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Felix Arellano
El proceso bolivariano se aísla en el
Mercosur, pero no es realista pensar que, dada la sistemática violación de los
derechos humanos y la progresiva destrucción de la institucionalidad
democrática en Venezuela, pueda enfrentar la aplicación de la cláusula
democrática del Mercosur
Lo
previsible se hace realidad, el proceso bolivariano es un obstáculo para el
Mercosur y viceversa. En los temas que el bloque necesita trabajar y avanzar,
los bolivarianos no participan y el falso discurso revolucionario bolivariano,
ahora enardecido con las falacias de los “golpes de estado”, no encuentran
respaldo, todo lo contrario, es rechazado por los cuatro miembros fundadores
del Mercosur. En este contexto, la presidencia que debería ejercer Venezuela en
el segundo semestre de este año, se perfila caótica. La presidencia ni
comprende ni comparte los intereses de los miembros y viceversa.
Antes
de complicarse la situación política en Brasil, ya se observaban
contradicciones en Mercosur con el proceso bolivariano, que se fue acentuando
luego del triunfo del Presidente Macri en Argentina. La necesidad de revisar el
funcionamiento del Mercosur, eliminando la improductiva fase del falso discurso
ideológico, y retomando los temas fundamentales del comercio, la inversión, las
negociaciones y la apertura del mercado; ha sido una temática que ha logrado
consensos entre los gobiernos de Argentina, Uruguay y Paraguay; empero, la
crisis del Brasil ha congelado el proceso de revisión y reformas. Ahora bien, el
proceso bolivariano tradicionalmente ha satanizado esos temas, lo que empieza a
profundizar las distancias.
Con
el gobierno interino del Sr. Temer en Brasil las distancias del proceso
bolivariano con el Mercosur se agravan y el proceso lo ha dejado muy claro, al
promover equivocadamente la campaña del “golpe de estado contra Dilma” y,
luego, al llamar a consultas al Embajador venezolano en Brasil. El discurso de
apertura de mercado del nuevo gobierno interino brasileño tiene respaldo en los
otros miembros fundadores. Como mínimo los cuatro gobiernos aspirarían tratar
de culminar en estos seis meses las viejas negociaciones de libre comercio con
la Unión Europea y definir una agenda de trabajo con la Alianza del Pacifico.
El proceso bolivariano ni apoya, ni participa en esos temas, considerados
fundamentales para los demás miembros.
El
proceso bolivariano trataría en estos meses de acelerar el ingreso como miembro
pleno de su aliado revolucionario Evo Morales; empero, se requiere que los
cinco países ratifiquen el acuerdo y, en este momento, el Congreso de Brasil no
se presenta muy favorable. En este contexto, el proceso bolivariano se queda
solo y aislado con su falso y anacrónico discurso radical.
El
proceso bolivariano se aísla en el Mercosur, pero no es realista pensar que,
dada la sistemática violación de los derechos humanos y la progresiva
destrucción de la institucionalidad democrática en Venezuela, pueda enfrentar
la aplicación de la cláusula democrática del Mercosur, consagrada en el
Protocolo de Ushuaia, pues se requiere de la unanimidad de los miembros y la
prudencia del Presidente Tabaré Vázquez no apoyaría acciones duras como esa.
En
este contexto, se estima caótica la eventual presidencia semestral venezolana
del Mercosur y, se va tornando factible la idea de su posible retiro del
bloque, situación que Lula podría atenuar, pues en sus cálculos, la Presidenta
Dilma saldrá airosa del juicio, retoma la presidencia e inicia la venganza
contra los traidores del bloque. Este sueño, no resulta tan descabellado si
observamos, entre otros, que en seis meses pueden ocurrir muchas cosas, que la
popularidad de Temer es muy baja, que el Partido de los Trabajadores promoverá
un infierno contra su gobierno, que las decisiones que se requieren para
superar las crisis económica pueden ser impopulares y que la clase política
brasileña es muy amiga de los negociados tras bastidores, lo que podría impedir
los 54 votos necesarios para la destitución definitiva.
Los
sueños de Lula podrían cumplirse en el Senado, pero en seis meses también
pueden avanzar varias de las investigaciones judiciales abiertas en su contra y
también contra la Sra. Dilma y el poder judicial brasileño está resultando
envidiable, tanto por su autonomía, como por su fortaleza, situación que
también rechaza el proceso bolivariano.
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