¿POR QUÉ LA
DOLARIZACIÓN VENEZOLANA ES INFORMAL Y CHUCUTA[1]?
EDUARDO ORTIZ
RAMÍREZ
No es el objetivo de esta nota
analizar o definir si la dolarización es un proceso conveniente o no. En varias
notas[2]
previas, nos hemos pronunciado al respecto, expresando nuestro desacuerdo con
tal opción de definición de
políticas para un país y específicamente una como esta, dirigida al área
monetaria/cambiaria. Nos interesa -más bien- ordenar detalles y procesos dentro
de lo observado en Venezuela, en cuanto a la presencia creciente del dólar en
las transacciones económicas y comerciales así como en la conformación de
patrimonios.
Partimos de definir la dolarización
vista en Venezuela, sobre todo en los años 2018/2019 como un proceso informal (o de hecho) y chucuto (o
incompleto). Para ello, definiremos algunas indicaciones de su cualidad en
estas dos dimensiones. Como siempre, sucede que, algunas dimensiones o
variables, pueden estar presentes o interrelacionar los dos perfiles de
adjetivación. Algunas descripciones o características pueden –así- surgir de la
falta de institucionalización y ser determinantes en cuanto a su carácter de
fenómeno incompleto, y no ser fácil diferenciar tales asuntos.
Son pocas y pocos representativas en
el producto regional o mundial las economías que han asumido una moneda
(generalmente el dólar) que no es la suya
de origen de sus desempeños económico. En otros casos como Venezuela,
varios han sido los radicales entusiastas o los hacedores de política o administradores
que han casi odiado al dólar –al menos en expresiones- pero –paradójicamente-
es en su contexto, como la administración de NM, donde el dólar ha pasado a hacer de las suyas, junto a quienes
desde uno u otro lugar lo han controlado manipulado, canalizado, usado, y
también generado espacios para el desorden, por expresarlo de alguna manera.
La dolarización es informal pues
desde el punto de vista institucional y de los agentes económicos las cuentas
bancarias son cuentas sin dólares y, en su defecto están registradas en
bolívares soberanos. Intentos y pronunciamientos, previos al desorden actual,
de abrir cuentas en dólares no llegaron a convertirse en significativos y
operativos, en cualquier matiz que se le dé a estas expresiones; por definición,
para la dolarización formal las
cuentas deben ser en dólares, desapareciendo de tales registros la moneda
local. Igual debe suceder con los cajeros que no son más que una extensión de
las cuentas. En Venezuela, los agentes en sus cuentas y cajeros, por mencionar
solo estos dos instrumentos, funcionan con bolívares soberanos. En tales
circunstancias, la consecución de dólares para los actores económicos, se
vuelve una travesía que puede ser más o menos exitosa según los mecanismos y
posibilidades al que tenga acceso el agente económico (desde un empresario,
consumidor, mototaxista o un agente informal como son los buhoneros). Pero más
grave aún es el hecho de que, el sistema que se estructura en la dolarización informal, se convierte
en un sistema hibrido donde a pesar del primado o determinaciones de una de las
expresiones monetarias, siguen estando presentes las dos.
La dolarización es
informal pues la fijación del precio de arranque o desempeño del dólar (ámbitos
polémicos cuando una nación abandona los desempeños e influencias en cuanto a
política monetaria y cambiaria, así sea parcialmente; pues ello es consustancial a la dolarización formal del dólar) no deriva de ningún calculo ni precisión sobre el Tipo de Cambio Real de Equilibrio ni de
apreciaciones sobre influencias de la volatilidad
o la desalineación en el nivel del
tipo de cambio, o de la relación de cambio de los bolívares
circulantes por las reservas, sino de actividades de portales y acciones no demostradas de oferta
y demanda, que pudieran haber determinado aquellos niveles de arranque o
desempeño.
La dolarización es informal pues
dado el contexto de informalidad señalado,
se alcanzan niveles fluctuantes
discrecionales en el precio del dólar, cuyo espacio de control y latencia
es difícil precisar, con sospechas de
tendencias hacia la irregularidad, pero sobre las cuales no se puede actuar.
Varios agentes económicos (portales, empresarios, políticos) obtienen pingues
beneficios de estos niveles fluctuantes
discrecionales. Las tendencias hacia lo que llamamos economías aproximativas[3]
generan así inclementes expectativas sobre que la divisa bajará o subirá de
precio, o que se estabilizará, siendo generalmente beneficiaria la
hiperinflación –dado el caso de la Venezuela actual- y, los más perjudicados,
los consumidores, y, más aun, los ciudadanos ubicados en la más baja
calificación por niveles de ingreso.
La dolarización es chucuta porque –como tendencia fundamental- los
sueldos de los venezolanos son en bolívares. Se trata de un proceso de
dolarización informal/hibrido, altamente costoso para los ciudadanos que no
ganan en dólares y que se enfrentan a un contexto económico, político y social invadido
por las políticas demagógicas y populistas de la administración bolivariana en
más de veinte años. En concreto, a diferencia de naciones como Chile, Perú o Argentina
–en las cuales cual no hay dolarización-, donde los servicios públicos son de
mayores costos y los alimentos accesibles, en Venezuela los servicios públicos
estatales son baratos y los alimentos caros. En Venezuela, hoy día, es
altamente costoso que los ciudadanos puedan comer cómodamente o como fue
costumbre durante varias de las últimas décadas del siglo XX. Si se buscase
equiparar el costo del transporte público con países como los mencionados, el
mismo debería ubicarse entre 1 y 2 dólares lo cual podría representar –con proporciones
y cifras muy del día, por lo demás- un precio entre 20.000 y 40.000 Bs S (con
un salario mínimo de menos de 3 dólares[4]).
La realidad
de los salarios mínimos en la región, no ha presentado mayores cambios en los
dos o tres últimos años; sigue habiendo un promedio para grupos de países de
alrededor de los 300 dólares. Pero con estos salarios mínimos, en varios de los
países, se consumen alimentos en formas
relativamente cómodas. Se paga transporte y se paga y atienden otras
necesidades. En algunos casos de ellos, como los del cono sur, la atención a la
salud y la seguridad social tienen niveles superiores y considerables avances
en relación a Venezuela, dados los descalabros acumulados en los últimos años
en la nación. En esta, se trata, entonces, de una dolarización informal y chucuta pues no atiende lo relativo al
ajuste hacia arriba de los salarios en dólares, entre otros aspectos. En estos
asuntos la dinámica está siendo tan impactante que algunos, sin mayores
precisiones, caen en planteamientos problematizantes[5]
(independientemente de cualquier justificación teleológica en cuanto al
bienestar) en relación a exigencia de salarios mínimos en algunas actividades
como el caso de los empleados públicos, dado que existe el criterio más básico del
salario mínimo y en general escalas y actividades con remuneraciones por encima, por debajo y
paralelas a la de los empleados del caso.
La dolarización es chucuta porque se da
en paralelo a un sistema o a una dinámica de precios donde la fijación de los
mismos implica el rápido ajuste de la inflación de costos adelantada y
no involucra un ajuste regresivo o que
los precios bajen –para decirlo terrenalmente-, lo cual potencia más la inflación/hiperinflación con efectos
contundentes en los sectores menos favorecidos en la distribución del ingreso. Los
sectores del comercio y la producción se cobijan permanentemente –más allá de
sus propias afectaciones- en la inflación
de costos, cosa que no le es fácil ejecutar a los sectores asalariados. La interrelación
entre este elemento y el anterior es más que directa por supuesto.
Pero, por último, la dolarización es chucuta, pues se da
en un contexto de irregularidades permanentes, donde el primer agente que las
genera es el residuo de Estado/gobierno que ya ha demostrado es muy poco lo que
le queda por hacer en la economía y, ante profundizaciones de la crisis, vuelve
a reconsiderar y a ejecutar lo ya reconsiderado y ejecutado. Es así como para
inicios de septiembre el presidente NM
ha planteado la necesidad de volver a ejecutar mecanismos de fijación de precios,
que ahora si van o deberían funcionar, pues no se han ejecutado bien (¡después de
20 años del total de la administración bolivariana!). En esta, ha sido fuerte la
cultura de repetición de errores, improvisación y discrecionalidad, dándose los
resultados de que los “ajustes” de mercado y las políticas correspondientes, no
benefician al consumidor o al asalariado y menos aún al de bajos ingresos.
Lo único claro es que la dolarización informal y chucuta
venezolana sigue expandiéndose y como se sabe, ello no necesariamente
implica que eso sea bueno o que vaya por buen camino. Hay que prepararse -al
parecer- para magnitudes más fuertes en lo peor de lo peor.
10 de septiembre 2019
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com
[1]Una de las definiciones de chucuto: Venezuela. Que le falta algo, es
escaso o está sin terminar; incompleto, mocho, escaso, deficiente. Fuente: https://www.definiciones-de.com/Definicion/de/chucuto.php ©
Definiciones-de.com
[2] Puede verse Eduardo Ortiz
Ramírez https://www.academia.edu/36121881/LA_DOLARIZACION_AHORA_S%C3%8D_PARA_MATAR_AL_ENFERMO._9_de_marzo_2018.
[4] Algunos entusiastas exagerados piensan que, dados los bonos y otras
acciones de las políticas de la administración bolivariana el salario mínimo
bordea los 40 dólares. Además de los bonos, otras de las magnitudes infladas
que justifican tales apreciaciones son aquellas como las de que cerca de más de
70% de la población recibe cajas o bolsas CLAP (¿¿??!!!!!!!!). Puede
considerarse -además- la evolución de la calidad y magnitud del contenido de
tales cajas, cuando efectivamente se recibe.
[5]“Opinión de las bases. Distintos sindicatos de la administración
pública expusieron este lunes, 19 de agosto, que el salario
mínimo de los funcionarios del sector debería ser calculado en 400
dólares mensuales, incluyendo las primas y demás beneficios que les
corresponden por contrato colectivo. Así lo señaló Antonio
Suárez, presidente de la Federación Única Nacional de Empleados
Públicos (Fedeunep), quien explicó que la propuesta responde a una
solicitud que hizo el Ministerio del Trabajo, el pasado mes de
julio, para consultar a los trabajadores sobre cuál debería ser su
remuneración. El dirigente agregó que en el caso de un profesional III el
sueldo debería alcanzar 600 dólares.” https://efectococuyo.com/la-humanidad/sindicatos-de-empleados-publicos-proponen-salario-minimo-de-400-dolares/.
Una magnitud y perspectiva diferente la plantean los trabajadores oficialistas
que señalaron, incluso diferenciándose de la petición anterior: “Representantes
sindicales del régimen madurista exigieron este jueves 29 de agosto que sea
incrementado el salario mínimo en Venezuela en base al medio petro,
además, solicitaron que sea revisado cada 45 días. El dirigente de la Fuerza
Bolivariana de Trabajadores, Wills Rangel, pidió que el salario
mínimo quede establecido en Bs. 549.867,69, El también director
laboral de Petróleos de Venezuela (Pdvsa), agregó que están solicitando este
aumento, tomando en cuenta el valor del Petro como criptomoneda.” https://venezuelaaldia.com/2019/08/29/trabajadores-chavistas-exigen-a-maduro-aumento-de-salario-por-encima-de-bs-500-000/.
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