POLARIZACION DESDE
PERFILES DEL CONSUMO Y DEL POPULISMO
EDUARDO ORTIZ RAMIREZ
“…si bien la desigualdad y la pobreza extremas son
inaceptables en la mayoría de las sociedades, algunas disparidades de ingresos
y riqueza son consideradas, en general, como un corolario tolerable, y hasta
inevitable, de una economía de mercado, aunque el nivel específico de
desigualdad que se considera apropiado varía en los diferentes países. La
cuestión real, entonces, pasa a ser la justicia percibida en una sociedad
determinada -un indicador difícil de cuantificar-. La meritocracia, la
transparencia y las limitaciones en los extremos parecen ser las dimensiones
más salientes de esa cuestión. En cierta
medida, las percepciones de las tendencias económicas por parte de las
sociedades -ya sean positivas o negativas- se reducen a las respuestas
políticas. Cuando los responsables de las políticas ignoran las pérdidas en
determinadas regiones o sectores, el resultado es furia y división social -y
opiniones negativas sobre la trayectoria de la economía-. Cuando los
responsables de las políticas ofrecen una protección adecuada a sus ciudadanos,
es más probable que esas opiniones se vuelvan positivas”. Michael Spence Project Syndicate Febrero 23, 2018 https://www.project-syndicate.org/commentary/unperceived-long-term-welfare-gains-bymichael-spence-2018-02/spanish
Varias formas de inequidad,
desigualdad o polarizaciones en la distribución del ingreso pueden darse en la economía
y, existen, correspondientemente, otros tantos y numerosos parámetros e
indicadores para medirlas; desde las distribuciones factoriales del ingreso,
las relativas a percentiles, el ingreso familiar o hasta tipos de consumo que
puedan expresar patrones de crecimiento, aquellas desigualdades o hasta
dinámicas culturales. De alguna manera, uno de los objetivos compartidos de la
política económica es que esta deba alcanzar redistribuciones de la torta o de
la riqueza, en lo que puede llamarse un crecimiento
redistributivo de baja inflación.
Para la administración bolivariana
todo ha venido haciéndose bien y, los resultados, han venido creciendo en corolarios
positivos y satisfactorios a través de sus políticas económicas que no modifica y políticas asistencialistas teñidas de populismos e intereses políticos, que
han logrado no ser exitosas pero si aumentar acelerada y declaradamente la
pobreza. Mientras, en mayo 2018 nuestro salario mínimo, incluso integral (Bs
2.500.000) no alcanza a 4 $ del mercado paralelo si tomamos una página conocida
(Dólar Today) que ahora es prudente ante lo que registran otras para ese
mercado discrecional, donde convergen muchas necesidades y pocas ofertas de
divisas[1]. De manera diferente en Colombia y Perú (y ante aumentos del salario mínimo para 2018,
comedidos y prudentes e incluso interpretados en las discusiones al respecto
sobre sus posibles efectos en la economía, pero no ubicados como perniciosos)
se ubicó bordeando, para los dos casos, cerca de los 300$ sin contextos
inflacionarios problemáticos y mucho menos hiperinflacionarios.
Pero, como se sabe, en la economía
todo esto termina materializándose en las formas de consumo que son de las
necesidades básicas del ser humano. Numerosos migrantes se han enfrentado hoy día,
no solo al elemento inmediato de los supermercados llenos (que los tuvo
Venezuela y los tiene toda economía donde se vaya por caminos sanos y por un
crecimiento que aun sin ser de una tasa excesivamente alta se convierta en
perdurable), sino al acto básico para un
consumidor de medir y cuantificar cuantos kilos o paquetes puede adquirir con
porciones de su salario, tenga este el nivel que tenga; añadiéndosele a esto la
tranquilidad y el sosiego de no tener que considerar si al otro día o a los tres
días habrá aumentado de precio, como sucede en los contextos
hiperinflacionarios y en la dinámica venezolana de la actualidad.
Dos formas de desigualdad o de polarización
-palabra forzada que usamos en esta nota-, pueden resaltarse entere muchísimas otras
que existen en la actualidad del consumo en Venezuela.
La primera,
atañe a los efectos de la dolarización informal por la que transita la economía
en los precios de numerosos bienes y en la conversión del consumo como espacio
de altas sofisticaciones aunque se trate de la más fundamental de las acciones
y del más primario de los derechos que es la posibilidad de comer o
alimentarse. De un lado a otro de la ciudad han surgido variados expendios de
alimentos con precios clara y dinámicamente dolarizados. Calcular el salario mínimo
con los precios de tales establecimientos se convertiría en una tarea altamente
fantasiosa dado el nivel en Bs del salario mínimo que ya hemos señalado. Alimentos
y productos variados de un hogar mantienen allí precios realmente privativos
para numerosos consumidores. ¿No es este acaso un criterio o un resultado –como
se quiera ver- de alta desigualdad e inequidad vista desde el consumo (o la
escasez) y sus interrelaciones con el nivel salarial y el mercado cambiario? ¿No
es esto la derivación automática de un conjunto de políticas mal concebidas,
tercamente mantenidas y peor ejecutadas, basadas en el control de precios,
mercados, y que no han terminado en éxitos sino en fracasos?
La especulación no es la determinante
de la inflación (numerosos elementos conocidos en economía y que ha ejecutado y
sigue ejecutando esta administración, si lo son), pero una vez desatada la
hiperinflación, pasa a ser un elemento retroalimentador de la misma, más aun si
aquello que Carlos Marx –hoy recordado por sus doscientos años- llamó “la
potencia de las potencias” (el dinero) termina convirtiéndose en una mercancía
(el actualmente ansiado efectivo en Venezuela; y cuya escasez ha desatado
mecanismos[2],
fantasías y caminos verdes diversos[3]).
La segunda,
atañe a la inequidad y desigualdad que se asocia a encontrarse entre grupos de
seguidores anotados o beneficiados automáticos de la administración bolivariana,
por tener un carnet, seguir una línea o también pasar callado y beneficiarse con
la bolsa o caja CLAP, pues aunque hay casos donde no se pone ese requisito,
siempre terminan en algunos de ellos las posibles o tentativas llamadas de alerta
o de atención sobre atender cualquier posible llamado que se haga. Las cajas
del caso, no llegan con la regularidad señalada por la administración y, en
varios casos, no traen determinados productos. Es conocido -o se puede inferir-
que los mejor ubicados o cercanos a esferas de poder o de tráfico de influencia
o de corrupción recibirán cajas o bolsas mejor dotadas. Muchos conocen además la
mala calidad de productos de los que se han incorporado, aunque recientemente se
han podido observar mejoramientos por productos incorporados desde otros países
a los que se habían vuelto tradicionales. Pero, en cualesquiera de los casos,
es indudable que estas medidas asistencialistas de un claro corte populista,
han colocado a la población en una situación de cuasi mendicidad al tener que
buscar alimentos que compensen la escasez y los altos precios. Y, en esa medida
y la de los exclusivismos, se ha generado una polarización entre los que pueden
y los que no pueden accesar a tales instrumentos.
Es esta, parte de la igualdad y la dinámica
que ha construido la “revolución bonita” y la administración bolivariana con
los presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro en casi 20 años. Las “elecciones”
que se acercan, representan un proceso dado en condiciones de hambre y profunda
crisis humanitaria como nunca había visto la nación.
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com
[1]
Basta ver los resultados de las 12 subastas Dicom de 2018.
[2]
Como el caso de precios más bajos –o deflación- de productos y procesos cuando
se cancelan en efectivo.
[3]
Muy probablemente, dadas las particularidades de políticas e instrumentos
vistos, a partir de junio estén presentes, en distinto grado o porción de
participación, tres conos monetarios y los agentes económicos convivan con
ellos.
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