miércoles, 24 de enero de 2018

NI CLAP NI CRECIMIENTO: SOBREVIVENCIA A TODA COSTA


EDUARDO ORTIZ RAMIREZ

Se expresa lo que se sabe
pero a veces en medio de la página
se accede a lo que no se sabe
se usurpa un lugar desconocido
aparece una presencia que se intuye
se acoge al desconocido y se le deja hablar
Alguien debe hacerse cargo de lo que no se sabe
Jorge Cadavid[1]


Una de las criticas ofrecidas a los programas de ajuste de inspiración neoliberal, fue la asociada a que la estabilización y el ajuste mismo, se convertían en un círculo vicioso; de un plan se pasaba a otro y en varios casos –no en todos- se caía en la que podía llamarse una trampa de planes de ajuste y estabilización. Algunas economías de la región pudieron, por la vía heterodoxa, en algunos casos, conseguir mejores resultados y encaminarse por rutas de crecimiento y mayor estabilidad, a las observadas por otros, en plenos periodos de la crisis de la deuda[2] y de la década perdida misma para la región latinoamericana en los años ochentas. La administración bolivariana, con un pastiche que ha terminado llamando su proyecto de socialismo y país ha sumido a la nación en una trampa de pobreza y decrecimiento, sin haber seguido aquellas ortodoxias neoliberales[3].

Una segunda crítica podía ser la de que tales planes de ajustes, se realizaban en base al deterioro o depresión de los salarios reales, que llevaba a ubicar que la mayor carga del ajuste recaía sobre los trabajadores. Ideas como controlar aumentos de salarios o hacerlos en términos de la contratación colectiva, terminaban siendo ubicados en esta línea, lo que unido a otras medidas coyunturales o estructurales -según los casos- daba para el corto y el mediano plazo un deterioro considerable en los salarios reales, según esta perspectiva crítica. Pues bien, la administración bolivariana con sus ideas grandilocuentes y repetidas cientos y cientos de veces, junto a la supuesta búsqueda de la felicidad[4] para la mayoría de los pobladores, ha logrado también los resultados relacionados con  lo criticado a aquellos planes de ajuste: un alto deterioro del salario real y un empobrecimiento generalizado.

Los controles de precios han sido una de sus líneas fundamentales de actuación, contradiciendo los mecanismos de mercado, de competencia y preferencias en calidades y precios por parte de los consumidores. La pregunta a hacerse a esta altura, a pesar de los nefastos resultados[5], es cuantos precios están realmente regulados o han logrado ser controlados según las variadas líneas de actuación en estos planos, incluida la última de los precios acordados. Los precios de los servicios privados están considerablemente liberalizados. Educación privada, salud, distracciones, estacionamientos, entre otros, han pasado a ser administrados y fijados sin supervisión gubernamental –a pesar del discurso controlador de la administración bolivariana- y, en un contexto hiperinflacionario, se han vuelto precios inalcanzables para los usuarios y/o consumidores. Los productos básicos han desaparecido de estantes y supermercados. Las colas en buen número de estos han desaparecido -o han bajado de manera importante su frecuencia- porque no hay productos básicos[6]. Arroz, azúcar, productos de limpieza o aseo se encuentran a precios considerablemente distantes de los lo que podría definirse como un producto básico o fundamental con precio accesible, según los niveles del salario mínimo. Los productos que tienen precios regulados son los de las cajas CLAP, pero estas a pesar de la supuesta distribución de millones de cajas a tantas correspondientes familias, no llegan a todos los lugares ni con la regularidad con que requieren las familias, a menos que se trate de grupos sociales beneficiados directamente por razones políticas o personales. Queda el no irrelevante asunto de la calidad de algunos de sus productos componentes, como los atunes, harinas o leche. Algunos de los productos mexicanos incorporados en ellas son de una calidad indescriptiblemente deplorable. 

El resultado anterior, está altamente asociado al proceso de dolarización informal que ha venido avanzando intensamente en la economía venezolana. Algunos de los servicios mencionados, como los de salud, en casos están siendo cobrados en dólares o en bolívares en el entendido de lo que estos representan en cuanto a determinada cantidad de dólares (lo cual es lo mismo para una población que gana en bolívares) y numerosos productos, repuestos o componentes son marcados con el dólar marcador que muchos manejan. La idea del precio único en economía y comercio internacional juega también su parte (si algo vale tanto en USA o en el sur de América no puede valer acá mucho menos). La economía así vende en dólares, pero paga sueldos en bolívares. Y esto lo ha permitido/fomentado la administración bolivariana con sus empecinadas y erradas políticas económicas y concepciones.

Los resultados  concretos en términos de nivel de vida, mas allá de la cifras macroeconómicas  y las proyecciones para el largo plazo, son que una botella de salsa de tomate o kétchup o una margarina de medio kg, producto complementario en la mesa de una familia, representa hoy día la mitad de un salario mínimo y, una bolsa de jabón de 1 kg, alrededor de dos tercios. Todavía quedaría la excusa de que existe un bono alimenticio pero en el momento actual es frecuente encontrar un cartón de huevos en 340 o 360 bolívares, lo cual representa más de la mitad del bono alimenticio, mientras, la estructura de costos no logra ser estructurada con precios acordados, en un contexto hiperinflacionario. Presentar la alternativa de los operativos puede relacionarse con dejarse atrapar en el terreno de la seducción ideológica, de la fantasía o del masoquismo

Para el 23 de los corrientes, el dólar superó los 240.000 Bs, lo cual acerca el salario mínimo a 1 $ y el bono alimenticio a un poco más de dos dólares; dado el escenario de precios planteado y el contexto hiperinflacionario, esta referencia no es baladí, pues un profesor universitario del más alto nivel puede bordear en su sueldo los 5 o 6 dólares (cuatro kilos de carne de primera o cuatro cartones de huevos), más los dos dólares y medio del bono alimenticio. Mientras, la acción de un operario o de un técnico y a veces casi empírico, de un nivel promedio puede ascender a 300,  500 u 800 mil bolívares. A la inflación, y correspondiente con ella, se le suma y la potencia, una distorsión de salarios relativos o la perdida de parámetros en los ingresos, además de la que cada día se pronuncia más en los precios de los bienes.

En este escenario la caja CLAP, con todas sus características, pasa a ser el reducto de los controles y los productos básicos, y esto lo saben los consumidores venezolanos empobrecidos y necesitados y todos los que les es difícil conseguir productos de la comida diaria; y lo saben los administradores bolivarianos que son los creadores de todo este escenario de pobreza y miseria. ¡Caramba con aquellos justicieros que pensaron  y piensan que los pobres hay que inventarlos/mantenerlos!

@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com




[1] Enrique Viloria, Jorge Cadavid: poeta de variados reinos. www.salamancartvaldia.es 24 de enero 2018.
[2] Revelada e iniciada con el default mexicano de 1982.
[3] Puede acotarse, sin embargo, que el presidente Chávez, antes del proyecto y ejecutorias de las misiones, iniciadas en 2004, tenía características de una especie de populista neoliberal.
[4] Relacionado con esto estuvo su infructuoso proyecto del ministerio de la felicidad.
[5] Escasez, altos precios, mercado negro, migración de productos, por mencionar algunos.
[6] También han desaparecido o acabadose productos en los supermercados por acciones gubernamentales como la reciente de remarcaje a precios de diciembre 2017.

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