LA FALSA CONCIENCIA, LA INFLACIÓN Y EL
BIENESTAR EN LA ECONOMÍA VENEZOLANA. O
una manera de enmarcar ideas ligeras sobre la transformación económica.
EDUARDO ORTIZ RAMÌREZ
La falsa conciencia es un concepto difundido
de tiempo atrás y de variadas implicaciones, que nos puede llevar desde Marx a Marcuse y Habermas y que puede implicar, ilusión,
ideología dominante, grupos de poder, entre otros. Va siempre, directa o
tangencialmente a remitirnos a una visión distorsionada de la realidad y correspondientemente
sus inspiraciones son filosóficas y se interrelacionan con criterios como los
de los filósofos alemanes del siglo XIX, donde la ideología oscurecía la realidad. Esta nota intenta aplicar esto a
algo de la realidad venezolana actual, en la perspectiva del bienestar, el
mercado y la inflación.
Es la distribución
del ingreso y uno de sus derivados, el nivel de bienestar económico y social
que se alcanza para los ciudadanos de una economía o sociedad, un área
fundamental para la economía. Algunos
han pensado incluso, que son de observar dudosamente, aquellos análisis que
desde la economía no incorporan tales asuntos. Correspondientemente, con ello
uno de los factores o variables macroeconómicas
que más puede afectar aquellos es la inflación -o crecimiento no parejo
de los precios de los bienes y factores de la producción y la economía-. Por
tanto, nunca se ha conceptualizado que el crecimiento y el desarrollo impliquen
especies de sanciones, castigos o penurias
por los cuales obligatoriamente deben pasar todas las economías. Esto es,
en la teoría, se puede haber albergado la posibilidad de que los frutos del
crecimiento puedan ser a mediano o largo plazo, pero no se ha estructurado una visión
conformista o justificadora de los resultados de políticas económicas
inadecuadas, como las actualmente en curso en Venezuela, que se exprese en
ideas como “ahora nos toca a los venezolanos comernos las verdes” o “ya se nos acabó
el tiempo de las cosas o bienes baratos”; coligiéndose algo así como “ahora nos
toca sufrir”. Esta es la falsa
conciencia que inspira esta nota-.
Claro que, esto
presenta un terreno ideológico complementario, que son las ideas de
oficialistas incondicionales que están dispuestos a la justificación irracional
de cualquier resultado; de acomodados o articulados a la administración en
curso y que mantienen buenos niveles de vida o de “financiamiento”; de
ciudadanos indiferentes ante la inflación por ubicarse en estratos altos de la
distribución del ingreso; o de aquellos
que simplemente lo derivan de malos
manejos de la información; entre otros perfiles.
Ante los embates
irremisibles de la hiperinflación, que ya bordea como promedio más de 80% mensual
para los meses transcurridos del 2018[1];
ante la profundización de la escasez de divisas, bienes y efectivo; y, en un
escenario donde a numerosos pobladores solo les queda -o fundamentalmente- la
opción de adquirir bienes básicos y escasos al precio dolarizado que se les
presente, comprar desechos[2],
bienes deteriorados u ofertas dudosas; algunos han empezado a difundir aquellas
ideas de la falsa conciencia como
conformismo o resignación, mientras el verdadero trasfondo es la actitud de una
administración que persiste en políticas que continúan generando cierre de
empresas, sostenimiento y aumento de la hiperinflación, desempleo, informalidad
y una migración indetenible y no vista fácilmente en iguales proporciones en
distintos periodos, países, incluso continentes, en los tiempos de décadas
recientes.
A pesar de que
la economía venezolana comenzó a conocer la inflación fue a partir de la
primera administración de Carlos Andrés Pérez, y que aunque durante 25 años en
distintas administraciones adquirió preocupantes y a veces altos dos dígitos,
nunca se desató la hiperinflación y
el nivel de vida para distintos estratos sociales – a pesar de los deterioros
en su salario real- nunca alcanzó los dramáticos y profundos deterioros que se
presentan –o se van incubando crecientemente- en la evolución de la
administración bolivariana desde 1999 y, más aún, en los cinco últimos años.
Otras economías en América Latina, de haber tenido durante largos períodos
menores niveles de vida, comparado con el que tenía el venezolano de aquellos
años, pasaron, contrariamente, a alcanzar mayores niveles, como es constatable
con los altos niveles que -medido en $- tienen hoy día, cuando se comparan con
Venezuela. Esto, por lo demás, se ha convertido en una información difundida
ampliamente por las vocerías de las migraciones.
Se
estima que el objetivo de las políticas de desarrollo debe ser el mejoramiento
del bienestar de los ciudadanos. Ello se ha relacionado normalmente con las
condiciones regulares de vida y con el Welfare
State, en el caso de las naciones más avanzadas. Es esta, sin embargo, para
distintos tipos de economías, una cuestión de importancia. Ello deriva, de
las complejidades del proceso económico
como asunto social.
También
ser más equitativos o reducir la desigualdad, puede afectar a la eficiencia
como objetivo económico. Es esto lo que lleva a evaluar en los asuntos del
desarrollo y la dinámica económica, cuánto se está dispuesto a pagar en
eficiencia para aumentar la igualdad, llegándose así a la idea del cubo que gotea de Okun. Sin embargo,
análisis detallados de procesos de aumentos de impuestos o medidas sobre los
precios producen, según los casos, resultados variados, como para que no sea
fácil sacar una conclusión taxativa.
Otro
punto de interés, concierne a las relaciones a establecer entre la eficiencia y
la equidad con los indicadores del bienestar. Un señalamiento de importancia,
es el derivado de la propuesta de Nordhaus y Tobin – de unas décadas atrás- en
cuanto a una medida del bienestar económico neto, que incorpora
la variable tradicional del producto, valor del ocio y reducciones atinentes a
contaminación y otros efectos negativos de la vida urbana. Son varias, sin
embargo, las complicaciones que se generan al tratar de precisar esta medida.
Una de ellas es, por ejemplo, que la consideración del ocio como un elemento de
bienestar (en casos donde disminuye, por ejemplo, la jornada de trabajo) genera
confusiones con aquellos donde el ocio es producido por las situaciones de
desempleo. Dadas estas circunstancias y limitaciones para alcanzar una medida
única y global del bienestar es pertinente resaltar la importancia que, con
todas sus restricciones, tiene el producto (global y per cápita)[3] en
tanto indicador; y de ahí su participación en el Índice de Desarrollo Humano compuesto por distintas desagregaciones
del Ingreso per cápita, esperanza de vida y nivel educativo y que ha
desarrollado ampliamente el PNUD, también
desde hace varias décadas.
En
Venezuela y otros países de la región, los avances en el período de la
transformación más intensa –segunda mitad siglo XX en adelante-, se han dado
con costos muy altos -o a expensas- de parte de los grupos sociales menos
favorecidos en la distribución del ingreso, con las respectivas repercusiones
en cuanto a episodios de inestabilidad social y política. Los procesos de transformación
económica y sus resultados deben evaluarse, entre otras cosas, en cuanto a la
estabilidad o desestabilidad de la economía y la sociedad en conjunto. Así, junto
a los efectos de la inflación pronunciada y el desempleo, el deterioro en la capacidad estatal se ha perfilado como una significativa fuerza de
desestabilización. Esto es de alta significación en la actualidad
venezolana, donde sigue en curso un agudo proceso de desinstitucionalización por parte de la administración bolivariana.
Dos
corrientes de interés y que en varios sentidos pueden oponerse han sido, por
una parte, la que aprecia que, como secuencia al crecimiento viene la
redistribución y, por la otra, la que asigna a la política social la función de
balancear o compensar la regresividad de algunas opciones de política económica.
Puede aceptarse que la desigualdad estimule el riesgo y la iniciativa, pero es
innegable que, su acentuación o alto nivel, pueden generar comportamientos y
tensiones (envidia, corrupción, por ejemplo) que poco estimulen posiciones
favorables hacia la estabilidad y el crecimiento. Pero nada de esto está
presente ni en las lógicas, ni en las políticas económicas en curso en la
actualidad venezolana
En décadas recientes, desde la CEPAL
se insiste en integrar la política económica y la social, buscando que en la
perspectiva económica estén presentes el crecimiento y la equidad y, en la
social, la igualdad y la eficiencia. Igualmente, en relación a la integración
referida, puede destacarse el que la divergencia que precisamente se ha
presentado entre las políticas económicas y las sociales, fue una consecuencia
del abandono de la idea del desarrollo
social, entendiendo el desarrollo en una perspectiva amplia.
Puede
señalarse –entre otros- un conjunto de asuntos de relevancia para los procesos
de transformación económica y las cuestiones del crecimiento y desarrollo.
-Reversión
de la tendencia a la desigualdad económica. La perspectiva más optimista, por
lo demás discutible, es que en los años noventa se habían logrado detener las
tendencias al deterioro distributivo iniciadas a mediados de los ochenta (otra
manera de apreciarlo es afirmando que se había evitado que el número de pobres
continuase aumentando). El número de pobres siguió aumentando y con ello la
pobreza extendiéndose; sin ninguna comparación durante la administración
bolivariana.
-Desarrollar
programas paralelos eficientes y no ideologizados, en materia educativa, como
medida para la consecución de un mejor bienestar de la población.
-Impulsar
cambios en los sistemas tributarios que permitan, entre otras cosas, reducir la
evasión.
-Control
firme de los llamados índices de volatilidad (actividad económica e indicadores
macroeconómicos). Fundamental para la actualidad venezolana: un intenso
programa antiinflacionario que ataque gasto público, monetización del déficit y
establecimiento de una nueva unidad de cuenta y valor, entre otros aspectos.
Expresiones
ligeras y compromisos ideológicos, han sustituido la elaboración y disposición
política para ejecutar otra política económica. Una muestra de ello es la
expresión del presidente Nicolás Maduro en días recientes: “los capitalistas lo que están es pendientes de robar al pueblo. Nosotros
vamos a normalizar la economía por las buenas o por las malas, pero lo vamos a
lograr. Que lo sepan los capitalistas” (www.sunoticiero.com 29 de junio 2018; www.primicias24.com 29 de junio 2018).
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com
[1] Puede verse ANCE Abril/junio 2018. http://www.econolatin.com/coyuntura/pdf/venezuela/informe_economia_venezuela_junio_2018.pdf
.
[2] El extremo de esto y de la miseria, son los sitios que en algunas
ciudades del país ofrecen vender basura cobrándola en efectivo.
[3] Esto deriva de que, en líneas generales, el crecimiento del
producto puede asociarse a generación de empleo o a la posibilidad de que se
presenten elementos de estabilidad familiar y personal pero también a la
gerencia y atención de distintos problemas socioeconómicos.
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