La inmigración en Venezuela
Enrique Viloria Vera
Tú, el viajero, el insomne, el descontento,
el que levantaba las manos hacia los
relámpagos,
el que veía pasar las bahías
como la orilla serena y brumosa de la
tristeza.
Sabías soportar las lejanías, siempre tan del
corazón.
Sabías llegar.
Vicente Gerbasi. Mi
Padre El Inmigrante
Los inicios del Siglo
XX no fueron propicios para la inmigración de extranjeros hacia Venezuela. En
efecto, durante los 27 largos años que duró la dictadura de Juan Vicente Gómez,
el flujo migratorio declinó sustancialmente debido a la desconfianza del
régimen hacia la introducción de ideas progresistas o contrarias a los
intereses de la dictadura reinante. Ramón J. Velásquez, en sus Confidencias Imaginarias de Juan Vicente Gómez,
en la página 381, pone en boca del General, lo siguiente:
“Ya el año antepasado
Rafael María Velasco agarró a unos comunistas en Caracas y resultó como siempre
que habían venido del extranjero a traer esas ideas y habían conquistado a unos
estudiantes, a unos albañiles y a unos panaderos, Por eso yo no le hago caso a
Zumeta con eso de la inmigración. El quiere que vengan unos grupos grandes. Los
extranjeros que vengan, pero graneaditos, uno por uno, para que uno pueda
vigilarlos”.
En este orden de
cosas, no es sino bajo el gobierno de Eleazar López Contreras cuando la
inmigración adquiere nueva relevancia al formar parte del programa de gobierno
del nuevo presidente. La necesidad de una inmigración selectiva es sostenida
entusiastamente por dos figuras muy relevantes de la época: Alberto Adriani y
Arturo Uslar Pietri. Adriani en diversos escritos sostenía que uno de los
problemas de Venezuela era el de una población muy pequeña y poco preparada en
artes y oficios, por esa razón amparaba la conveniencia de la inmigración
europea, tanto para aumentarla y mejorarla. Adriani sostenía que la inmigración
europea “blanquearía” a la venezolana. Uslar Pietri, por su parte, en su
celebrado ensayo de 1937 Venezuela
necesita inmigración, sostenía la indolencia de las razas mezcladas y veía
a la inmigración europea como una panacea, como una verdadera “escuela móvil”
para la transmisión de conocimientos y costumbres que ayudarían significativamente
a mejorar la población venezolana por el mero hecho de la convivencia.
Bajo estas prédicas e
influencias, López Contreras es convencido de la necesidad de la inmigración
europea y promulga una nueva Ley de Inmigración y Colonización que recoge el
sentir de la intelectualidad del momento. Esta ley prohíbe, entre otras
disposiciones, el ingreso de personas que no sean de raza blanca. Sin embargo,
como bien lo comenta Susan Berlung en el Diccionario
de Historia de Venezuela de 1971,
Tomo 2, Pág. 795:
“El país recibió muy
poca inmigración antes de la
Segunda Guerra Mundial porque las únicas personas urgidas de
salir fueron los judíos y los españoles (republicanos o separatistas). De
éstos, los primeros no fueron recibidos en números apreciables por ningún país
latinoamericano y los últimos vieron su entrada obstaculizada en Venezuela
porque López Contreras pensaba que muchos de ellos eran comunistas. Unas 28.000
personas llegaron entre 1936 y 1940 pero, con la Segunda Guerra
Mundial la inmigración se paralizó”.
Esta situación va a
cambiar notablemente en el periodo comprendido entre 1948 y 1961, cuando los
gobiernos tanto de Acción Democrática, de Pérez Jiménez y de la Junta Patriótica ,
le dieron un impulso decisivo a la inmigración europea. En este lapso entraron
al país legalmente 614.425 extranjeros cedulados, aunque con la adición de
indocumentados y de los niños que no requerían cédula, se estima que el número
total de inmigrantes ha podido llegar a unos 800.000.
En relación con este
súbito crecimiento de la inmigración, en especial durante el gobierno
dictatorial de Marcos Pérez Jiménez - quien en 1952 ordenó a su director de
Inmigración: “Abra usted las puertas de la República a todo europeo que reúna las
condiciones convenientes a su juicio” -
en su muy prolijo ensayo de 1986, El
Proceso de Inmigración en Venezuela, en su página 272, la historiadora
Ermila Troconis de Veracoechea, comenta:
“El período de Pérez
Jiménez fue sin lugar a dudas, de un rápido desarrollo económico, a través de
su política de concreto armado dio un tremendo auge al proceso urbanístico en
todo el país, lo cual impulso la inmigración espontánea. Aparte de la gente que
era traída del extranjero para cumplir con los proyectos previstos por el Instituto
Agrario nacional, había muchísimas personas que atraídas por la propaganda de
la doctrina del Nuevo Ideal Nacional, veían en Venezuela un país próspero,
estabilizado políticamente y, sobre todo, con seguridad personal. Además, el
principal objetivo del Nuevo Ideal Nacional era el de mejorar las condiciones
de vida de los ciudadanos, dándole prioridad a la vivienda, para lo cual
desarrolló la construcción. Viviendas y vías de comunicación se transformaron
puntos clave de su gobierno y esto fue un factor decisivo para estimular a los
constructores italianos que vieron en este país el campo propicio para su
elevación socio-económica”.
Es de señalar que la
inmigración más importante que recibió el país en estos años fue la de
italianos, españoles, canarios y portugueses. Comenta Troconis de Veracoechea
que: “Había el cuidado de que mensualmente llegará un número equilibrado de unos y otros pues el
gobierno tenía interés en que los de idioma extranjero no sobrepasarán en
número a los que hablaban castellano, para así mantener nuestra identidad
lingüística, lo cual era parte de la política nacionalista que caracterizó esa
época”.
En lo que respecta a
la proveniencia de los inmigrantes, Berlung
precisa: “Entre los españoles un tercio era oriundo de
las islas canarias y otro similar de Galicia: Un tercio de los portugueses
provino de la isla de Madeira. El 60% de los italianos vinieron del sur, el 25%
del centro y el 15% del norte de la península; las provincias italianas con
mayor emigración hacia Venezuela fueron Bari, Salerno y L´Aquila”.
La presencia de la
comunidad judía en Venezuela es de vieja data,
siempre pequeña en número, pero de gran impacto y relevancia en los
distintos campos del saber y de los negocios. En efecto, de acuerdo con
información suministrada por Wikipedia:
“No fue hasta la llegada de judíos de Europa
del Este y norafricanos entre los
años 20 y 30 del siglo XX, que la comunidad judía comenzó a desarrollarse
completamente. Según un censo nacional tomado en el final del siglo XIX, solo
247 judíos vivieron en Venezuela como ciudadanos para 1891. En 1907, se creó la
sociedad de beneficencia israelita, que cambió en 1919 su nombre a Sociedad
del Israelita de Venezuela, como organización para aglutinar a todos los judíos
que se fueron dispersando a través de varias ciudades y pueblos del país. (…) El número de ciudadanos judíos se
incrementó de 475 en 1917 a 882 para 1926. De Europa
del Este y Central provino un buen número de judíos inmigrantes a partir de
1934, pero para entonces, ya Venezuela había impuesto restricciones específicas
ante la inmigración judía, que seguirán existiendo hasta después de los años
50. Antes de 1950, la
comunidad había crecido a alrededor 6.000 personas, incluso con las
restricciones de inmigración. Con la caída de dictador Marcos
Pérez Jiménez en 1958, más de 1.000 judíos
entraron a Venezuela desde Egipto, Líbano, Siria, Salónica, Turquía, la Unión
Soviética e incluso de Israel. Un número
desconocido de judíos también inmigraron de otros países latinoamericanos,
llegando a más de 15.000 por la década de los 70. Actualmente, hay más de
15.400 judíos viviendo en Venezuela, con
más de la mitad de ellos viviendo en Caracas, la capital. La judería venezolana
está repartida por igual entre sefarditas y asquenazíes”..
Paulina
Gamus, en el libro Nuestra Cultura,
patrocinado por la Fundación Venezuela Positiva, evalúa la presencia judía en
Venezuela de la siguiente forma:
“A diferencia
de otros inmigrantes que llegaron a Venezuela con la aspiración de lograr un
status económico para luego retornar a sus países de origen, la mayoría de los
judíos llegó con la convicción de que esta sería para siempre su patria:
no tenían ninguna otra. Muchos de ellos huían de persecuciones o de condiciones
de vida que los colocaban como ciudadanos de segunda clase. Encontraron en esta
sociedad, democrática por naturaleza, un mundo abierto para
desarrollarse plenamente como seres humanos y para verse superados en sus
hijos. Venezuela les ha permitido, porque así lo establecen sus leyes y por la
tolerancia que define la manera de ser de sus gentes, disfrutar de todos los
derechos ciudadanos, practicar libremente su religión y mantener los vínculos
con la cultura judía en todas sus vertientes”.
En lo concerniente a
las ocupaciones declaradas por los inmigrantes al ingresar al país se indican
las siguientes: agricultura, construcción y comercio, además de mecánico. El
censo realizado en 1961, arrojó cifras reveladoras sobre la evolución y
asentamiento final de los 800.000 inmigrantes, comenta Berlung:
“El censo nacional de
1961 enumeró solo a 526.188 extranjeros incluyendo 64.604 que se habían naturalizado.
Esto indica que por lo menos la tercera parte había dejado el país para esa
fecha. Según el mismo censo de 1961, la participación de los extranjeros en la
fuerza de trabajo se destacó en la artesanía y la manufactura (26.9%), la
construcción (27%) y el comercio (24.3%). El aspecto sobresaliente fue que una
de cada 2 personas en la categoría de gerentes, administradores, directores y
propietarios era extranjera” (Ob.cit. 766).
En lo que se refiere
a los años más recientes, la política de puertas abiertas a la inmigración,
permitida o consentida, se ha traducido en un aumento sustancial de los
movimientos migratorios espontáneos, no planificados, en una disminución de la
inmigración europea y asiática, y en un aumento de la latinoamericana, en especial
de colombianos, ecuatorianos y peruanos con el consiguiente agravamiento de los
problemas de vivienda, salud pública, educación y seguridad personal.
¡Ahora somos los
venezolanos los que emigramos!
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