Por Ariel M. Slipak
(Universidad Nacional De Moreno. Argentina)
Introducción
Una de las virtudes más relevantes de diferentes
vertientes teóricas latinoamericanas ha sido el discutir sobre los caminos
necesarios para socavar los cimientos de una sociedad de oprimidos y opresores,
desde una concepción local. Nos referimos a un (re)pensar la problemática de la
opresión de clase desde las particularidades de una configuración social
latinoamericana.
En este sentido, la relación entre los países de
la periferia y las grandes potencias efectivamente resulta un condicionante
para la configuración de un “proyecto societal” que confronte a uno hegemónico.
Por ello, los vínculos con los países centrales siempre fueron objeto de
reflexión en la producción teórica latinoamericana con propósitos
emancipadores.
En retrospectiva, se hace evidente que la
asociación de oligarquías locales –y burguesías acorde al contexto–, en
diferentes momentos históricos con los intereses coloniales españoles, el
capital británico o el despliegue económico y militar norteamericano, han
obturaron la posibilidad de consolidación de proyectos ideados desde los
sectores subalternos latinoamericanos y posibilitado el sostenimiento de la
dominación por parte de las élites dominantes en cada país.
El inicio del siglo XXI encuentra a una
Latinoamérica con gobiernos de diferentes perfiles. Algunos de ellos apuntan a
dar continuidad a proyectos neoliberales como los de las dictaduras
cívico-militares o las democracias representativas de fines del siglo anterior,
pero mayoritariamente se observa en la región un cuestionamiento al decálogo de
prescripciones del denominado Consenso de Washington, sea desde
retóricas que apuntan a la construcción gradual de un nuevo socialismo
latinoamericano o desde un perfil progresista pero que convalida la posibilidad
de armonía entre el capital y el trabajo.
En este mismo contexto, también encontramos
importantes cambios en el plano de la geopolítica internacional: la República
Popular de China (RPCh) pasa a integrar un selecto grupo de países que ostentan
cada vez mayor poderío productivo, tecnológico, financiero, militar y, por
ende, capacidad de coacción o incluso coerción sobre otros países con menores
capacidades que integran la periferia y la semiperiferia global.
Ahora bien, el hecho de que China gradualmente
dispute la primacía hegemónica global a Estados Unidos es presentado por los
gobiernos de la región (sin importar su perfil político), como así también por
intelectuales latinoamericanos provenientes de la izquierda, como “una ventana
de oportunidad” en la (re)fundación de un orden mundial nuevo de
carácter multipolar y más justo1. En este
artículo, apuntamos a desmitificar una perspectiva tan optimista y enfatizamos
la (re)creación de nuevos lazos asimétricos, de dependencia, que inicien una
nueva etapa para la región que en varias concepciones se viene dando a llamar Consenso
de Beijing en América Latina.
1 Podemos encontrar posiciones de referentes de
la Teoría de la Dependencia como Theotonio Dos Santos exponiendo esta posición.
2 Cabe aclarar también que según informes de
Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en base a proyecciones del PBI
medido a Paridad de Poder Adquisitivo (PPA), para 2014, China superaría a
EE.UU. como primera economía del planeta.
También examinamos sucintamente los vínculos de
China con la Argentina, durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina
Fernández, y encontramos allí un importante número de contradicciones, no
solamente con la construcción de un proyecto social de los sectores populares
–que el kirchnerismo, a nuestro juicio, no representa–, sino con los propios
pilares del denominado “modelo de crecimiento con inclusión social”.
China como gran potencia y un contexto de
disputa hegemónica
Uno de los cambios en la forma de acumulación
global más relevantes de finales del siglo XX es que las grandes empresas
transnacionales (ET), que organizan la producción de mercancías a escala
planetaria, encontraron conveniente la migración de numerosos procesos fabriles
hacia la región de Asia-Pacífico. Esto les permitió sacar provecho de
normativas laborales y ambientales menos severas, por ende menores costos de
producción y una ganancia global mayor.
En simultáneo, en China, con el ascenso de Deng
Xiaoping al poder en 1978, se inició un importante proceso de transformaciones
graduales, pero cualitativamente muy relevantes. Entre las más relevantes,
podemos destacar la (des)colectivización de la tierra y el abrazar esquemas
mixtos de propiedad privada, familiar y extranjera con las ya existentes formas
públicas y colectivas. También la creación de Zonas Económicas Especiales (ZEE)
en las provincias orientales de China, en donde se les permitió la radicación a
las grandes ET, que conformaron sociedades mixtas con empresas estatales
chinas, y transformaron a este país en un importante productor de manufacturas.
Mientras las firmas multinacionales accedían a una fuerza laboral a bajo costo,
el gobierno del país oriental imponía como condición la obligatoriedad de
transferencia tecnológica a las firmas de su propiedad.
Como resultado de las transformaciones políticas
y económicas internas de China, como así también de los cambios en la forma de
producción global, el país oriental experimentó entre 1978 y 2012 tasas de
crecimiento económico de un promedio acumulado anual del 9,9%, y se convirtió
en 2011 en el principal productor y exportador mundial de mercancías, el
segundo importador de bienes del planeta, y en la economía de segundo mayor
Producto Bruto Interno (PBI) a precios corrientes2. Es importante agregar que
hacia inicios del siglo XXI, el país asiático consiguió, además, convertirse en
un productor de manufacturas con alto contenido tecnológico.
Así China no solamente se consolidó como una
potencia en la faz productiva; desde un punto de vista militar, mientras
finaliza la construcción de un segundo portaaviones, ostenta el segundo
presupuesto militar del planeta –acaparando un 8% del total global–, y un
asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que le
otorga el privilegio de poder vetar resoluciones. Si bien su poderío y gasto
militar no logra acercarse a emular al de Estados Unidos (de un 40% del total
global), lo cierto es que desde un punto de vista militar la potencia oriental
se encuentra en ascenso y la occidental en declive3.
3 En 2013, EE.UU. contaba con 11 portaaviones en
operación y su Ministro de Defensa, Chuck Hagel, anunciaba la necesidad de
reducir la cantidad de estas naves a 9 u 8, en simultáneo a la disminución del
personal de la infantería de marina. A Marzo de 2015 la cantidad de
portaaviones estadounidenses en operación es de 10 naves.
Desde el plano financiero, China no solamente es
el principal poseedor de Reservas Internacionales, sino también el principal
prestamista del Tesoro de Estados Unidos El país oriental se convirtió en el
tercer emisor de flujos de Inversión Extranjera Directa (IED). En la
actualidad, la RPCh tiene firmados acuerdos de intercambio de monedas con unos
25 países, y 40 Bancos Centrales ya emplean el yuan como una de sus
monedas de reserva. Ilustra el poderío financiero de China que unas 95 empresas
de las 500 de mayor facturación global son de capitales de aquel país, en su
mayoría de propiedad estatal–. Este poderío financiero le permitió a China
exigir en los últimos años la reforma del sistema de instituciones creado por
Bretton Woods; en especial, cambiar el esquema de división de cuotas del FMI,
de tal forma que la propia China tuviera mayor poder en el esquema de votación del
organismo.
Paralelamente, también formó coaliciones con
otros países que desplazaron la influencia financiera estadounidense. Así,
durante 2013 y 2014 se anunció la creación de dos nuevas entidades crediticias
internacionales para el financiamiento de proyectos de infraestructura y
desarrollo. Ellos son el Asian Infrastructure Investment Bank (AIIB) y
el New Development Bank (conocido como “Banco de los BRICS”, por ser
creado e impulsado por dicho bloque de países). Por su parte, el AIIB se creó
-recientemente- para financiar proyectos de infraestructura en Asia, porque la
asistencia crediticia del FMI y el Banco Asiático de Desarrollo resulta
insuficientes. Su capital inicial fue U$S 100 mil millones, que en su mayoría
sería suministrados por China, lo cual le otorga a este país una expansión de
su capacidad de influencia en la región frente a EE.UU. y Japón, que ya
expresaron reparos ante el lanzamiento del AIIB. Esta entidad crediticia tiene
como socios extra-regionales a Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania y
Brasil.
Según el escritor y periodista Raúl Zibechi,
tanto el AIIB como el Banco de los BRICS, obedecen a una estrategia de mayor
internalización del yuan y desdolarización global. De esta manera,
podemos apreciar cómo China no solamente se consolidó como la "fábrica del
mundo" sino también que, sobre la base de ese poderío económico, disputa
la primacía del dólar y de la capacidad de único gendarme planetario de Estados
Unidos Por ello, a pesar de las asimetrías aún vigentes entre ambas potencias,
podemos establecer que nos encontramos en un contexto global de disputa por la
primacía hegemónica.
La contrapartida del crecimiento económico de
China, que genera fascinación desde puntos de vista economicistas, es un
importante incremento de la población urbana –que hacia 1978 era menor a un 18%
del total, y superó el 53% en 2013–. En ese período la esperanza de vida de la
población pasó de unos 66,5 a 75,2 años. Si bien en la literatura que expone
las bondades de una transición gradual de China hacia un capitalismo particular
se encuentran estadísticas que afirman que entre esos años "salieron 500
millones de personas de la pobreza", no se puede desconocer un brutal
incremento de la inequidad distributiva4, pero fundamentalmente la consolidación
de un modelo productivo basado en un aumento de los ritmos de extracción de la
naturaleza sin precedentes.
4 Hacia 1981 el coeficiente de Gini era del
0,291, alcanzando un 0,473 en el 2013, exponiendo así un incremento de la
inequidad distributiva. Al mismo tiempo, mientras casi un 35% de la población
no tiene acceso a instalaciones sanitarias básicas, China ostenta el segundo
lugar en cantidad de multimillonarios del ranking de la Revista Forbes.
5 Le siguen el petróleo (18%), plantas
hidroeléctricas (6%), gas natural (4%), nuclear (1%) y renovables (1%).
6 Simultáneamente, el peso que tiene cada uno de
estos países en las exportaciones totales de China es muy reducido en relación
a lo que representa China para cada país de los listados, implicando una importante
asimetría en una negociación si cada país del continente negocia acuerdos
comerciales con el gigante asiático de manera individual.
Así, China se convirtió en el primer consumidor
mundial de productos básicos como cobre, aluminio, estaño, zinc, carbón, soja,
carbonato de litio y el segundo consumidor mundial de petróleo –detrás de
EE.UU. –, pero fundamentalmente es el principal consumidor mundial de energía.
La principal fuente es el carbón, de la cual proviene un 69%5. La matriz
energética que ostenta el país y su perfil productivo, lo convierten en el
primer emisor mundial de gases de efecto invernadero (GEI), liderando en
particular las emisiones de Dióxido de Carbono (CO2). China también posee el
70% de sus escasos cursos de agua dulce contaminados. Es sobre la base de esta
creciente necesidad de minerales, hidrocarburos y alimentos, pero también la de
reducir los propios ritmos de extracción de la naturaleza en el propio
territorio, que se erigen los vínculos comerciales y los flujos dirigidos hacia
América Latina.
El interés por América Latina y las nuevas
dependencias: del Consenso de Washington al Consenso de Beijing
Si bien durante la década de 1990 los
intercambios comerciales entre los países de América Latina y China crecieron
de manera significativa, fue desde 2000 en adelante el momento en el cual se
elevaron a un ritmo mucho más importante. Desde esa fecha a la actualidad,
China se convirtió en el socio comercial de la región, cuya tasa de crecimiento
del comercio fue la más elevada.. Para 2013, China ya se había convertido en el
primer destino de las exportaciones de Brasil y Chile y en el segundo de la
Argentina, Colombia, Perú, Uruguay y Venezuela.6.
Para cada uno de los casos a excepción de Costa
Rica, estos intercambios comerciales constan de exportaciones de los países de
América Latina hacia China concentradas en muy pocos Productos Primarios (PP)
provenientes de actividades extractivas o Manufacturas
Basadas en Recursos Naturales (MBRN), de escasa
transformación y agregación de valor7 –y, en muchos casos, de gran utilización
de agua dulce–; e importaciones sumamente diversificadas y de productos
industriales que año tras año van incrementando su contenido tecnológico.
7 Ejemplifican estas canastas exportadoras
Brasil, concentrando para los últimos años prácticamente el total de sus
exportaciones a China en mineral de hierro, porotos de soja y petróleo crudo;
Colombia en petróleo crudo y ferroaleaciones;; Chile en cobre y otros derivados
del cobre; Perú en cobre, mineral de hierro y otros metales; Venezuela
mayoritariamente en petróleo crudo y en menor medida en derivados del petróleo.
8 La RPCh también tiene firmados varios Tratados
de Libre Comercio (TLC) con países de la región. Se trata de Chile (en 2005),
Perú (en 2008) y Costa Rica (en 2011) y se encuentra negociando la firma de uno
con Colombia. En los cuatro casos, China -al igual que en las visitas
mencionadas- impone como cláusula el reconocimiento de su estatus de
"economía de mercado"
Sobre la base de la expansión de estos vínculos
comerciales, hacia mediados de la primera década del siglo XXI, los
funcionarios de la RPCh intensificaron sus visitas y negociaciones con los
países de la región, entre las cuales se destacó la gira del Presidente Hu
Jintao por Brasil, Chile y la Argentina en 2004. Como resultado, los tres
países le reconocieron a China su estatus de "economía de mercado",
que a la fecha la Organización Mundial de Comercio (OMC) no le otorgó a China.
De esta manera, los países de la región renunciaron a imponer determinadas
barreras antidumping a productos provenientes de China.8
Ante esta relación comercial notablemente
creciente, hacia 2008 el gobierno de China publicó un documento conocido como
“El libro Blanco de las Políticas de China hacia América Latina”. Allí, las
autoridades de la RPCh enunciaron que sus vínculos con la región deberían
basarse en relaciones de equidad y cooperación mutuamente beneficiosas. Con
posterioridad a este documento, se inició un importante aluvión de inversiones
de China en varios países del Cono Sur, entre los que se destacaron Brasil y la
Argentina, seguidos por Perú, Venezuela y Ecuador. El principal rubro al cual
se orientó la inversión extranjera directa china fue el hidrocarburífero,
seguido por la minería y otras actividades primarias. En un orden menor, pero
de gran relevancia, también se observaron inversiones en actividades terciarias
que siempre sirvan de apoyo a las extractivas. Entre ellas sobresalen las obras
de infraestructura y los servicios financieros.
Por razones de extensión no caracterizaremos
exhaustivamente los flujos de las inversiones chinas a la región, pero sí nos
resulta importante resaltar algunas características:
- Los proyectos de inversión no buscan ganancias
rápidas, sino simplemente el reaseguro del abastecimiento de los recursos
naturales.
- Prevalece la adquisición de firmas ya
existentes o los pagos para acceder a licencias para llevar adelante una
explotación, por sobre el desembarco de firmas nuevas y no se observan
transferencias tecnológicas a los países de destino de la IED.
- Las firmas de China (estatales) no establecen
condicionamientos en materia de política económica hacia el país de destino,
sin embargo suelen sugerirse políticas de posicionamiento internacional a los
mismos.
- En los casos en los que se deban realizar obras
de infraestructura, se suele establecer la obligatoriedad para la contratación
de firmas de origen chino para la provisión de insumos y la realización de
etapas que implican mayor agregación de valor, como así también la concesión
del uso de infraestructura local con exclusividad para sus empresas.
Encontramos, además, otro fenómeno de gran
relevancia: el otorgamiento de préstamos a países de la región a cambio de commodities9
como garantía o que puedan ser comprados a precios por debajo de los del
mercado. En líneas generales, encontramos que si bien China se presenta como un
país con pretensiones de desplegar relaciones basadas en el mutuo beneficio,
terminan resultando sumamente asimétricas. Esto se verifica tanto en el plano
comercial, mediante una integración creciente basada en un intercambio
tradicional de riqueza natural por productos con alto contenido tecnológico,;
como en el desembarco de IED y el desembolso de préstamos: aunque sin imponer
los tradicionales condicionamientos que establecían EE.UU, Europa o los
organismos multilaterales, de una manera novedosa se alientan prácticas
igualmente coactivas y coercitivas propias de una relación entre un país
periférico y uno central.
9 Entendemos por commodities productos
indiferenciados cuyos precios se determinan en el mercado internacional. En
general se trata de productos básicos provenientes de actividades
primario-extractivos y de poco valor agregado, aunque también existen
commodities industriales.
Si bien las inversiones hidrocarburíferas son las
de mayor magnitud en la región, la coyuntura de 2015 exige destacar brevemente
la cuestión de la infraestructura: hacia inicios de año, una firma privada
china inició la construcción de un canal bioceánico símil al Canal de Panamá,
pero con tres veces su longitud. Su construcción demandaría inversiones por U$S
50 mil millones, se finalizaría en el año 2020, y la firma obtendría una
concesión del canal por 100 años. Durante mayo de ese mismo año, China y Brasil
sellaron un acuerdo mediante el cual el primer país financiará al segundo la
construcción de un ferrocarril que unirá la costa atlántica de Brasil con la
costa pacífica de Perú, para facilitar así la logística de traslado a China de
los productos primarios y abaratar sus costos.
Es a la conjunción de una retórica china de
presentarse como un país "simétrico" con los latinoamericanos o del
"Sur global", pero ejercer estas formas de coacción y coerción, con
la construcción de un discurso sobre el desarrollo en los países de la región
de mayor soberanía y empoderamiento de sectores subalternos, con una absoluta
sumisión a otra nueva gran potencia y avalando el incremento de la extracción
de los recursos, a lo que denominamos Consenso de Beijing. Se trata de
relaciones que jamás van a reproducir de manera idéntica las otrora mantenidas
con el imperio británico o EE.UU., pero un nuevo tipo de dependencia sobre la
base de las asimetrías entre los países y que exprime a los sectores
subalternos de la periferia.
Los vínculos con la Argentina
Luego de que la Argentina experimentase uno de
sus ciclos recesivos y crisis económicas más fuertes de su historia, con el
inicio del gobierno de Néstor Kirchner y la continuidad de Cristina Fernández,
sobre la base del crecimiento económico, la recuperación del salario real
promedio –y en relación con los pisos de 2001– durante los primeros años, se
construyó también una retórica sobre el
desarrollo económico y social, en la cual se le da especial relevancia a la
distribución equitativa de los frutos del crecimiento económico, y a ello se lo
ha denominado el “modelo de crecimiento con inclusión social”. Si
(de)construimos los pilares retóricos sobre los cuales se erige este “modelo”,
nos encontraremos –en primer lugar– que se le brinda especial relevancia a que
las tasas de crecimiento económico sean elevadas sobre la base de una alta
participación de los salarios en la torta global de ingresos. De esta manera,
el crecimiento resultará “tirado” por el consumo interno de los trabajadores
asalariados. Para ello se requieren elevadas tasas de crecimiento de la
actividad industrial (que efectivamente se verificaron en la Argentina de la
post-convertibilidad). Ahora bien, también se enfatiza la necesidad de la
apropiación de la renta diferencial que se genera por las actividades
extractivas y su utilización, tanto para una re-orientación hacia la industria,
pero fundamentalmente la expansión de políticas económicas que posibiliten la
redistribución del ingreso, y estimulen aún más un crecimiento basado en el
consumo popular. Lo detallado hasta aquí establece la posibilidad de
coexistencia armónica del capital y el trabajo, de sectores dominantes y
subalternos.
Pero otros pilares del “modelo” son el apuntar no
sólo al crecimiento de la industria, sino también a que la economía local
incremente su participación en las actividades de mayor contenido tecnológico
de las cadenas de valor globales, a lo que se denomina “ascenso industrial”.
También son relevantes en la retórica del modelo la soberanía sobre los
recursos estratégicos y una mayor integración con los países de la región.
Analizaremos entonces si la expansión de los vínculos con la RPCh es
consecuente o no con esta perspectiva sobre el desarrollo.
Hacia 1990 China resultaba el catorceavo destino
de las exportaciones argentinas, y el vigésimo segundo origen de importaciones.
Hacia el 2013 China se consolidó como el segundo destino de exportaciones y
origen de importaciones que resultan de un 7,19% y 15,34% respectivamente.
Si bien entre 2001 y 2007, Argentina acumuló un
superávit comercial de más de USD 5.800 millones, entre 2008 y 2014 el déficit
comercial crece continuamente acumulando unos USD 24.871 millones.
Las exportaciones argentinas se encuentran
concentradas en muy pocos productos de reducido valor agregado. Entre 2003 y
2013 casi un 85% se redujo a tres productos: porotos de soja (55,46%), aceite
de soja (19,27%) y petróleo crudo (10,04%). En la actualidad un 96% de la
canasta exportadora argentina a China se compone de Productos Primarios o MBRN,
mientras que, por el contrario, las importaciones de aquel país se encuentran
diversificadas en varias manufacturas de bajo, medio y alto contenido
tecnológico, en muchos casos desplazando la generación de empleo local. Por
estos motivos podemos afirmar que el tipo de vínculo comercial de la Argentina
con China reorienta los factores de producción hacia actividades de menor
contenido de valor agregado y generación de empleos, re-primarizando su
economía.
Otro elemento que contribuye a la reprimarización
de la economía local es la desintegración comercial de las cadenas productivas
del Cono Sur. Durante las décadas de 1990 y 2000, el flujo de importaciones
chinas de manufacturas desplazaron en los países de
la región a EE.UU. y países de la UE como socios
comerciales. Sin embargo, desde inicios de la segunda década del siglo XXI se
verifica que Argentina y Brasil reducen sus participaciones mutuas en sus
mercados de Manufacturas de Mediano Contenido Tecnológico (lo cual incluye las
autopartes), y se desplazaron del MERCOSUR mutuamente por China. Tanto Brasil
como Argentina también perdieron mercado para varias manufacturas de bajo,
medio y alto contenido tecnológico frente a China en los mercados de Uruguay,
Paraguay, Chile y Bolivia. Una mirada acrítica del vínculo comercial con China,
no es consecuente con un crecimiento "tirado por la industria y la
generación de empleos", como reza el “modelo de crecimiento con inclusión
social”, ya que justamente son los impulsores de los proyectos industrialistas
en la Argentina y Brasil los grandes "perdedores" de la expansión de
los vínculos comerciales con China.
Como en el resto de la región, la principal área
de inversiones chinas en la Argentina es el sector hidrocarburífero. Se destaca
que en 2010, el consorcio entre la China National Offshore Oil Company (CNOOC)
y la familia Bulgheroni adquirieron el 40% de Panamerican Energy, que
explota Cerro Dragón –el principal yacimiento del país–, y la adquisición en el
mismo año de Occidental Argentina por parte de SINOPEC, haciéndose de 23
concesiones. Esta última empresa es la cuarta firma de mayor facturación global
del planeta y recientemente se anunció su asociación con YPF para la
explotación de Vaca Muerta. Conjuntamente la producción de SINOPEC y CNOOC
supera a la de la parcialmente estatizada YPF. Parece importante observar que
si bien durante 2013 Argentina disminuyó sus exportaciones totales de petróleo,
las dirigidas a China aumentaron. Esto no solo es contradictorio con una
retórica sobre la soberanía hidrocarburífera, sino también con las metas de
auto-abastecimiento energético.
La compra del 51% de la comercializadora de
granos NIDERA por parte de la estatal China COFCO implica que este país –quien
es el principal importador mundial– controle uno de los oferentes más
relevantes, y que pueda presionar a la baja del precio, dificultando la
apropiación de una mayor proporción de la renta diferencial proveniente de esta
actividad, lo cual había sido una de las principales banderas del “modelo de
crecimiento con inclusión social”.
En cuanto a proyectos de infraestructura, el
proyecto de mayor relevancia en el país resulta el financiamiento de la
modernización del Ferrocarril Belgrano Cargas, que curiosamente recorre el 70%
del territorio en el cual se siembra y cosecha soja y puede también abaratar
los costos de transporte de varios minerales.
Las visitas del Presidente Xi Jinping a la
Argentina en 2014 y de Cristina Fernández a China en 2015 elevaron el rango de
la relación entre ambas naciones. Los acuerdos firmados aportan, como novedad a
lo comercial, la posible expansión de la canasta exportadora Argentina a China
de trigo, girasol, carne con hueso (Argentina ya exporta al país oriental carne
congelada sin hueso), pero manteniendo un perfil primario a pesar de una mayor
diversificación. China expone esto como el otorgamiento de un privilegio a la
Argentina, pero se trata de productos primarios que demandará de todas formas,
mientras tanto obtiene así prerrogativas para el desembarco de empresas
provenientes de China para realizar obras de infraestructura en la Argentina o
abastecer al país de productos industriales que se producen o pueden producir
localmente.
Algunas reflexiones finales
En este artículo entre otras cosas pretendíamos
exponer brevemente lo que presentamos como un nuevo contexto internacional, de
tensiones sobre la primacía hegemónica de EE.UU. que es desafiado por el
incremento de poder financiero, productivo, tecnológico y hasta militar de la
RPCh. Más allá de posibles divergencias de las lecturas sobre la hipótesis de
contexto de disputa por la hegemonía, a través de la discusión sobre algunos
aspectos del nuevo rol global que juega China, podemos observar que continuar
caracterizando a este país como del "Sur global", resulta un
eufemismo. Por consiguiente –y a diferencia de lo planteado por la mayoría de
los gobiernos de la región–, China ejerce un poder coactivo y hasta coercitivo
a partir de sus asimetrías de poder con cada país de América Latina. El
mantenimiento de negociaciones de índole bilateral, es uno de los principales
elementos que le permiten a este país obtener ventajas de cada uno de los de
Latinoamérica, y así no solo redefinir (o profundizar) un perfil productivo
local primario-extractivo, sino también el espacio territorial a partir de una
infraestructura que facilita la extracción, y por ende, no contribuye a cerrar
las venas de América Latina, sino a abrirlas aún más.
Planteamos por último, entonces, que el desafío
para los proyectos políticos construidos desde las bases y por los sectores
populares en América Latina es superar la tentación de que un escenario de
declive norteamericano y empoderamiento de China en un orden global no
representa una oportunidad mientras el mismo continúe siendo opresivo sobre los
sectores populares y continúe saqueando la naturaleza.
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