación también resulta compleja. Es cierto que tanto
un país miembro, como el Secretario General, como lo establece la Carta
Democrática Interamericana, pueden solicitar la aplicación del mencionado
instrumento, frente a una situación de deterioro democrático que enfrente un
país miembro. También es cierto que con el Sr. Almagro se cuenta con una
persona más responsable en el cumplimiento de la normativa de la OEA. Ahora
bien, no podemos menospreciar la habilidad bolivariana de controlar la
organización mediante su chequera petrolera y, en particular, con Petrocaribe.
Con el voto del Caribe el gobierno bolivariano controla la OEA. Cabe destacar
que el Caribe se opone a Venezuela en el caso de Guyana, por eso el bajo perfil
que de nuevo está jugando el proceso bolivariano en ese tema, a los fines de
mantener el apoyo del Caribe en la OEA.
También
conviene destacar que la situación venezolana en el contexto internacional se
deteriora progresivamente. Desde la mayoría de países democráticos se presentan
cuestionamientos y alertas ante la grave situación política y económica del
país. Igualmente, debemos recordar que en la votación que solicitó el gobierno
de Colombia en la OEA (28 agosto 2015), para tratar el caso del estado de
excepción adoptado por el gobierno bolivariano en la frontera, los resultados
no fueron nada positivos para Venezuela; pues tanto el Caribe, como la mayoría
del Mercosur, se abstuvieron, cuando los bolivarianos esperaban un respaldo
contundente.
Pareciera
que en las actuales condiciones la aplicación de la Carta Democrática de la OEA
podría avanzar si se aplica lo establecido en su Artículo 20, en relación a la
labor de diálogo y buenos oficios que podría promover la organización para
restablecer el ordenamiento constitucional en Venezuela. Por esta vía podría
ser posible lograr el apoyo de los países del Caribe y del Mercosur en su
conjunto; luego, en la medida que el gobierno bolivariano rechace todo intento
de diálogo o mediación, podría obligar a la OEA a considerar el tema de
eventuales sanciones.
Otra
temática que no podemos dejar de resaltar, tiene que ver con el reto que la
negativa experiencia venezolana representa para impulsar reformas profundas en
las normativas de cláusulas democráticas, que permitan una efectiva
participación de la sociedad civil en la denuncia, control y seguimiento del
funcionamiento de la institucionalidad democrática. Otro tema importante,
podría ser la creación de mecanismos de alerta temprana que permitan a la comunidad
internacional actuar más eficientemente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario