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Felix Arellano
El mundo empieza a organizarse para mantener y consolidar los avances alcanzados en la administración Obama, particularmente frente a los duros ataques del Sr. Trump en su campaña electoral
Con la salida del Presidente Barack Obama de la Presidencia de los Estados Unidos se pierde un importante aliado del libre comercio, de los temas ecológicos particularmente del cambio climático, del multilateralismo, el diálogo, la negociación y, lo más importante, de los derechos humanos y la democracia. El mundo felicita y agradece su labor, pero no puede abandonar lo avanzado en esos ámbitos y por eso la región enfrenta retos complejos. La OEA podría constituir un espacio conveniente para trabajar en estos temas, aprovechando, tanto su dinámica norte/sur por la presencia de los Estados Unidos, como por el hecho que la corriente autoritaria, promovida por el gobierno venezolano, que ha buscado eliminarla, está de salida, y ha sufrido un duro golpe en la reunión del Consejo Permanente del pasado miércoles 16 de este mes.
El Presidente Obama inicio su gobierno con una mirada escéptica del tema comercial, como es la tendencia en el partido demócrata, pero con el tiempo fue apreciando las bondades del comercio para su país y el mundo y se convirtió en un sólido promotor; en tal sentido, aceleró las negociaciones del Acuerdo Transpacífico, que espera por la ratificación de los Congresos. También impulsó el Acuerdo Transatlántico, con la Unión Europea aún en negociación. Ambos acuerdos han recibido serias críticas de muchos sectores y el Sr. Trump, en su campaña, amenazó con la eliminación.
Eliminar los nuevos acuerdos y retirarse de los ya existentes como el TLC con México y Canadá, bajo la tesis que el nacionalismo económico fortalecerá la economía, puede resultar un arma de doble filo, pues un país aislado, más que fortalecer las inversiones las puede espantar y agravar los problemas. Los acuerdos comerciales pueden requerir de una revisión, un tema que se debería fortalecer tiene que ver con la equidad; pero, eliminarlos puede resultar la peor opción.
Puede ser que alguno de los asesores del Sr. Trump le advierta, que al eliminar el TPP, fortalece a China (que Obama logró excluir de ese acuerdo), como acaba de ocurrir la Cumbre de los países de la APEC, efectuada en Lima los días 19 y 20 de este mes, donde el Presidente Chino destacó su pleno respaldo al libre comercio y, la cumbre en general hace un llamado al nuevo gobierno de los Estados Unidos para continuar trabajando en materias comerciales.
También el Acuerdo de Paris sobre el cambio climático recibió un fuerte respaldo en la Cumbre de la COP22 efectuada en Marrakech del 07 al 18 del presente mes, donde además de avanzar en las tareas de regulación previstas en el Acuerdo de Paris que ya ha entrado en vigencia, se logró un gran consenso en torno al acuerdo bajo el lema “Paris es un acuerdo de no retorno”.
El mundo empieza a organizarse para mantener y consolidar los avances alcanzados en la administración Obama, particularmente frente a los duros ataques del Sr. Trump en su campaña electoral, y si bien el presidente electo ya está moderando su agresividad y se espera que en su equipo de gobierno pueda reinar alguna moderación en temas claves para el país, es evidente que el nuevo Presidente no retomará el liderazgo de Obama en que ha considerado marginales.
En este contexto, a la región se le presenta el reto de la defensa de los derechos humanos y la institucionalidad democrática, que exige de un urgente trabajo, tanto por las amenazas que representan los gobiernos autoritarios como el proceso bolivariano, como por la actitud del Presidente Trump. La administración Obama mantuvo estos temas con especial atención en la agenda, algunos queríamos una acción más contundente, pero el Sr. Trump evidencia menosprecio e indiferencia.
Los gobiernos democráticos de la región enfrentan la necesidad de ejercer un mayor liderazgo para la defensa y fortalecimiento de estos temas, y la OEA puede representar un espacio privilegiado. Resulta indispensable que se mantenga el seguimiento, la denuncia y el alerta frente a los abusos en materia de derechos humanos por parte de los gobiernos autoritarios. La labor de la Comisión Interamericana de los derechos humanos es de fundamental importancia y requiere respaldo político y financiero, pero tiende a ser lenta y de bajo perfil. Resulta indispensable el liderazgo activo para la denuncia y ese lo deberían ejercer los gobiernos democráticos.
La grave situación de derechos humanos e institucionalidad democrática que vivimos en Venezuela y que ha contado con la voz crítica del Secretario General de la OEA, ha puesto en evidencia algunas de las debilidades, tanto de la Carta Democrática de la OEA, como del Protocolo de Ushuaia del Mercosur. Ambos instrumentos requieren de una reforma que permita una participación más activa de la sociedad civil que tiende a enfrentar los mayores abusos y no tiene espacios eficientes para la denuncia. Las organizaciones civiles, los partidos políticos, los movimientos sindicales, estudiantiles, los gremios profesionales, entre otros, deberían contar con voz y capacidad de denuncia en el ámbito de las clausulas democráticas.
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