jueves, 24 de mayo de 2018

MISMO MUSIÚ[1] CON IGUAL CACHIMBA[2]. O una manera de entender la “revolución” más larga del mundo


MISMO MUSIÚ[1] CON IGUAL CACHIMBA[2]. O una manera de entender la “revolución” más larga del mundo

EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ


Tres observaciones iniciales, con la intención de encuadrar intenciones y planes que tratan de presentarse como novedosos, para reencauzar las finalidades y el modelo con ya casi veinte años de duración de parte de la administración bolivariana.

a) En la mayoría de las revoluciones de corte izquierdista que se han dado en el mundo, con el transcurrir del tiempo se puede observar la presencia de menos revolucionarios  de propósitos pulcros/puros o preocupados por el bienestar colectivo; quiere decir esto que, su presencia o aparición es inversamente proporcional al transcurrir del tiempo. Así, el mercado y la verdadera democracia parecen ser más eficientes que la ideología.

b) En varias de las revoluciones observables, los primeros tiempos –al menos en cuanto a los planteamientos iniciales, parecen ser los más productivos o los de mayores esfuerzos; por una particular tendencia de rendimientos decrecientes, los resultados se van burocratizando, ralentizado o desapareciendo. Si uno revisa el caso soviético, chino o cubano más allá de autoritarismos, tiranía o ausencia de democracia (incluso crímenes de variado tipo) podría ubicársele a esos casos, logros, alcances o avances en metas o elementos de competencia que estuvieron presentes en los tiempos de la guerra fría (digamos hasta 1989, pues el escenario y dinámica de hoy al menos del caso chino y soviético –hoy Rusia- son otra cosa). Dado lo señalado y los casi 20 años de su duración –hasta ahora- y los pocos logros y avances que puede presentar al mundo o más bien el acentuado deterioro económico y social que si puede presentar[3], junto al excedente petrolero manejado durante el mismo período, la “revolución” bolivariana puede ser catalogada como la intención revolucionaria que más tiempo le ha pedido a la humanidad para ser exitosa en algo atinente a la transformación económica, éxitos en el área social o industrial e independientemente de en qué han terminado las otras. 

c) La “revolución” bolivariana ha terminado –aunque con controles y políticas intervencionistas- desarrollando un particular capitalismo salvaje y generador de exclusivismos y polarización; llevándolo al extremo puede decirse que ha terminado deteriorando el salario real –de casi todos, menos de la camarilla o los corruptos- como el más salvaje de los programas de ajuste neoliberal de los años ochenta y noventa del siglo XX y que la izquierda criticó acérrimamente; aunque sin sus conceptos e intenciones en la política económica.

Esos tres elementos iniciales sirven de entrada para tratar de entender al recientemente juramentado ante la ANC presidente Nicolás Maduro que, según el CNE (realmente existente), resultó reelecto con más de 6 millones de votos. Apartando consideraciones sobre legitimidad o pulcritud de todo esto último, el presidente Nicolás Maduro -todavía propiamente desde su primer mandato- y teniendo responsabilidades acumuladas durante casi 20 años, como muchos de los que estaban presentes en el discurso del caso, desarrolló una especie de autocrítica a buena parte de la administración que él representa, para terminar concluyendo algo así como tenemos muchas cosas que mejorar, que podemos hacerlas mejor, porque no lo estamos haciendo bien y es tiempo de rectificar y volver a lo que construyó el Presidente Chávez hasta 2012[4]. Tales actitudes podrían estimular entusiasmos, pero no a quienes conozcan en detalle la administración bolivariana o la madera de la que están hechos varios de los cuadros que la conforman.

Por esta vías, el presidente Maduro creó –entonces- en su alocución un nuevo entusiasmo para él y sus acólitos, pues las expresiones sobre la grandeza, su carácter de vanguardia y la fe en el noble pueblo venezolano, integrado por lo que serían los seguidores y beneficiarios de los “logros” de la revolución bolivariana, se enfrentaban irremediablemente a la realidad de haberse conformado mayoritariamente –tal pueblo, el del padrón electoral- en las últimas elecciones (donde él fue “reelecto”) por los que no votaron por nadie. Así, el presidente logró estructurar un discurso que no debía ser –según él- discurso, ni aplausos y recordaderas del presidente Chávez, sino que debía  tratarse en este caso de la creación y puesta en marcha de una especie de gran plan de rectificación[5] que pudiera permitir incluso aumentar la producción petrolera en un millón de barriles (1), aprovechando los esfuerzos y voluntades de los obreros petroleros[6].

Por fin, para el final, el presidente planteó los cinco puntos que consideró fundamentales para tales planes e intenciones. a) Pacificación para nivelar y trabajar en beneficio de la nación. Convocó para ello a todos, hayan sido o no favorables a él en el voto. También convocó a iniciar procesos para liberar a algunos presos políticos. b) Acciones con el empresariado y otros agentes en el país para establecer acuerdos económicos.  "Los Clap no son circunstanciales, es una propuesta para quedarse, (...)"[7], "La segunda línea es avanzar a un acuerdo económico productivo para estabilizar la economía y para la recuperación creciente y sostenible del crecimiento económico, en función de la producción de riqueza y la satisfacción de necesidades"  (www.panorama.com.ve 24 de mayo 2018.) Esto se ha escuchado numerosas veces y generalmente no se han cumplido los finiquitos de los acuerdos. c) Acuerdos para fijación de precios con agentes económicos diversos, pero lo mezcló con la necesidad de establecer una nueva ética patriota y ciudadana. d) Sin mayores precisiones insistió en la nueva educación pública, nueva cultura, nueva salud y la necesidad de crear un mapa de lo nuevo. e) Defensa de la patria y lucha contra las sanciones y conspiraciones, resaltando los efectos que tendrán las primeras.

En distintos momentos los cinco elementos se confunden con otros. No es fácil tampoco diferenciar estas propuestas, de otras que se han hecho numerosísimas veces. Cerca del final dijo el presidente Maduro  “Tenemos todo el poder político de este país. No podemos tener excusas para atender los problemas del pueblo”. Aplicando -sin embargo- los conceptos de eficacia y/o eficiencia que mencionó en su discurso, es altísimo el nivel de ineficacia que ha tenido la administración bolivariana para alcanzar esto último en casi 20 años.


@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com




[1] “musiú” al parecer  viene de la contracción venezolana de “monsieur” o señor en francés.
[2] Pipa.
[3] Hiperinflación, inseguridad y migraciones en magnitudes y niveles poco frecuentes.
[5] No afectó esto el que el presidente se regodeara con los suyos, recordando los “gloriosos“ pasados izquierdistas o que no perdiera oportunidades para pasarle factura a la derecha, los guarimberos o al imperialismo.
[6] Pasándole por encima a problemas estructurales graves que presenta PDVSA  en endeudamiento, rezago de pagos, inversión y áreas de dedicación entre otros asuntos. “Este año tenemos que aumentar el millón de barriles y si hay que pedir apoyo a la OPEP, a Rusia, a China, a los países árabes, hágalo, Quevedo. Venezuela tiene que repuntar y sobrepasar ese millón de barriles” (www.eluniversal.com 24 de mayo 2018). La producción petrolera alcanzó a menos 1,5 millones barriles diarios en abril 2018.
[7] Poco menos que impresionante para la aguda crisis humanitaria existente en el país y las ineficiencias y sentido politizado que han adquirido estos instrumentos de distribución de alimentos.

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