EDUARDO ORTIZ RAMIREZ
Se expresa
lo que se sabe
pero a veces
en medio de la página
se accede a
lo que no se sabe
se usurpa un
lugar desconocido
aparece una
presencia que se intuye
se acoge al
desconocido y se le deja hablar
Alguien debe
hacerse cargo de lo que no se sabe
Jorge Cadavid[1]
Una de las
criticas ofrecidas a los programas de
ajuste de inspiración neoliberal, fue la asociada a que la estabilización y
el ajuste mismo, se convertían en un círculo vicioso; de un plan se pasaba a
otro y en varios casos –no en todos- se caía en la que podía llamarse una trampa de planes de ajuste y estabilización.
Algunas economías de la región pudieron, por la vía heterodoxa, en algunos
casos, conseguir mejores resultados y encaminarse por rutas de crecimiento y
mayor estabilidad, a las observadas por otros, en plenos periodos de la crisis
de la deuda[2] y
de la década perdida misma para la
región latinoamericana en los años ochentas. La administración bolivariana, con
un pastiche que ha terminado llamando su
proyecto de socialismo y país ha sumido a la nación en una trampa de pobreza y decrecimiento, sin
haber seguido aquellas ortodoxias neoliberales[3].
Una segunda
crítica podía ser la de que tales planes de ajustes, se realizaban en base al deterioro o depresión de los salarios reales, que llevaba a ubicar que la mayor
carga del ajuste recaía sobre los trabajadores. Ideas como controlar aumentos
de salarios o hacerlos en términos de la contratación colectiva, terminaban
siendo ubicados en esta línea, lo que unido a otras medidas coyunturales o
estructurales -según los casos- daba para el corto y el mediano plazo un
deterioro considerable en los salarios reales, según esta perspectiva crítica.
Pues bien, la administración bolivariana con sus ideas grandilocuentes y repetidas
cientos y cientos de veces, junto a la supuesta búsqueda de la felicidad[4]
para la mayoría de los pobladores, ha logrado también los resultados
relacionados con lo criticado a aquellos
planes de ajuste: un alto deterioro del
salario real y un empobrecimiento generalizado.
Los controles de precios han sido una de
sus líneas fundamentales de actuación, contradiciendo los mecanismos de
mercado, de competencia y preferencias en calidades y precios por parte de los
consumidores. La pregunta a hacerse a esta altura, a pesar de los nefastos
resultados[5],
es cuantos precios están realmente regulados o han logrado ser controlados
según las variadas líneas de actuación en estos planos, incluida la última de
los precios acordados. Los precios
de los servicios privados están considerablemente liberalizados. Educación
privada, salud, distracciones, estacionamientos, entre otros, han pasado a ser
administrados y fijados sin supervisión gubernamental –a pesar del discurso
controlador de la administración bolivariana- y, en un contexto hiperinflacionario,
se han vuelto precios inalcanzables para los usuarios y/o consumidores. Los
productos básicos han desaparecido de estantes y supermercados. Las colas en
buen número de estos han desaparecido -o han bajado de manera importante su
frecuencia- porque no hay productos básicos[6].
Arroz, azúcar, productos de limpieza o aseo se encuentran a precios
considerablemente distantes de los lo que podría definirse como un producto
básico o fundamental con precio accesible, según los niveles del salario mínimo.
Los productos que tienen precios regulados son los de las cajas CLAP, pero estas
a pesar de la supuesta distribución de millones de cajas a tantas
correspondientes familias, no llegan a todos los lugares ni con la regularidad con
que requieren las familias, a menos que se trate de grupos sociales
beneficiados directamente por razones políticas o personales. Queda el no
irrelevante asunto de la calidad de algunos de sus productos componentes, como
los atunes, harinas o leche. Algunos de los productos mexicanos incorporados en
ellas son de una calidad indescriptiblemente deplorable.
El resultado
anterior, está altamente asociado al proceso de dolarización informal que ha venido avanzando intensamente en la
economía venezolana. Algunos de los servicios mencionados, como los de salud,
en casos están siendo cobrados en dólares o en bolívares en el entendido de lo
que estos representan en cuanto a determinada cantidad de dólares (lo cual es
lo mismo para una población que gana en bolívares) y numerosos productos,
repuestos o componentes son marcados con el dólar marcador que muchos manejan.
La idea del precio único en economía
y comercio internacional juega también su parte (si algo vale tanto en USA o en
el sur de América no puede valer acá mucho menos). La economía así vende en
dólares, pero paga sueldos en bolívares. Y esto lo ha permitido/fomentado la
administración bolivariana con sus empecinadas y erradas políticas económicas y
concepciones.
Los
resultados concretos en términos de
nivel de vida, mas allá de la cifras macroeconómicas y las proyecciones para el largo plazo, son
que una botella de salsa de tomate o kétchup o una margarina de medio kg,
producto complementario en la mesa de una familia, representa hoy día la mitad
de un salario mínimo y, una bolsa de jabón de 1 kg, alrededor de dos tercios.
Todavía quedaría la excusa de que existe un bono alimenticio pero en el momento
actual es frecuente encontrar un cartón de huevos en 340 o 360 bolívares, lo
cual representa más de la mitad del bono alimenticio, mientras, la estructura
de costos no logra ser estructurada con precios
acordados, en un contexto hiperinflacionario. Presentar la alternativa de
los operativos puede relacionarse con dejarse atrapar en el terreno de la
seducción ideológica, de la fantasía o del masoquismo
Para el 23 de
los corrientes, el dólar superó los 240.000 Bs, lo cual acerca el salario
mínimo a 1 $ y el bono alimenticio a un poco más de dos dólares; dado el
escenario de precios planteado y el contexto hiperinflacionario, esta
referencia no es baladí, pues un profesor universitario del más alto nivel
puede bordear en su sueldo los 5 o 6 dólares (cuatro kilos de carne de primera
o cuatro cartones de huevos), más los dos dólares y medio del bono alimenticio.
Mientras, la acción de un operario o de un técnico y a veces casi empírico, de
un nivel promedio puede ascender a 300, 500 u 800 mil bolívares. A la inflación, y
correspondiente con ella, se le suma y la potencia, una distorsión de salarios relativos o la perdida de parámetros en los
ingresos, además de la que cada día se pronuncia más en los precios de los
bienes.
En este
escenario la caja CLAP, con todas sus características, pasa a ser el reducto de
los controles y los productos básicos, y esto lo saben los consumidores
venezolanos empobrecidos y necesitados y todos los que les es difícil conseguir
productos de la comida diaria; y lo saben los administradores bolivarianos que
son los creadores de todo este escenario de pobreza y miseria. ¡Caramba con
aquellos justicieros que pensaron y
piensan que los pobres hay que inventarlos/mantenerlos!
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com
[1]
Enrique Viloria, Jorge Cadavid: poeta de
variados reinos. www.salamancartvaldia.es
24 de enero 2018.
[2]
Revelada e iniciada con el default mexicano de 1982.
[3]
Puede acotarse, sin embargo, que el presidente Chávez, antes del proyecto y
ejecutorias de las misiones, iniciadas en 2004, tenía características de una
especie de populista neoliberal.
[4]
Relacionado con esto estuvo su infructuoso proyecto del ministerio de la
felicidad.
[5]
Escasez, altos precios, mercado negro, migración de productos, por mencionar
algunos.
[6]
También han desaparecido o acabadose productos en los supermercados por acciones
gubernamentales como la reciente de remarcaje a precios de diciembre 2017.
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