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Felix Arellano
El discurso de hegemonía de Trump está cargado de exclusión y discriminación en un mundo interdependiente, dinámico y complejo que exige diálogo, tolerancia, convivencia y construcción de puentes y de gobernabilidad. No es tiempo de un “gendarme necesario”, que no se puede sostener ni económica ni políticamente
La pregunta correcta es: ¿podrá Trump llegar a la Casa Blanca? y las tendencias indican que lamentablemente si podría, pues está desarrollando una estrategia perversa, pero exitosa en términos electorales, está mintiendo y exacerbando pasiones y sentimientos negativos; promoviendo violencia y hegemonía, sin tener claras las negativas consecuencias que tal estrategia puede generar y, mucho menos, las soluciones que se deberían adoptar. Con estrategias similares, de falso discurso y activación de pasiones, encontramos casos electorales exitosos, como Fujimori en el Perú o el proceso bolivariano en Venezuela, que luego han desembocado en autoritarismo.
Todo parecía inicialmente banalidad y soberbia de un rico petulante y ambicioso, pero fue avanzando lenta y exitosamente.Cuando los pocos grupos pensantes de un partido, muy débil en términos de sensibilidad social, como el Republicano, empezaron a comprender la dimensión del “problema Trump”, la situación se había salido de sus manos y su discurso cargado de agresividad y violencia está creciendo y también los votos.
En el discurso de Trump se pregona la hegemonía imperial, un mito anacrónico, contradictorio y destructivo; que desconoce el cambio de los tiempos y la interdependencia global que estamos viviendo. La hegemonía mediante el uso irracional e indiscriminado de la fuerza no tiene viabilidad. Con el uso unilateral de la fuerza armada, Estados Unidos no logró resolver ni Vietnam ni Irak; y cualquier acción militar conlleva pérdida de vidas, que la sociedad norteamericana no acepta.
Por otra parte, las nuevas amenazas, como el terrorismo o un virus, han limitado seriamente el uso de las fuerzas y los contingentes de tropas, ahora se requiere estrategias negociadas con el resto del mundo para enfrentar enemigos complejos. Pero en el discurso, el mundo parece más un enemigo que un aliado. De allí la importancia que asignó el Presidente Obama a las soluciones multilaterales y negociadas con Irán, con Rusia o con China.
El discurso de Trump enfatiza la hegemonía económica y el proteccionismo, desconociendo la compleja interdependencia técnico-económica que vivimos en el mundo global. En el mundo de cadenas globales de generación de valor, todos buscan insertarse no aislarse, para lógralo se requiere de una ardua tarea de promoción de la competitividad interna, pero también de negociaciones con el resto del mundo, en la OMC o en bloques, de allí la estrategia del Presidente Obama de promover los mega-acuerdos Transpacífico y Transatlántico.
El discurso de hegemonía de Trump está cargado de violencia racial y étnica; de xenofobia y exclusión. Desde una perspectiva histórica es una postura contradictoria, pues los Estados Unidos es el resultado de una confluencia de diversidad racial y étnica; empero, en tiempos de crisis, cuando se reduce el empleo o el acceso a la salud o a la educación, los extranjeros pueden molestar. Los Estados Unidos son producto de la diversidad y se mantienen gracias a ella. El reto es buscar soluciones frente a la inmigración indiscriminada, generar empleos y bienestar social.
El discurso de hegemonía de Trump está cargado de exclusión y discriminación en un mundo interdependiente, dinámico y complejo que exige diálogo, tolerancia, convivencia y construcción de puentes y de gobernabilidad. No es tiempo de un “gendarme necesario”, que no se puede sostener ni económica ni políticamente. Necesitamos de las organizaciones multilaterales, de las negociaciones responsables y eficientes, como la reciente conferencia de Paris sobre el cambio climático.
Pareciera que se requiere de un voto reflexivo, tanto local como globalmente; pero, le estamos exigiendo demasiado al electorado de un país que tiende a concentrarse en sus asuntos locales y poco se interesa por el resto del mundo. Ahora bien, por la importancia que tienen las acciones del gobierno de los Estados Unidos para el mundo, se ha estimado que todos deberíamos votar en sus procesos electorales, eso no es posible, pero su democracia si permite que quienes defendemos la paz y la convivencia, asumamos una voz de alerta para promover el voto reflexivo.
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