COLAS DEL HAMBRE,
TRANSPORTE EN RUINAS, INSEGURIDAD PERMANENTE, SALUD DEPLORABLE. Una manera de descubrir la calle.
EDUARDO ORTIZ RAMIREZ
Adicionales problemas pueden
mencionarse/analizarse, abundantes cifras pueden presentarse, variadas
proyecciones pueden armarse, y todo ello será insuficiente para que la
administración bolivariana reaccione en el sentido de sus no-logros, sus
fracasos y su inventadera permanente de medidas efectistas, dislocadas e
infructuosas. Basta para ello pensar en uno o dos problemas que haya
solucionado la administración del caso (¿Cual ha solucionado es la pregunta
subsecuente?). Por ello, y para no perder la capacidad de indignación cada vez
que se comete una injusticia en el mundo,
como expresó alguna vez uno de los iconos de la izquierda mundial[1],
veamos cuatro problemas que persisten en su notable agudeza.
Las colas del hambre. Por políticas de controles, que persisten para mantener terquedades,
ideas desviadas sobre el desarrollo e incluso privilegios en cadenas de
enriquecimiento y corrupción, la escasez de bienes básicos y de variado tipo
persiste; lo que aunado a la dolarización informal le presenta al ciudadano
común el escenario de que variados
bienes si pueden estar a disposición, pero con precios dolarizados con los
terribles niveles que presenta el portal madre[2]
(Dólar Today) y los nuevos sitios de generación de niveles y promedios que
afectan implacablemente al productor y al consumidor, y que -por lo demás-
llevaron a la derrota de la administración al reconocer o permitir una tasa de
cambio superior con creces a la no operativa –para la mayoría- tasa derivada
del DICOM II para el cambio de remesas, ahora presentes en Venezuela por
distintas vías.
La crisis humanitaria, las
expresiones del hambre, la indiferencia estatal, la búsqueda de comida en los
vertederos pequeños y grandes y la aparición de enfermedades, junto a la disminución de tallas y pesos, son ya
suficientemente difundidas nacional e internacionalmente en cuanto al actual
escenario venezolano. A eso se le aúna, el desespero y la actividad complementaria
para conseguir algo como medio de sustento o de vida y en ello es de destacar
el grupo de personas que deambulan por las interioridades del Rio Guaire
buscando alguna forma de riqueza o ingreso -también ante la indiferencia de la
administración bolivariana-. Pero ante el deterioro económico y social
creciente de la nación, siguen apareciendo nuevos inventos y soluciones. Es el
caso ya no de las sempiternas colas del pan, o cuando aparece un producto -incluso
a nuevo precio o una oferta que no lo es tal-, sino a dramáticas colas del hambre de la calle que se
presentan ahora en plazas y lugares públicos. Se trata de colas donde alguien
con un recipiente, por lo demás indescriptible, distribuye sopas para
comensales en estado de alta miseria y desespero. Estas colas resumen sin
mayores palabras, la regular crisis humanitaria que ha pasado a presentar la nación
como resultado de la “revolución bonita”-
Transporte en ruinas. Un segundo problema, es el caso del transporte y que lo protege o “soluciona”
la administración con la misión
transporte. La administración ha entregado selectivamente taxis y otros
medios de transporte y también ha pasado -en arreglos conjuntos- a
producir/ensamblar autobuses -por ejemplo-; pero así como esto ha sucedido, el
escenario productivo y económico general ha llevado a que numerosas unidades de
transporte de propiedad privada -pero de servicio público- se encuentren
paradas por falta de repuestos o excesivos costos; en el caso de unidades bajo
manejo estatal basta ver el creciente cementerio de Las Adjuntas, en cuanto
metrobuses y vagones del metro de caracas.
Claro, por asuntos de “solidaridad,
sensibilidad y manejo de lo popular y lo sencillo”, la administración ha
permitido -incluso estimulado- con sus propias unidades, que se desarrollen las
“perreras”, “ruta chivo” y cualesquiera otra expresión que le dé “gracia” a una
mala solución para un agudo problema. Unidades públicas y privadas transportan,
así, gente en condiciones poco menos que desagradables, inhumanas y peligrosas.
Indudablemente que ninguno de los dirigentes de la revolución necesita o usan
estos transportes. Como tampoco al antiguamente motivo de orgullo, metro de caracas, que ahora francamente
gratis se dirige cada día mas a
formas no vistas de deterioro: desorden, escaleras eléctricas inutilizadas,
aire acondicionado alterado, perdida y abandono de normas; lo cual presenta una
distancia considerable con cualquier interpretación de la masificación en
metros del mundo, cuando, ceteris paribus, pueda uno apreciar países con
orden y aplicación de normas, buscando evaluar los resultados de esta última.
Un país con gasolina, ya literalmente
regalada producto de políticas populistas y de la idea de que “somos un país
petrolero”, se enfrenta ahora a la disminución de su capacidad productiva
(bordeando 1.300.000 b/d para junio 2018), a la necesidad de comprar gasolina y
a otras alteraciones colaterales. Pero –además- a una administración que con
engaños populistas, invita a la compra de aceite de motor a precio justo a los
ciudadanos, pero no haciéndolo, de todas maneras se recompone y promete poner
orden en el consumo de la gasolina y hasta por qué no decirlo – pues se le
puede ocurrir alguien- poderse convertir en un líder del control y la vigilancia
del cambio climático global, en base a un censo de vehículos que terminaría en
alguna forma de apoyo social y estatal a través de un carnet de la patria.
¡Impresionante!
Inseguridad permanente. Pero no todo puede ser negativo ¿¡!?. Hay cosas buenas. Un
amigo estimado me decía como, ese fenómeno incontrolable y creciente de las
migraciones desde Venezuela, cuando implica, como en parte se sabe que pasa, la
salida de pobladores de distinto nivel, formación e intención como cuando se
trata de pilluelos, trae y ha traído la disminución de la delincuencia en zonas
del país. También puede uno ver como el recogimiento temprano de los habitantes
de la ciudad de Caracas, por la permanente inseguridad y los altos costos del transporte,
ligado al menor uso de los vehículos porque se evita la inseguridad o porque no
se tienen repuestos o mecanismos para mantener un vehículo, ha llevado a la
disminución de colas y atascos. Colas históricas en variadas zonas y puntos de
Caracas han, así, desaparecido.
Pero la inseguridad en variadas zonas
no ha desparecido. Las fuerzas del orden público se recogen temprano y en
algunos casos “no se meten en problemas”. De ahí que en numerosos casos se ha
estructurado la expresión “hacerse el policía de tal o cual lugar”, pues estos
u otros funcionarios de otros cuerpos eluden la atención de solicitudes que les
puedan presentar los ciudadanos. Y –obviamente-
la flexibilidad lleva en muchos casos a ser comprensibles con tal actitud, dado
su relativo desguarnecimiento ante bandas y grupos delictivos.
Salud deplorable. La medicina se ha privatizado. ¿Cómo pudo lograr esto una
administración que desde sus inicios con el presidente Chávez (1999) se planteó
como justiciera y reivindicadora del derecho humano fundamental de atención a
la salud? Barrio adentro/ barrio afuera, edificios adentro/edificios afuera, la
salud presenta crecientes visos de deterioro y dificultades para su atención.
Las instancias públicas de atención de la misma se descalabran cada día más,
con exigencias a pacientes o usuarios en cuanto a lo que deben llevar para
poder ser atendidos. Quirófanos en mal estado, servicios desaparecidos o grupos
de niños que mueren por malnutrición o reaparición de enfermedades que se
habían superado son el registro constante.
Más aun, se trata de un terreno donde
la dolarización informal se
introduce sin contención, para las actividades médicas, odontológicas,
laboratorios o cirugía. Cualquier atención menor puede ser cobrada en pleno
territorio venezolano en 300 o 400 dólares, que, en la republica con $ a 3 o 4
millones de bolívares, representa una cantidad de dinero considerable[3].
A estos costos para el ciudadano, a estos ingresos relativos en determinadas
profesiones, se le deben acoplar adicionalmente para el contexto de la crisis
del sector salud, la baja remuneración de enfermeras y personal de apoyo
técnico que recientemente ha removido
algo del país, planteando muy validos reclamos salariales.
La calle pasa a registrar la aguda
crisis en malnutrición, deformaciones, alteraciones orgánicas, niños
subalimentados, ancianos desatendidos y un sin número de expresiones del período
deplorable que tiene el país en salud. En la capital es un drama agudo, pero en
el interior del país es más terrible aun la situación de hospitales, geriátricos
y sanatorios mentales.
La administración bolivariana no vive
ni sufre la calle. Y a muchos de los grupos y dirigentes políticos de la
llamada oposición, la calle les causa miedo y tampoco la viven.
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com
[1]
Aunque muchos de sus simpatizantes no resistirían vivir bajo su lacerante yugo,
como en parte señalaba recientemente Yoani Sanchez.
[2]
Termino que extrapolamos del concepto de masa madre.
[3]
Por lo demás, estos dólares representan el salario mínimo en varias economías
latinoamericana; pero muy lejos del venezolano.
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