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Felix Arellano
No es el uso de la fuerza lo que determina el éxito de estos
esquemas, es la voluntad de participación y la responsabilidad en el
cumplimiento de los compromisos pactados
En el mundo encontramos
experiencias que están profundizando la IV Revolución Industrial definida, para
algunos, como el proceso de la informática y la robótica ocupando el mayor
espacio posible, incluyendo nuestra vida cotidiana. En este contexto, se van
tornando reales procesos que parecían de ciencia ficción, es la generación de
nuevos materiales, la impresora 3D o el concepto que va avanzando del internet
cuántico. Ahora bien, la dinámica global es compleja y profundamente
contradictoria y no pareciéramos muy interesados en enfrentar sus consecuencias
adversas, que también están creciendo significativamente y tienen que ver,
entre otros, con exclusión, desasosiego, rechazo.
En este
ambiente de cuestionamientos desproporcionados a la globalización se van
cultivando sentimientos irracionales de nacionalismo, religión, xenofobia o
personalismo obsesivos. Para enfrentar el problema urge un abordaje creativo y
multidisciplinario, privilegiando la educación, la formación de valores y la
comprensión de los sentimientos.
Una de
las limitaciones que podemos apreciar sobre el tema de la globalización es que
tiende a identificarse como un fenómeno eminentemente económico y, desde esa
perspectiva, el abordaje se presenta limitado y, en alguna medida, cargado de
radicalismos. Para los liberales radicales el proceso global es automático,
lineal e inexorable. Tiene que ver con la enorme potencialidad creativa del ser
humano que no tiene límites y se impone ante cualquier barrera. Por el
contrario, para los críticos, con alta carga de marxismo, es un proceso
perverso, destructivo y de carácter hegemónico. Los dos extremos no comprenden
que el proceso tiene un poco de todo eso y mucho más, pues es un fenómeno
social, marcado por la impronta dinámica, diversa y contradictoria de lo
humano.
En estos
últimos meses se ha tornado muy evidente el carácter contradictorio de la
globalización, entre otros, con el incremento de los egos obsesivos, mesiánicos
y autoritarios a lo largo del planeta; pero también, los movimientos
nacionalistas y religiosos de carácter, conservador, xenofóbico, excluyentes.
En este contexto, las diversas manifestaciones de radicalismos, como la
ultraderecha o los populismos radicales, van encontrando puntos de
coincidencias en su rechazo la dinámica global. También en esta perspectiva
crítica encontramos un irracionalismo oportunista; mucha manipulación, que
ahora algunos definen como “postverdad”.
Claro que
la dinámica contradictoria del proceso global genera exclusiones, en particular
de los más débiles; pero también genera importantes beneficios, particularmente
en la promoción de bienestar social. Lo que significa que para lograr
equilibrios en el proceso global se requiere de una clara y concertada
intervención humana local y mundial. Las soluciones giran en torno al
multilateralismo, la integración, la cooperación y la negociación para el
establecimiento de límites y controles al proceso global. No es la mano
invisible, ni la fuerza revolucionaria y destructiva, lo que pueden resolver la
compleja realidad que estamos viviendo; por el contrario, es el trabajo
multidisciplinario, la promoción de la educación y de los valores éticos, la
conciencia ciudadana y la conformación de una gobernanza mundial negociada lo
que podría ir calmando las fuerzas negativas de la globalización.
Con la
denuncia de los acuerdos y organismos internacionales, la promoción de las
hegemonías unilaterales, el rechazo a lo diverso y a los contrarios, solo
estaremos cultivando mayor violencia social. Enfrentar de forma efectiva temas
como el terrorismo, las migraciones, el incremento de la pobreza y la
violencia; nos exige de mayor negociación y cooperación. Ni la creación de
nuevos estados nacionales, la eliminación de los acuerdos que abren y
consolidan mercados o de acuerdos que ponen límites supervisados a la carrera
armamentista, se pueden resolver las contradicciones de la globalización; todo
lo contrario, con integración, cooperación y negociaciones es que se pueden
crear condiciones más favorables para identificar los problemas y construir
soluciones.
Una de
las opciones tiene que ver con una mayor democratización de las relaciones
internacionales, que permita la activa participación de la sociedad civil tanto
en la construcción como en la administración y revisión de los regímenes
internacionales que definen reglas claras y equilibradas. Pero como bien
sabemos el funcionamiento estable y eficiente de tales regímenes se fundamenta
en la conciencia ciudadana. No es el uso de la fuerza lo que determina el éxito
de estos esquemas, es la voluntad de participación y la responsabilidad en el
cumplimiento de los compromisos pactados.
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