Son diversas las lecturas que se desprenden del reciente acuerdo suscrito entre el gobierno de Donald Trump y el grupo talibán de Afganistán, algunas de ellas pueden vincularse con la crisis que enfrentamos en Venezuela, tanto en lo que respecta a la estrategia, como a la posibilidad de una negociación.
El acuerdo suscrito el pasado 29 de febrero en la ciudad de Doha, capital de Qatar, luego de nueve rondas de negociaciones, que iniciaron en el mes de octubre del 2018, genera más dudas y críticas, que la esperanza en un una paz estable para el convulsionado país; empero, podría representar el inicio de un largo y difícil camino de encuentro y recuperación.
Una de las lecturas del talibán es que el acuerdo constituye una capitulación de los Estados Unidos, y les permite retomar el poder. En efecto, ya controlan más de la mitad del territorio y ahora se encuentran con el gobierno de Kabul (capital de Afganistán) debilitado y sin la amenaza de la fuerza militar de la coalición internacional, que se calcula en 14 mil soldados, fundamentalmente estadounidenses y, que según lo previsto en el acuerdo, debería abandonar el país progresivamente en un plazo de 14 meses.
Sorprendentemente se suscribe el acuerdo sin exigir el desarme como requisito previo; con una tregua tan efímera que ha durado una semana; con el beneficio para el grupo talibán de poder llegar al poder, ya que se deberían iniciar negociaciones con el gobierno para un proceso de transición a unas elecciones democráticas y, con la simple promesa que no convertirán al país en un santuario de grupos terroristas, como ocurrió en el pasado. Parecieran mayores los beneficios que los costos, razones para celebrar tiene el talibán. .
Para el gobierno de Kabul, presidido por Asharf Ghani, electo en el 2019, proceso impugnado por la oposición; que no controla la mitad de su territorio, que no ha participado directamente en la negociación y está comprometido según el acuerdo a iniciar un proceso de transición para una nueva elección, en la que participaría el talibán; el resultado se presenta infortunado.
El gobierno de Kabul ha quedado muy débil y los insurgentes talibanes lo rechazan como “gobierno títere”, su estabilidad es muy frágil. No obstante que el compromiso de los Estados Unidos conlleva evaluar el comportamiento del talibán; empero, todo indica que el Presidente Trump no quiere compromisos de implicaciones militares, lo que tranquiliza al talibán.
Para la golpeada la sociedad afgana, que ha vivido diversas intervenciones (tres del Reino Unido 1841, 1871, 1919; la URSS 1978-1992 y Estados Unidos 2001-2020) y aspira libertad y tranquilidad, en particular para las mujeres, el acuerdo es nefasto. Esos grupos humanos deben estar pensando en migrar, en un mundo donde los gobiernos están cerrando las puertas a las migraciones.
Conviene recordar que el talibán, grupo extremista islámico conformado mayoritariamente por la etnia pashtun, ya controló el poder de forma totalitaria, desarrollando prácticas de terror contra la población, en particular las mujeres, desde 1994, hasta el año 2001, que fue expulsado por la intervención militar de una coalición internacional que lideró los Estados Unidos.
En Estados Unidos deben circular varias lecturas, para el Presidente Trump forma parte de su propuesta electoral de retirar a su país de costosos compromisos internacionales tanto en recursos humanos, como económicos. Esta ha sido su posición al retirar sus fuerzas militares en Siria, despegando el terreno a Putin. El caso de Afganistán resultaba apremiante. Una guerra que inicio en el 2001 y que según The Cost of War Proyect de la Universidad Brown, desde el 2001 al 2019, ha consumido “más de 2 billones de dólares”. Por otra parte, se calculan “3500 muertos de la coalición internacional, de ellos 2400 soldados norteamericanos”
Debe estar privando en Donald Trump un marcado cálculo electoral, pues todo indica que desde el inicio su gobierno está en campaña para la reelección. Lluís Bassets, del prestigioso El País de España lo ha resumido duramente: “solo un maestro alquimista de la mentira es capaz de convertir una rendición en victoria para sacarle luego rendimiento electoral” (080320)
Para la lucha por la recuperación de la democracia en Venezuela se pueden extraer algunas lecciones; entre ellas, la conveniencia de no concentrar la estrategia en un solo actor. Estados Unidos es muy importante, pero para que resulte efectiva la estrategia e incluso las sanciones conviene la activa participación de todos los aliados que acompañan nuestra lucha.
Por otra parte, debemos comprender que la negociación es un camino acertado, para evitar una violencia impredecible, pero exige de un trabajo exhaustivo y coordinado, con un eficiente liderazgo que debería ser ejercido por nuestra oposición democrática.
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