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Felix Arellano
Urge una mayor reflexión desde la familia, la
academia, los medios de comunicación y la sociedad civil en general sobre los
nuevos retos y desafíos que nos plantea la globalización y las soluciones
negociadas que debemos construir
El
mundo se globaliza profundamente, al extremo que cuando se define la 4ta
revolución industrial, se destaca la progresiva presencia del internet en lo
cotidiano; es decir, nuestra vida diaria cada día más interconectada en redes
globales. Es un hecho que a la globalización le debemos muchos beneficios, pero
estos días nos ha mostrado una de sus facetas negativa, con el impactante
ciberataque global, que según algunos medios estiman ha afectado
aproximadamente 150 países. Pero también se ha informado de un nuevo brote del
virus del ébola en África. Para los radicales la solución se orienta a romper
los vínculos con la globalización, construir muros, fortalecer la soberanía
nacional; falsos discursos, que no resuelven los problemas, crean nuevos y
evaden las soluciones efectivas que tiene que ver con: diálogo, negociación y
cooperación que nos permitan un mundo global basado en reglas.
Este
nuevo ciberataque ha impactado por su extensión y profundidad, según expertos
se trata de un secuestro exprés informático a escala mundial. Un virus que
penetra un equipo y rápidamente se propaga a todos los equipos que estén
interconectados en red y no permite ver la información, denominado como “WannaCry”. Quienes controlan
el virus y el ataque exigen un rescate para que el usuario pueda recuperar la
información, pagadero preferiblemente en la moneda en red llamada bitcoin, que facilita la
impunidad, pues dificulta el rastreo de los infractores. Todo esto ocurriendo
en el mundo de la electrónica, lo que ayer parecía ficción y la capacidad
humana lo hace realidad.
Los
daños de este ciberataque global, resulta prematuro precisarlos, pero algunos
medios contabilizan más de 75 mil afectados, cifra que incrementará en la
medida que se pueda conocer la cantidad de computadoras personales afectadas.
Por lo pronto, se registran consecuencias en el sistema de salud del Reino
Unido y de Colombia; universidades chinas, instituciones públicas y banca
privada en Rusia; el sistema de trenes y el Deutsche Bank en Alemania y
empresas poderosas como Renault, Telefónica en España, Nissan, BBVA, KPMG,
entre otras.
Pero
la globalización nos ha dejado ver otras diversas facetas negativas; al
respecto, cabe destacar los llamados ilícitos internacionales, entre los que
destacan: el comercio mundial e ilegal de personas, órganos, estupefacientes y
armas; también se globalizan los virus como el VIH o el H1N1. Igualmente
enfrentamos el carácter global de muchos problemas ecológicos, como el efecto
invernadero, el debilitamiento de la capa de ozono o el agotamiento del agua dulce,
por mencionar algunos.
Frente
a estos problemas, los grupos radicales promueven las tesis de la soberanía
absoluta y, desde esa perspectiva, rechazan, entre otros, la diplomacia
multilateral, las organizaciones internacionales, la integración económica e
incluso el comercio internacional. Con la excusa de enfrentar las perversidades
de la globalización, tratan de eliminar cualquier obstáculo o limitación a su
actuación autoritaria y evitar que sean enfrentados por sus atropellos a los
derechos humanos.
Ahora
bien, toda la compleja problemática que está generando la globalización, no se
resuelve cerrando las fronteras, pues los problemas globales trascienden las
fronteras, las soluciones efectivas pasan por el diálogo, la negociación y la
cooperación a escala mundial. La dinámica negociadora sobre el cambio
climático, que concluye con los acuerdos de Paris en diciembre del 2015, es un
buen ejemplo del camino que se debería seguir para enfrentar los problemas
globales; empero, los radicales minimizan el problema, menospreciando la
influencia humana en el incremento del cambio climático o lo ridiculizan
calificándole como “un cuento chino”.
Los
problemas que plantea la globalización exigen de un gran esfuerzo de
negociación y cooperación a escala mundial; por tanto, se debería fortalecer la
diplomacia multilateral y el papel de las Naciones Unidas; empero, por el
contrario, observamos con sorpresa como se incrementan en el mundo las
propuestas nacionalistas que promueven pasiones y votos, pero no resuelven los
problemas. Urge una mayor reflexión desde la familia, la academia, los medios
de comunicación y la sociedad civil en general sobre los nuevos retos y
desafíos que nos plantea la globalización y las soluciones negociadas que
debemos construir.
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