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Las amenazas a la estabilidad política que están enfrentando varias democracias en nuestra región, en algunos casos como en Colombia y Chile, con altos niveles de agresividad y claras manifestaciones de vandalismo, tiende a generar, de forma mecánica, explicaciones asociada con el papel de las fuerzas radicales y su actuación a nivel internacional.
Es un hecho que los movimientos radicales, en sus diversas manifestaciones, han logrado una organización transnacional y trabajan sistemáticamente para adoctrinar y promover la inestabilidad; empero, no es la única razón de la crisis que enfrentamos y, en algunos casos, tampoco la causa fundamental. En consecuencia, resulta fundamental profundizar la reflexión, para comprender la complejidad de la situación e identificar errores, limitaciones y tareas pendientes de quienes debemos defender la institucionalidad democrática.
A todos los ciudadanos, en general, nos corresponde velar por la democracia, sus instituciones fundamentales y, en particular los derechos humanos; pero los gobiernos, los partidos políticos y sus líderes y las diversas instituciones de la sociedad civil tienen un papel protagónico; empero, en estos momentos pareciera que no están asumiendo el compromiso histórico que exigen las circunstancias.
Se requiere, entre otros, unidad, mística, creatividad y mucha responsabilidad para poder superar la crisis y promover la construcción de una democracia más sólida y solidaria
Producto de la pandemia del covid-19 la pobreza en la región se está multiplicando, como lo están alertando diversas organizaciones, en particular la Cepal; pero no es problema nuevo y, adicionalmente, está asociado a un conjunto de factores disruptivos que se vienen acumulando en el tiempo, entre los que destacan la discriminación en múltiples manifestaciones, la marginalidad, el racismo, la xenofobia, la aporofobia.
Los sectores vulnerables no identifican a la democracia como la solución a sus problemas de miseria; por el contrario, observan la dinámica política como una de las causas de su problemática. Se va creando un distanciamiento entre los políticos y los sectores marginados que tienden a percibir el mundo político como una burbuja de privilegiados, producto, en muchos casos, de una gran corrupción de los recursos públicos y garantías de impunidad.
Producto del distanciamiento, los políticos van perdiendo comunicación, pero también la compresión de la dramática situación de la pobreza. Surgen casos excepcionales, de líderes que logran crear empatía con los vulnerables, los motivan y movilizan; empero, en la mayoría de los casos luego, en la práctica política se genera otra nueva frustración. “Los salvadores de la patria”, por lo general autoritarios, terminan concentrados en sus beneficios personales y de sus camarillas en el poder, lo que incrementa los resentimientos, que se encauza en la violencia.
Para los excluidos, otro de los privilegios que caracteriza la burbuja política es el nepotismo. Los familiares y amigos de la elite tienen garantizada la continuidad de los beneficios del poder, forman parte de la nomenclatura, la mafia o el bloque en el poder; que no permite mayores opciones de relevo. En consecuencia, la dinámica democrática se asocia a un mecanismo que garantizar privilegios a unas minorías.
El ambiente de inequidad política se agrava con las diversas formas de discriminación que tienden a enfrentar los más débiles, entre otros, por factores étnicos, culturales, sociales, raciales o sexuales. Adicionalmente, y para agravar la situación, enfrentamos la pandemia del covid-19 que está generando un crecimiento exponencial de la pobreza.
Como podemos apreciar, nuestras débiles democracias están experimentando los problemas estructurales de pobreza y discriminación que se han acumulado en el tiempo; los efectos de la pandemia y la hábil estrategia de los sectores radicales, que aprovechan, tanto las graves condiciones sociales, como las bondades de la democracia para avanzar en sus estrategias de llegar al poder, para perpetuarse.
Esta descripción muy general y resumida la podríamos identificar, precisando detalles, casos específicos, estadísticas; en cada uno de los países andinos, que están experimentando los avances del radicalismo populista.
En este contexto, resulta interesante el paréntesis que representa Guillermo Lasso en Ecuador, esperemos que logre superar la arremetida del radicalismo ecuatoriano, que tiene fuerza, recursos y un país que reproduce, en gran medida, la situación de crisis estructural.
En un contexto tan complejo y desafiante, preocupa la débil reacción de los partidos democráticos y sus líderes, lo que puede interpretarse como una expresión de individualismo, que suma al menosprecio de la situación social. Reflejan estar ocupados de sus agendas y cálculos personales, evaluando si la gravedad de la situación, les permite posicionarse para llegar al poder y crear su burbuja de privilegios.
No se aprecia una reacción contundente de los partidos democráticos y sus líderes en la defensa de la democracia, amenazada en Colombia por la violencia atizada por una minoría radical que aprovecha y manipula la crisis estructural no atendida adecuadamente; pero también amenazada por el proyecto político autoritario de Perú Libre, orientado claramente a la destrucción de la débil democracia peruana y amenazada por el progresivo ascenso del populismo en Chile.
Que la población, en particular los vulnerables, no consideren a la democracia como alternativa ni solución a sus problemas representa una clara señal de los errores y fracasos de los políticos, pero también de la sociedad en su conjunto. La promoción y defensa de la democracias es una labor ciudadana permanente, tiene ver con un responsable quehacer cotidiano, naturalmente, los políticos tienen una mayor responsabilidad.
Los movimientos radicales están realizando sus tareas de adoctrinamiento y promoción de la polarización y violencia, temas en los que tienen gran experiencia y recursos. En sus falsos discursos promueve soluciones mágicas que nunca llegan, pero les permite cautivar y movilizar a los pobres. Quienes defendemos la democracia y sus instituciones, debemos evaluar nuestra actuación, la simplificación de la situación no facilita ni garantiza la solución; adicionalmente, las divisiones y personalismos representan el camino seguro para la destrucción de la democracia.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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