domingo, 4 de octubre de 2015

El ascenso de la república popular de china como gran potencia: un desafío para el pensamiento crítico latinoamericano


Por Ariel M. Slipak
(Universidad Nacional De Moreno. Argentina)

Introducción

Una de las virtudes más relevantes de diferentes vertientes teóricas latinoamericanas ha sido el discutir sobre los caminos necesarios para socavar los cimientos de una sociedad de oprimidos y opresores, desde una concepción local. Nos referimos a un (re)pensar la problemática de la opresión de clase desde las particularidades de una configuración social latinoamericana.
En este sentido, la relación entre los países de la periferia y las grandes potencias efectivamente resulta un condicionante para la configuración de un “proyecto societal” que confronte a uno hegemónico. Por ello, los vínculos con los países centrales siempre fueron objeto de reflexión en la producción teórica latinoamericana con propósitos emancipadores.
En retrospectiva, se hace evidente que la asociación de oligarquías locales –y burguesías acorde al contexto–, en diferentes momentos históricos con los intereses coloniales españoles, el capital británico o el despliegue económico y militar norteamericano, han obturaron la posibilidad de consolidación de proyectos ideados desde los sectores subalternos latinoamericanos y posibilitado el sostenimiento de la dominación por parte de las élites dominantes en cada país.
El inicio del siglo XXI encuentra a una Latinoamérica con gobiernos de diferentes perfiles. Algunos de ellos apuntan a dar continuidad a proyectos neoliberales como los de las dictaduras cívico-militares o las democracias representativas de fines del siglo anterior, pero mayoritariamente se observa en la región un cuestionamiento al decálogo de prescripciones del denominado Consenso de Washington, sea desde retóricas que apuntan a la construcción gradual de un nuevo socialismo latinoamericano o desde un perfil progresista pero que convalida la posibilidad de armonía entre el capital y el trabajo.
En este mismo contexto, también encontramos importantes cambios en el plano de la geopolítica internacional: la República Popular de China (RPCh) pasa a integrar un selecto grupo de países que ostentan cada vez mayor poderío productivo, tecnológico, financiero, militar y, por ende, capacidad de coacción o incluso coerción sobre otros países con menores capacidades que integran la periferia y la semiperiferia global.
Ahora bien, el hecho de que China gradualmente dispute la primacía hegemónica global a Estados Unidos es presentado por los gobiernos de la región (sin importar su perfil político), como así también por intelectuales latinoamericanos provenientes de la izquierda, como “una ventana de oportunidad” en la (re)fundación de un orden mundial nuevo de
carácter multipolar y más justo1. En este artículo, apuntamos a desmitificar una perspectiva tan optimista y enfatizamos la (re)creación de nuevos lazos asimétricos, de dependencia, que inicien una nueva etapa para la región que en varias concepciones se viene dando a llamar Consenso de Beijing en América Latina.
1 Podemos encontrar posiciones de referentes de la Teoría de la Dependencia como Theotonio Dos Santos exponiendo esta posición.
2 Cabe aclarar también que según informes de Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en base a proyecciones del PBI medido a Paridad de Poder Adquisitivo (PPA), para 2014, China superaría a EE.UU. como primera economía del planeta.
También examinamos sucintamente los vínculos de China con la Argentina, durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, y encontramos allí un importante número de contradicciones, no solamente con la construcción de un proyecto social de los sectores populares –que el kirchnerismo, a nuestro juicio, no representa–, sino con los propios pilares del denominado “modelo de crecimiento con inclusión social”.

China como gran potencia y un contexto de disputa hegemónica

Uno de los cambios en la forma de acumulación global más relevantes de finales del siglo XX es que las grandes empresas transnacionales (ET), que organizan la producción de mercancías a escala planetaria, encontraron conveniente la migración de numerosos procesos fabriles hacia la región de Asia-Pacífico. Esto les permitió sacar provecho de normativas laborales y ambientales menos severas, por ende menores costos de producción y una ganancia global mayor.
En simultáneo, en China, con el ascenso de Deng Xiaoping al poder en 1978, se inició un importante proceso de transformaciones graduales, pero cualitativamente muy relevantes. Entre las más relevantes, podemos destacar la (des)colectivización de la tierra y el abrazar esquemas mixtos de propiedad privada, familiar y extranjera con las ya existentes formas públicas y colectivas. También la creación de Zonas Económicas Especiales (ZEE) en las provincias orientales de China, en donde se les permitió la radicación a las grandes ET, que conformaron sociedades mixtas con empresas estatales chinas, y transformaron a este país en un importante productor de manufacturas. Mientras las firmas multinacionales accedían a una fuerza laboral a bajo costo, el gobierno del país oriental imponía como condición la obligatoriedad de transferencia tecnológica a las firmas de su propiedad.
Como resultado de las transformaciones políticas y económicas internas de China, como así también de los cambios en la forma de producción global, el país oriental experimentó entre 1978 y 2012 tasas de crecimiento económico de un promedio acumulado anual del 9,9%, y se convirtió en 2011 en el principal productor y exportador mundial de mercancías, el segundo importador de bienes del planeta, y en la economía de segundo mayor Producto Bruto Interno (PBI) a precios corrientes2. Es importante agregar que hacia inicios del siglo XXI, el país asiático consiguió, además, convertirse en un productor de manufacturas con alto contenido tecnológico.
Así China no solamente se consolidó como una potencia en la faz productiva; desde un punto de vista militar, mientras finaliza la construcción de un segundo portaaviones, ostenta el segundo presupuesto militar del planeta –acaparando un 8% del total global–, y un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que le otorga el privilegio de poder vetar resoluciones. Si bien su poderío y gasto militar no logra acercarse a emular al de Estados Unidos (de un 40% del total global), lo cierto es que desde un punto de vista militar la potencia oriental se encuentra en ascenso y la occidental en declive3.
3 En 2013, EE.UU. contaba con 11 portaaviones en operación y su Ministro de Defensa, Chuck Hagel, anunciaba la necesidad de reducir la cantidad de estas naves a 9 u 8, en simultáneo a la disminución del personal de la infantería de marina. A Marzo de 2015 la cantidad de portaaviones estadounidenses en operación es de 10 naves.
Desde el plano financiero, China no solamente es el principal poseedor de Reservas Internacionales, sino también el principal prestamista del Tesoro de Estados Unidos El país oriental se convirtió en el tercer emisor de flujos de Inversión Extranjera Directa (IED). En la actualidad, la RPCh tiene firmados acuerdos de intercambio de monedas con unos 25 países, y 40 Bancos Centrales ya emplean el yuan como una de sus monedas de reserva. Ilustra el poderío financiero de China que unas 95 empresas de las 500 de mayor facturación global son de capitales de aquel país, en su mayoría de propiedad estatal–. Este poderío financiero le permitió a China exigir en los últimos años la reforma del sistema de instituciones creado por Bretton Woods; en especial, cambiar el esquema de división de cuotas del FMI, de tal forma que la propia China tuviera mayor poder en el esquema de votación del organismo.
Paralelamente, también formó coaliciones con otros países que desplazaron la influencia financiera estadounidense. Así, durante 2013 y 2014 se anunció la creación de dos nuevas entidades crediticias internacionales para el financiamiento de proyectos de infraestructura y desarrollo. Ellos son el Asian Infrastructure Investment Bank (AIIB) y el New Development Bank (conocido como “Banco de los BRICS”, por ser creado e impulsado por dicho bloque de países). Por su parte, el AIIB se creó -recientemente- para financiar proyectos de infraestructura en Asia, porque la asistencia crediticia del FMI y el Banco Asiático de Desarrollo resulta insuficientes. Su capital inicial fue U$S 100 mil millones, que en su mayoría sería suministrados por China, lo cual le otorga a este país una expansión de su capacidad de influencia en la región frente a EE.UU. y Japón, que ya expresaron reparos ante el lanzamiento del AIIB. Esta entidad crediticia tiene como socios extra-regionales a Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania y Brasil.
Según el escritor y periodista Raúl Zibechi, tanto el AIIB como el Banco de los BRICS, obedecen a una estrategia de mayor internalización del yuan y desdolarización global. De esta manera, podemos apreciar cómo China no solamente se consolidó como la "fábrica del mundo" sino también que, sobre la base de ese poderío económico, disputa la primacía del dólar y de la capacidad de único gendarme planetario de Estados Unidos Por ello, a pesar de las asimetrías aún vigentes entre ambas potencias, podemos establecer que nos encontramos en un contexto global de disputa por la primacía hegemónica.
La contrapartida del crecimiento económico de China, que genera fascinación desde puntos de vista economicistas, es un importante incremento de la población urbana –que hacia 1978 era menor a un 18% del total, y superó el 53% en 2013–. En ese período la esperanza de vida de la población pasó de unos 66,5 a 75,2 años. Si bien en la literatura que expone las bondades de una transición gradual de China hacia un capitalismo particular se encuentran estadísticas que afirman que entre esos años "salieron 500 millones de personas de la pobreza", no se puede desconocer un brutal incremento de la inequidad distributiva4, pero fundamentalmente la consolidación de un modelo productivo basado en un aumento de los ritmos de extracción de la naturaleza sin precedentes.
4 Hacia 1981 el coeficiente de Gini era del 0,291, alcanzando un 0,473 en el 2013, exponiendo así un incremento de la inequidad distributiva. Al mismo tiempo, mientras casi un 35% de la población no tiene acceso a instalaciones sanitarias básicas, China ostenta el segundo lugar en cantidad de multimillonarios del ranking de la Revista Forbes.
5 Le siguen el petróleo (18%), plantas hidroeléctricas (6%), gas natural (4%), nuclear (1%) y renovables (1%).
6 Simultáneamente, el peso que tiene cada uno de estos países en las exportaciones totales de China es muy reducido en relación a lo que representa China para cada país de los listados, implicando una importante asimetría en una negociación si cada país del continente negocia acuerdos comerciales con el gigante asiático de manera individual.
Así, China se convirtió en el primer consumidor mundial de productos básicos como cobre, aluminio, estaño, zinc, carbón, soja, carbonato de litio y el segundo consumidor mundial de petróleo –detrás de EE.UU. –, pero fundamentalmente es el principal consumidor mundial de energía. La principal fuente es el carbón, de la cual proviene un 69%5. La matriz energética que ostenta el país y su perfil productivo, lo convierten en el primer emisor mundial de gases de efecto invernadero (GEI), liderando en particular las emisiones de Dióxido de Carbono (CO2). China también posee el 70% de sus escasos cursos de agua dulce contaminados. Es sobre la base de esta creciente necesidad de minerales, hidrocarburos y alimentos, pero también la de reducir los propios ritmos de extracción de la naturaleza en el propio territorio, que se erigen los vínculos comerciales y los flujos dirigidos hacia América Latina.

El interés por América Latina y las nuevas dependencias: del Consenso de Washington al Consenso de Beijing

Si bien durante la década de 1990 los intercambios comerciales entre los países de América Latina y China crecieron de manera significativa, fue desde 2000 en adelante el momento en el cual se elevaron a un ritmo mucho más importante. Desde esa fecha a la actualidad, China se convirtió en el socio comercial de la región, cuya tasa de crecimiento del comercio fue la más elevada.. Para 2013, China ya se había convertido en el primer destino de las exportaciones de Brasil y Chile y en el segundo de la Argentina, Colombia, Perú, Uruguay y Venezuela.6.
Para cada uno de los casos a excepción de Costa Rica, estos intercambios comerciales constan de exportaciones de los países de América Latina hacia China concentradas en muy pocos Productos Primarios (PP) provenientes de actividades extractivas o Manufacturas
Basadas en Recursos Naturales (MBRN), de escasa transformación y agregación de valor7 –y, en muchos casos, de gran utilización de agua dulce–; e importaciones sumamente diversificadas y de productos industriales que año tras año van incrementando su contenido tecnológico.
7 Ejemplifican estas canastas exportadoras Brasil, concentrando para los últimos años prácticamente el total de sus exportaciones a China en mineral de hierro, porotos de soja y petróleo crudo; Colombia en petróleo crudo y ferroaleaciones;; Chile en cobre y otros derivados del cobre; Perú en cobre, mineral de hierro y otros metales; Venezuela mayoritariamente en petróleo crudo y en menor medida en derivados del petróleo.
8 La RPCh también tiene firmados varios Tratados de Libre Comercio (TLC) con países de la región. Se trata de Chile (en 2005), Perú (en 2008) y Costa Rica (en 2011) y se encuentra negociando la firma de uno con Colombia. En los cuatro casos, China -al igual que en las visitas mencionadas- impone como cláusula el reconocimiento de su estatus de "economía de mercado"
Sobre la base de la expansión de estos vínculos comerciales, hacia mediados de la primera década del siglo XXI, los funcionarios de la RPCh intensificaron sus visitas y negociaciones con los países de la región, entre las cuales se destacó la gira del Presidente Hu Jintao por Brasil, Chile y la Argentina en 2004. Como resultado, los tres países le reconocieron a China su estatus de "economía de mercado", que a la fecha la Organización Mundial de Comercio (OMC) no le otorgó a China. De esta manera, los países de la región renunciaron a imponer determinadas barreras antidumping a productos provenientes de China.8
Ante esta relación comercial notablemente creciente, hacia 2008 el gobierno de China publicó un documento conocido como “El libro Blanco de las Políticas de China hacia América Latina”. Allí, las autoridades de la RPCh enunciaron que sus vínculos con la región deberían basarse en relaciones de equidad y cooperación mutuamente beneficiosas. Con posterioridad a este documento, se inició un importante aluvión de inversiones de China en varios países del Cono Sur, entre los que se destacaron Brasil y la Argentina, seguidos por Perú, Venezuela y Ecuador. El principal rubro al cual se orientó la inversión extranjera directa china fue el hidrocarburífero, seguido por la minería y otras actividades primarias. En un orden menor, pero de gran relevancia, también se observaron inversiones en actividades terciarias que siempre sirvan de apoyo a las extractivas. Entre ellas sobresalen las obras de infraestructura y los servicios financieros.
Por razones de extensión no caracterizaremos exhaustivamente los flujos de las inversiones chinas a la región, pero sí nos resulta importante resaltar algunas características:
- Los proyectos de inversión no buscan ganancias rápidas, sino simplemente el reaseguro del abastecimiento de los recursos naturales.
- Prevalece la adquisición de firmas ya existentes o los pagos para acceder a licencias para llevar adelante una explotación, por sobre el desembarco de firmas nuevas y no se observan transferencias tecnológicas a los países de destino de la IED.
- Las firmas de China (estatales) no establecen condicionamientos en materia de política económica hacia el país de destino, sin embargo suelen sugerirse políticas de posicionamiento internacional a los mismos.
- En los casos en los que se deban realizar obras de infraestructura, se suele establecer la obligatoriedad para la contratación de firmas de origen chino para la provisión de insumos y la realización de etapas que implican mayor agregación de valor, como así también la concesión del uso de infraestructura local con exclusividad para sus empresas.
Encontramos, además, otro fenómeno de gran relevancia: el otorgamiento de préstamos a países de la región a cambio de commodities9 como garantía o que puedan ser comprados a precios por debajo de los del mercado. En líneas generales, encontramos que si bien China se presenta como un país con pretensiones de desplegar relaciones basadas en el mutuo beneficio, terminan resultando sumamente asimétricas. Esto se verifica tanto en el plano comercial, mediante una integración creciente basada en un intercambio tradicional de riqueza natural por productos con alto contenido tecnológico,; como en el desembarco de IED y el desembolso de préstamos: aunque sin imponer los tradicionales condicionamientos que establecían EE.UU, Europa o los organismos multilaterales, de una manera novedosa se alientan prácticas igualmente coactivas y coercitivas propias de una relación entre un país periférico y uno central.
9 Entendemos por commodities productos indiferenciados cuyos precios se determinan en el mercado internacional. En general se trata de productos básicos provenientes de actividades primario-extractivos y de poco valor agregado, aunque también existen commodities industriales.
Si bien las inversiones hidrocarburíferas son las de mayor magnitud en la región, la coyuntura de 2015 exige destacar brevemente la cuestión de la infraestructura: hacia inicios de año, una firma privada china inició la construcción de un canal bioceánico símil al Canal de Panamá, pero con tres veces su longitud. Su construcción demandaría inversiones por U$S 50 mil millones, se finalizaría en el año 2020, y la firma obtendría una concesión del canal por 100 años. Durante mayo de ese mismo año, China y Brasil sellaron un acuerdo mediante el cual el primer país financiará al segundo la construcción de un ferrocarril que unirá la costa atlántica de Brasil con la costa pacífica de Perú, para facilitar así la logística de traslado a China de los productos primarios y abaratar sus costos.
Es a la conjunción de una retórica china de presentarse como un país "simétrico" con los latinoamericanos o del "Sur global", pero ejercer estas formas de coacción y coerción, con la construcción de un discurso sobre el desarrollo en los países de la región de mayor soberanía y empoderamiento de sectores subalternos, con una absoluta sumisión a otra nueva gran potencia y avalando el incremento de la extracción de los recursos, a lo que denominamos Consenso de Beijing. Se trata de relaciones que jamás van a reproducir de manera idéntica las otrora mantenidas con el imperio británico o EE.UU., pero un nuevo tipo de dependencia sobre la base de las asimetrías entre los países y que exprime a los sectores subalternos de la periferia.

Los vínculos con la Argentina

Luego de que la Argentina experimentase uno de sus ciclos recesivos y crisis económicas más fuertes de su historia, con el inicio del gobierno de Néstor Kirchner y la continuidad de Cristina Fernández, sobre la base del crecimiento económico, la recuperación del salario real promedio –y en relación con los pisos de 2001– durante los primeros años, se
construyó también una retórica sobre el desarrollo económico y social, en la cual se le da especial relevancia a la distribución equitativa de los frutos del crecimiento económico, y a ello se lo ha denominado el “modelo de crecimiento con inclusión social”. Si (de)construimos los pilares retóricos sobre los cuales se erige este “modelo”, nos encontraremos –en primer lugar– que se le brinda especial relevancia a que las tasas de crecimiento económico sean elevadas sobre la base de una alta participación de los salarios en la torta global de ingresos. De esta manera, el crecimiento resultará “tirado” por el consumo interno de los trabajadores asalariados. Para ello se requieren elevadas tasas de crecimiento de la actividad industrial (que efectivamente se verificaron en la Argentina de la post-convertibilidad). Ahora bien, también se enfatiza la necesidad de la apropiación de la renta diferencial que se genera por las actividades extractivas y su utilización, tanto para una re-orientación hacia la industria, pero fundamentalmente la expansión de políticas económicas que posibiliten la redistribución del ingreso, y estimulen aún más un crecimiento basado en el consumo popular. Lo detallado hasta aquí establece la posibilidad de coexistencia armónica del capital y el trabajo, de sectores dominantes y subalternos.
Pero otros pilares del “modelo” son el apuntar no sólo al crecimiento de la industria, sino también a que la economía local incremente su participación en las actividades de mayor contenido tecnológico de las cadenas de valor globales, a lo que se denomina “ascenso industrial”. También son relevantes en la retórica del modelo la soberanía sobre los recursos estratégicos y una mayor integración con los países de la región. Analizaremos entonces si la expansión de los vínculos con la RPCh es consecuente o no con esta perspectiva sobre el desarrollo.
Hacia 1990 China resultaba el catorceavo destino de las exportaciones argentinas, y el vigésimo segundo origen de importaciones. Hacia el 2013 China se consolidó como el segundo destino de exportaciones y origen de importaciones que resultan de un 7,19% y 15,34% respectivamente.
Si bien entre 2001 y 2007, Argentina acumuló un superávit comercial de más de USD 5.800 millones, entre 2008 y 2014 el déficit comercial crece continuamente acumulando unos USD 24.871 millones.
Las exportaciones argentinas se encuentran concentradas en muy pocos productos de reducido valor agregado. Entre 2003 y 2013 casi un 85% se redujo a tres productos: porotos de soja (55,46%), aceite de soja (19,27%) y petróleo crudo (10,04%). En la actualidad un 96% de la canasta exportadora argentina a China se compone de Productos Primarios o MBRN, mientras que, por el contrario, las importaciones de aquel país se encuentran diversificadas en varias manufacturas de bajo, medio y alto contenido tecnológico, en muchos casos desplazando la generación de empleo local. Por estos motivos podemos afirmar que el tipo de vínculo comercial de la Argentina con China reorienta los factores de producción hacia actividades de menor contenido de valor agregado y generación de empleos, re-primarizando su economía.
Otro elemento que contribuye a la reprimarización de la economía local es la desintegración comercial de las cadenas productivas del Cono Sur. Durante las décadas de 1990 y 2000, el flujo de importaciones chinas de manufacturas desplazaron en los países de
la región a EE.UU. y países de la UE como socios comerciales. Sin embargo, desde inicios de la segunda década del siglo XXI se verifica que Argentina y Brasil reducen sus participaciones mutuas en sus mercados de Manufacturas de Mediano Contenido Tecnológico (lo cual incluye las autopartes), y se desplazaron del MERCOSUR mutuamente por China. Tanto Brasil como Argentina también perdieron mercado para varias manufacturas de bajo, medio y alto contenido tecnológico frente a China en los mercados de Uruguay, Paraguay, Chile y Bolivia. Una mirada acrítica del vínculo comercial con China, no es consecuente con un crecimiento "tirado por la industria y la generación de empleos", como reza el “modelo de crecimiento con inclusión social”, ya que justamente son los impulsores de los proyectos industrialistas en la Argentina y Brasil los grandes "perdedores" de la expansión de los vínculos comerciales con China.
Como en el resto de la región, la principal área de inversiones chinas en la Argentina es el sector hidrocarburífero. Se destaca que en 2010, el consorcio entre la China National Offshore Oil Company (CNOOC) y la familia Bulgheroni adquirieron el 40% de Panamerican Energy, que explota Cerro Dragón –el principal yacimiento del país–, y la adquisición en el mismo año de Occidental Argentina por parte de SINOPEC, haciéndose de 23 concesiones. Esta última empresa es la cuarta firma de mayor facturación global del planeta y recientemente se anunció su asociación con YPF para la explotación de Vaca Muerta. Conjuntamente la producción de SINOPEC y CNOOC supera a la de la parcialmente estatizada YPF. Parece importante observar que si bien durante 2013 Argentina disminuyó sus exportaciones totales de petróleo, las dirigidas a China aumentaron. Esto no solo es contradictorio con una retórica sobre la soberanía hidrocarburífera, sino también con las metas de auto-abastecimiento energético.
La compra del 51% de la comercializadora de granos NIDERA por parte de la estatal China COFCO implica que este país –quien es el principal importador mundial– controle uno de los oferentes más relevantes, y que pueda presionar a la baja del precio, dificultando la apropiación de una mayor proporción de la renta diferencial proveniente de esta actividad, lo cual había sido una de las principales banderas del “modelo de crecimiento con inclusión social”.
En cuanto a proyectos de infraestructura, el proyecto de mayor relevancia en el país resulta el financiamiento de la modernización del Ferrocarril Belgrano Cargas, que curiosamente recorre el 70% del territorio en el cual se siembra y cosecha soja y puede también abaratar los costos de transporte de varios minerales.
Las visitas del Presidente Xi Jinping a la Argentina en 2014 y de Cristina Fernández a China en 2015 elevaron el rango de la relación entre ambas naciones. Los acuerdos firmados aportan, como novedad a lo comercial, la posible expansión de la canasta exportadora Argentina a China de trigo, girasol, carne con hueso (Argentina ya exporta al país oriental carne congelada sin hueso), pero manteniendo un perfil primario a pesar de una mayor diversificación. China expone esto como el otorgamiento de un privilegio a la Argentina, pero se trata de productos primarios que demandará de todas formas, mientras tanto obtiene así prerrogativas para el desembarco de empresas provenientes de China para realizar obras de infraestructura en la Argentina o abastecer al país de productos industriales que se producen o pueden producir localmente.

Algunas reflexiones finales

En este artículo entre otras cosas pretendíamos exponer brevemente lo que presentamos como un nuevo contexto internacional, de tensiones sobre la primacía hegemónica de EE.UU. que es desafiado por el incremento de poder financiero, productivo, tecnológico y hasta militar de la RPCh. Más allá de posibles divergencias de las lecturas sobre la hipótesis de contexto de disputa por la hegemonía, a través de la discusión sobre algunos aspectos del nuevo rol global que juega China, podemos observar que continuar caracterizando a este país como del "Sur global", resulta un eufemismo. Por consiguiente –y a diferencia de lo planteado por la mayoría de los gobiernos de la región–, China ejerce un poder coactivo y hasta coercitivo a partir de sus asimetrías de poder con cada país de América Latina. El mantenimiento de negociaciones de índole bilateral, es uno de los principales elementos que le permiten a este país obtener ventajas de cada uno de los de Latinoamérica, y así no solo redefinir (o profundizar) un perfil productivo local primario-extractivo, sino también el espacio territorial a partir de una infraestructura que facilita la extracción, y por ende, no contribuye a cerrar las venas de América Latina, sino a abrirlas aún más.
Planteamos por último, entonces, que el desafío para los proyectos políticos construidos desde las bases y por los sectores populares en América Latina es superar la tentación de que un escenario de declive norteamericano y empoderamiento de China en un orden global no representa una oportunidad mientras el mismo continúe siendo opresivo sobre los sectores populares y continúe saqueando la naturaleza.

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