POPULISMO E
INEXACTITUDES EN LA “REVOLUCION BONITA”. O
una manera de percibir los resultados del 20 de mayo en Venezuela.
EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
Redistribucionismo
sin restricción presupuestaria, dadivas e ingresos para buscar adeptos, regalar
cosas desde los gobiernos para buscar votos, apuntalar a los buscadores de
renta para que se sientan cómodos en una economía de por si rentista,
distribuir dineros y que los ciudadanos se aprecien bien sin trabajar, apoyar
los procesos de corrupción y amiguismos para la comodidad de las camarillas; todo eso es populismo. No lo inventaron los
oficialistas de la actualidad venezolana –pues otras administraciones
venezolanas también lo usaron y ampliaron antes de 1999- pero si lo han
desarrollado en sus máximas expresiones y en sus líneas básicas y de detalle de
distorsión y disfuncionalidad.
Los resultados
electorales del 20 de mayo de 2018, planteados en la versión CNE, no son nada
esperanzadores para la administración bolivariana. En primer lugar -y grosso modo- con un CNE como el que existe, es
de suponer que los resultados son de ahí para abajo y en sentidos muy poco convenientes
para el gobierno. En segundo lugar,
la administración bolivariana no va a hacer nada distinto a lo que ha hecho, porque no puede según sus concepciones
y sus ataduras internacionales. En política
seguirá manejando el mismo estilo, asesorada por sus bien pagados consejeros extranjeros y, en economía – ha demostrado que poco le importa-, seguirá señalando que todo
va muy bien.
En particular en economía persistirá tratando de
vender el Petro; ejecutando política
de gasto, monetización del déficit y aumentos de salario, que potenciarán el
contexto hiperinflacionario; lidiando con los acreedores internacionales, que
cobran deudas importantes pero pírricas ante los dilapidados 1,2 billones de $
de ingresos petroleros durante casi 20 años; difundiendo la idea de que hay una
guerra internacional contra la economía de Venezuela; señalando que en
Venezuela no hay hambre y que nadie se quiere ir o que los que lo hubiesen
hecho, ahora se van a arrepentir y a querer regresar; que Venezuela va en
camino de convertirse en un país potencia, donde se producen muchas cosas y se
lograrán exportar otras tantas: en fin palabras sin contenido y sonidos sin
respaldo.
En política continuará hablando del poder
popular, de una democracia participativa y protagónica, mientras la desinstitucionalización
y el autoritarismo destruyen crecientemente el Estado y los restos de la democracia
que muchos ahora pueden añorar, a pesar de todo lo malo que se desarrolló o
presentó en las expresiones tardías de
la Democracia de partidos[1].
Seguirá repitiendo que los ciudadanos están felices con estas formas “democráticas”
de los puntos rojos y con los incondicionales que piensan que ahora si son
tomados en cuenta. Una presión y un condicionante muy grande que tiene en esta
dimensión, es la observación y las acusaciones que pesan sobre varios de sus
funcionarios Para todas estas cosas,
indudablemente aprovechará su ANC y cualquier instrumento legal que invente o
improvise así como insistir en que quiere paz, amor y desarrollar las negociaciones
otra vez[2].
Pero como
sabemos, hay otros resultados que no son los del CNE. Estos resultados
alternativos hablan de 17 millones de personas que no votaron. No es interés de
esta nota discutir el importante problema de la legitimidad, con elecciones donde habrían votado un poco más de
tres millones de alrededor de 20 millones, como variados actores han presentado y manifestado.
Hagamos un ejercicio amable, forzando los datos que referimos y pensemos que votaron
5 millones de personas. Incluso planteado así surgen numerosas interrogantes.
En primer lugar y de manera global, debería
uno preguntarse sobre la efectividad del tipo de populismo desarrollado por la administración
bolivariana, para mantener la consecuencia de sus supuestos seguidores. Y en segundo lugar y en alta
correspondencia con lo anterior, las determinaciones que podrían venir de los
profundos efectos de una no menos profunda crisis económica y social, donde hay
una abierta crisis humanitaria que implica hambre, miseria, desazón y
desesperanza: infelicidad, en una
administración que se planteó crear un ministerio de la felicidad[3];
pero también de los efectos y resultados de enfrentar a un pueblo que vivió en
democracia y que nunca expresó simpatías por el socialismo y sus variantes,
pero que ante frustraciones y resultados adversos en administraciones anteriores
a la iniciada en 1999, pudo ser seducido por una ideología, por una mezcla o
pastiche, en cuyas esperanzas pudieron creer resentidos, frustrados,
necesitados de caudillos y otros por propia voluntad y convicción. Un verdadero
desmentido tienen en estos resultados,
algunos que siempre piensan que al pueblo le puede inevitablemente gustar el
socialismo, comunismo o las formas particulares de un socialismo rentístico plagado
de distorsiones y paradojas.
Dada la
existencia de los puntos rojos y distintos mecanismos de presión hay que
preguntarse: ¿dónde están los 10/15 millones de inscritos y portadores del carnet de la patria que eran
considerados o por lo menos sugeridos por el presidente Nicolás Maduro como seguidores
automáticos de la “revolución bonita”? ¿Dónde quedaron los seis millones de
familias a los cuales les llegaban regularmente -según el presidente- las cajas
CLAP y que también eran considerados amantes y potenciales continuadores
felices de sus obras? Consejos comunales, organizaciones populares diversas de
la “revolución”, que son repetidas decenas y decenas de veces en cada alocución,
deben también considerarse. Por lo demás, debe darse por descontado que existen
más de 2,5 millones de empleados públicos desde hace un buen rato, a los cuales
se les exigen correspondencias en la dedicación y en el voto. ¿Falta de
fidelidad, abandono de la dedicación, amor comprado, confusiones de ideas? Tendría
alguien que precisarlo. Otra idea más terrible y nada democrática, es que deberían
existir mayores mecanismos de control y supervisión[4],
para que los supuestos seguidores ejecuten efectivamente su función de
seguidores.
Llegado a un
plano así, uno debería preguntarse sobre la sostenibilidad de una condición política
de esta naturaleza, o caer en un terreno de reflexión como es efectivamente el
de la legitimidad. Más aun, en un
contexto donde la indetenible diáspora seguirá amenazando y materializando la
salida de numerosos venezolanos de una y otras posiciones y condiciones.
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com
[1]
Para un caso lleno de particularidades como el de la actual Nicaragua es
pertinente la idea de Sergio Ramírez: "Los nicaragüenses lo que quieren
es que les devuelvan la democracia" (www.bbc.com 21 de mayo 2018).
[3]
Estas expresiones no las indicamos con sorna pues en la misma economía se han
estructurado indicadores relacionados y hasta uno llamado de sufrimiento macroeconómico,
el buen vivir, mejor vida y otros.
[4]
Algo así como controles sobre controles.
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