EL
CASO DE JOSÉ IBARRA, PROFESOR DE LA UCV
Enrique
Viloria Vera
No sin cierto dolor de Patria,
nos enteramos de lo acontecido con los zapatos de este profesor universitario
(PU); su caso se ha hecho viral en las redes sociales, pero antes de comentar
el inaudito asunto, leamos lo expresado por Eduardo Ortiz Ramírez, también
profesor de la UCV:
Es
conocido que, en los años sesenta y setenta del siglo XX, los PU podían tener
en Venezuela un nivel de vida comparable al de algunos otros países cercanos –
e incluso superior-, contando con un escenario de escasa inflación (al menos
hasta mediados de los setenta). La población -grosso modo- y los PU podían,
entre otras cosas, comprar libros. Numerosas ediciones llegaban en esas décadas
al país -y todavía en las dos siguientes- y nutrían, junto a otros
materiales, librerías dilectas que tenía la Caracas de entonces, así como otras
ciudades del país. También, en esas décadas de los sesenta y setenta, los PU
podían viajar a especializarse o participar en diversas actividades
científicas. Además, podían pensar en vivienda, autos y buenas condiciones de
alimentación. Pero, ya a finales de los setenta y en los ochenta comenzó el
deterioro, que hasta hoy ha logrado conformarse como una recta de casi 45
grados con pendiente negativa que registre nivel de vida y tiempo. Pero incluso
todavía a inicios de los ochenta, un Profesor Instructor a Dedicación exclusiva podía
ganar sobre los 7.000 bolívares y ello representaba -sin haberse dado el 18 de
febrero de 1983- cerca de 1700$. Pero el deterioro, en una administración tras
otra, no dejó de pronunciarse, pues el contexto de inestabilidad cambiaria
iniciado con el fatídico viernes negro y continuado con malas políticas y
gobiernos que no fue siempre fácil -y/o los ciudadanos no quisieron-
identificarlos como uno peor que otro, llevaron a la nación a formas de
deterioro en las condiciones de vida de sus ciudadanos y en estos iban, con su
-en muchos casos- espíritu de sacrificio y generación de esperanzas, los PU.
Pero no se podía prever que llegase al poder una administración como la
bolivariana, y que algunos pudiesen esperar que varios contestatarios y
políticos de la izquierda de los tiempos de la guerra (como gustan en decir
algunos), de la pacificación, de la vida de los partidos políticos y de los
golpes de estado, anidaran parte de sus esperanzas para transformar en buenas
líneas la sociedad y la economía (cosa que ya no hicieron) y –además- pasara a
tener el sector universitario defensores como condotieros medievales que
hicieran valer los reclamos históricos y fundamentales de los PU, según venia
la evolución planteada previamente .Nada que ver, pura ilusión. Aquellos
señores se olvidaron –apechugados ya en tal momento con el poder- de la vida
contestataria.
El profesor
Ibarra mostró fotos de sus zapatos rotos y prácticamente inservibles por efecto
del tiempo y las largas caminatas diarias que debía efectuar para legar a la universidad,
en virtud de la ausencia de transporte público. Para tristeza de todos sus
compatriotas informó que, con su menguado sueldo, no podía adquirir un nuevo
par y para su infortunio tampoco tenía dinero suficiente, visto su menguado
salario universitario, para pagar el arreglo de los viejos calzados.
Prontamente la
solidaridad del venezolano se puso en movimiento, el PU Ibarra recibió un lote
de zapatos nuevos o de poco uso, se reservó unos cuantos pares para sí mismo, y
el resto los repartió entre otros profesores tan necesitados como él. Asimismo,
constituyó una asociación por los zapatos dignos, a fin de aglutinar el
legítimo reclamo de los PU habida cuenta de su cada vez más precaria calidad de
vida. En todo caso, es bueno tener presente lo afirmado por Locke:
Nuestros
ingresos son como nuestros zapatos: si son demasiado pequeños, nos aprietan y
nos pinchan; pero si son demasiado grandes, nos hacen tropezar y caer.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario