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Se han cumplido 100 días de gobierno del presidente Joe Biden en los Estados Unidos y, si bien resulta prematuro poder realizar una evaluación exhaustiva y categórica, podemos arriesgarnos a desarrollar algunas lecturas sobre las tendencias que se aprecian, identificar avances, en particular, en el plano nacional, potenciales riesgos y alertar sobre vacíos o limitaciones, con especial énfasis en lo que respecta a la agenda internacional que nos toca más directamente.
A nivel nacional, se observa un importante giro cualitativo, caracterizado, entre otros, por el eficiente manejo del gobierno en su conjunto, el talante democrático del presidente y la atención que se está asignando a graves problemas internos, tales como: la pandemia del covid-19, la equidad, la exclusión y la creciente polarización. Pero siempre hay riesgos, debilidades y vacíos; empero, la nueva administración ha dado señales de tolerancia a la crítica, respeto a la libertad de expresión, determinación para avanzar en la inclusión y capacidad de enmienda.
Las propuestas para la recuperación nacional frente a la pandemia que ha presentado el presidente Biden, algunos las definen como las más ambiciosas de los últimos tiempos, abordan los temas fundamentales, estimulan crecimiento económico, apoyo a los sectores productivos, la generación de empleos y bienestar social, sin desconocer las necesidades de los más vulnerables.
Obviamente, los costos son billonarios, lo que incidirá en el déficit fiscal y la deuda pública y, políticamente, privilegian el papel del Estado en la economía y en la sociedad, lo que puede estimular un enfrentamiento con los sectores liberales más radicales en el Partido Republicano, que tradicionalmente han promovido la reducción del gobierno.
Sobre las relaciones con el Partido Republicano, temática que el presidente Biden conoce ampliamente por sus años como representante en el Congreso, resulta fundamental no atizar las diferencias, que son muchas, con Donald Trump, que lo podrían fortalecer en sus aspiraciones de controlar el partido. Por el contrario, se deberían establecer puentes con los sectores moderados para evitar que el partido sea dominado por la visión populista y radical.
Al evaluar el manejo de la crisis sanitaria, social, y ecológica; encuestas preliminares indican un creciente apoyo popular, incluso con niveles superiores al respaldo que recibe el presidente, lo que constituye un dato paradójico e interesante. Particular importancia se asigna al manejo de la pandemia y, en especial, al proceso de vacunación. Se ha superado la negación y la errática actuación del presidente Trump, que influyó sensiblemente en la gravedad del problema en su fase inicial.
La efectividad en el proceso de vacunación ha demostrado la capacidad de gerencia, administración y coordinación del gobierno con todos los sectores involucrados. Ahora se presentan nuevos retos, como el manejo de los grupos que se mantienen negacionistas de la pandemia o reacios a la vacunación, pues representan una amenaza para el resto de la población.
Otro desafío más complejo en lo que respecta a la pandemia tiene que ver con la administración internacional de la vacunación, uno de los vacíos en la agenda en estos primeros días. Conviene resaltar, frente a quienes se aferran a las concepciones rígidas de la soberanía, que la pandemia no se resuelve exclusivamente fronteras adentro, es un problema global y exige soluciones globales.
En la medida que la gran mayoría de países en desarrollo no logren avanzar efectivamente en el proceso de vacunación de sus poblaciones, el virus se mantiene como una amenaza global, con el agravante de sus constantes mutaciones. Resulta necesario alertar en relación a la pandemia del covid-19 la ausencia de liderazgo de las democracias occidentales, incluyendo los Estados Unidos, lo que abre otra oportunidad para los actores potencias de la geopolítica del autoritarismo, en particular para China y Rusia.
Entrando en la política internacional debemos destacar que, si bien se presentan interesantes avances, también encontramos vacíos y debilidades que se deberían enfrentar. En el inventario de avances destacan, entre otros, el fortalecimiento del multilateralismo, la renovación de las relaciones con las democracias occidentales, la promoción de los nuevos temas de la agenda internacional, en particular la ecología, más específicamente el cambio climático.
En su discurso, el presidente Biden retoma como un objetivo relevante la defensa del orden liberal y sus valores fundamentales: de libertades, democracia y derechos humanos, lo que representa un giro conceptual fundamental; ahora bien, avanzar en ese ambicioso proyecto exige de una actuación creativa y dinámica; un gran despliegue en la política exterior y su diplomacia, comparable con la actuación de los Estados Unidos en la fase de posguerra de la II Guerra Mundial, no para generar una nueva guerra fría, todo lo contrario, para lograr una presencia activa y efectiva en el mundo, en materia de inversiones, comercio, tecnología, cultura, en particular en apoyo a los países en desarrollo.
La expresión repetida: «Estados Unidos ha regresado de nuevo», luego del paréntesis que ha representado Donald Trump, constituye un desiderátum importante para la nueva narrativa, pero exige acciones concretas que no se aprecian y, adicionalmente, se enfrenta con los significativos avances que ha logrado China en su expansión a escala mundial, una amenaza contra las libertades, la democracia y los derechos humanos.
Como bien sabemos, China se ha posicionado en uno de los principales socios comerciales y financieros de la gran mayoría de los países en desarrollo, adicionalmente, frente a la pandemia ha activado la diplomacia de las mascarillas y de la vacunas. Por otra parte, Rusia, no obstante sus debilidades económicas, también ha fortalecido su liderazgo global con su activa participación en la geopolítica de las vacunas contra el covid-19.
Ante la arremetida de las potencias de la geopolítica del autoritarismo, las débiles democracias de los países en desarrollo, en particular de nuestra región, se sienten abandonadas por los países desarrollados de Occidente. Debemos recordar varios de esos países, en sus primeras reacciones contra la pandemia, exacerbaron el nacionalismo y el proteccionismo; luego, al superar progresivamente esa primera reacción radical, no han asumido una estrategia efectiva de apoyo a nuestros países.
En los primeros 100 días la agenda internacional se ha concentrado en China y Rusia, situación comprensible por la amenaza que representan para el orden liberal, empero, convendría superar el discurso radical y efectista, conveniente a corto plazo ante la audiencia nacional, pero que no generar resultados eficientes para avanzar en los objetivos de establecer los límites necesarios y aprovechar las oportunidades con tales actores.
En estos momentos Rusia y China buscan superar sus diferencias para enfrentar en conjunto a los Estados Unidos y lo someten a escenarios de tensión. En el caso de Rusia, en Ucrania, Bielorrusia y la detención del líder opositor Alekséi Navalni. China, por su parte, en Taiwán, Hong Kong y el mar del Sur de China.
En el fondo, pareciera que no aspiran escalar militarmente el conflicto, básicamente esperan lograr avances geopolíticos, confirmar el protagonismo en su entorno geográfico, resaltar las debilidades de la potencia americana y las contradicciones en el discurso.
La geopolítica del autoritarismo está resultando hábil y creativa, ha ganado un importante espacio a nivel mundial; en consecuencia, para enfrentarla se requiere de una estrategia inteligente, coordinada con las democracias occidentales—incluyendo nuestra región —, con una importante dosis de pragmatismo que permita establecer los límites a la expansión y, paralelamente, crear espacios de convivencia pacífica que permitan avanzar en diversos proyectos de cooperación.
En lo que respecta a la región, en un espectro tan amplio de temas, hasta el presente se ha privilegiado las migraciones, temática sensible a nivel nacional y, en consecuencia, la relación con el Triángulo Norte. Estamos conscientes de que tanto el presidente Biden como su equipo conocen la región y su complejidad, por ello entendemos que inicialmente han asumido una actuación cautelosa para no exacerbar las diferencias y tratar de construir una estrategia cuidando los matices de la diversidad; empero, la prudencia pronto debería dar paso a una vinculación más estrecha, orientada al fortalecimiento de las democracias que están enfrentando serias amenazas, potenciadas por los perversos efectos de la pandemia.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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