Carlos Eduardo Daly Gimón
Para el 2015, el PIB de la zona euro[1] progresó
1,5% y en la Unión Europea (UE)[2] esa
cifra alcanzó el 1.8%.
Los pronósticos 2015 del F.M.I
para la eurozona del 1,5 se cumplieron a cabalidad, mientras que las
estimaciones de un crecimiento estimado del 1,7% para la Unión Europea fueron
ligeramente superadas con un 1,8% para ese mismo año.
Estos resultados pueden leerse
desde distintas perspectivas.
Si los examinamos desde el
comportamiento del PIB a partir de la crisis financiera que se inicia en 2008,
los resultados referidos indican una cierta mejoría de las economías europeas.
Así, de acuerdo a los datos de la Oficina de Estadísticas de la Unión Europea[3], el
PIB ha venido mejorando desde la caída
experimentada en 2009 de un -4.5%, hasta
un 2.1% en 2010, 1,6% en 2011, de nuevo se produce una disminución del
crecimiento en 2012 con un 0,9% y en
2013 con un PIB decreciendo en un -0,3%, hasta alcanzar mejores resultados en
2014 con un PIB mejorado de 0,9%, y
finalmente el 1,8 referido con anterioridad para 2015. Ciertamente, no se trata
de una evolución sostenida del progreso económico pues a lo largo del período
en cuestión se observa un evidente vaivén en materia de crecimiento, lo cual
refleja una cierta ineficiencia en las política públicas, así como una
manifiesta inconsistencia en las principales variables macroeconómicas. No
obstante vale resaltar que dos años consecutivos (2014 y 2015) de resultados
positivos, e incluso con manifiesta tendencia al alza de una cifra con respecto
a la otra, expresan una indudable propensión de esas economías hacia su
recuperación y consolidación aunque sea a un ritmo menor del esperado.
Desde el punto de vista
comparativo en el marco del escenario mundial, el crecimiento económico europeo
se inscribe en un contexto internacional inestable y de difícil pronóstico. Como lo asegurara
recientemente el renombrado premio nobel de economía (2001) J. Stiglitz, “las
tasas de crecimiento de los países avanzados también se han tornado más
volátiles”, lo que se traduce en que “las economías del mundo han continuado
dando tumbos en 2015” [4].
En el caso de los Estados Unidos [5] y siendo
el país de origen de la grave crisis de 2008 en adelante, sus datos son distintos
y bastante mejores que la mayoría de los países europeos. Así, de un PIB de
2,5% en 2010 se pasa a un 1,6% de crecimiento en 2011 y se incrementa a 2,3% en
2012, 2,2% en 2013, 2,4 en 2014 hasta alcanzar 2,9 en 2015. El crecimiento
económico norteamericano ha sido mucho más consistente que el europeo y
pareciera que así continuará en el corto plazo.
En cuanto a la determinación de
las naciones que contribuyeron decisivamente al
comportamiento económico de la UE,
Alemania, Francia, Italia y España siguen siendo el sustento fundamental
de la evolución reciente del viejo continente, aunque con ciertas
particularidades. Para 2015 destaca la economía española con un PIB de 3,2% aunque todavía las cifras
no son definitivas pero según lo registrado en los dos últimos trimestres del
año pasado son muy pocas las variaciones que se pueden esperar [6].
Alemania por su parte creció mucho menos que el país ibérico, pues el PIB
alemán arrojó una variación de 1,7 respecto a 2014, lo que supera en apenas una
décima al crecimiento del año pasado (1,6%). Resalta pues que el llamado
“motor” de la UE tenga dos años consecutivos de bajo crecimiento, y además haya
sido superado por España, país cuyas variables macroeconómicas mostraban en
época reciente importantes desajustes
monetarios, financieros y fiscales.
Francia creció en 2015 en 1,1%,
lo cual la coloca por debajo de España y Alemania, aunque debe mencionarse que
esos resultados significan una sensible mejoría con respecto a los años
anteriores cuando el país galo alcanzó un PIB de 0,2% en 2014, 0,7% en 2013,
0,2% en 2012 y un año distinto como fue
2011 con un crecimiento económico de 2.1%.
Italia por su parte sigue mostrando una manifiesta inconsistencia
en sus estrategias económicas pues en 2015 apenas alcanzó un 0,8% de aumento
del PIB, un poco mejor que el -0,4% del
2014, -1,7% en 2013, -2.8% en 2012 y
0,6% en 2011.
Como puede observarse Italia, Francia y
Alemania en menor grado, tienen severas dificultades en direccionar su
sistema económico en la senda del crecimiento sostenido y del bienestar.
Pareciera, de acuerdo a los datos revisados,
que 2015 fue un año de transición hacia mejores dividendos en el
escenario europeo inmediato.
En esta dirección se inscriben
las proyecciones de la Comisión Europea de Asuntos Económicos y
Financieros, cuyas proyecciones se
inclinan por un crecimiento del PIB de 1,9% para 2016 y 2,0% para 2017.
Ello dependerá, desde luego, del
comportamiento que arrojen una serie de eventos de carácter coyuntural que hoy
en día están presentes en el plano interno e internacional. Veamos.
Un factor de impacto
determinante es el mercado petrolero mundial.
Aún cuando los avances en
materia de energías renovables son crecientes y parecieran diversificarse, el
comportamiento de los precios de los hidrocarburos en el corto y mediano plazo
es determinante para los países importadores
y/o consumidores de petróleo. La oferta excesiva presente en los
mercados ha provocado un descenso sostenido de los precios y a pesar del duro
invierno los precios siguen cayendo y pareciera que esa tendencia no va a cambiar
a lo largo del 2016. Ello beneficia sustancialmente las economías
desarrolladas y las menos desarrolladas
con déficit energético, lo que coadyuvará
significativamente el crecimiento económico de occidente y demás naciones consumidoras.
La tasa de inflación interna y
comunitaria ha sido un elemento de clara influencia en el consumo de los
hogares, y ha servido para fortalecer el consumo interno y por tanto el
fortalecimiento de la producción de bienes y servicios en el sistema económico
nacional. Para 2015 la inflación se ubica en 0,2% en la UE, y en algunos países
se registran pura y simplemente caídas de los precios.
Asimismo, la devaluación del
euro ha servido de apoyo para el fortalecimiento de la capacidad exportadora de
la UE, junto a un mejor posicionamiento de las economías europeas en el
comercio internacional.
Este conjunto de factores ha
contribuido, como ha sido resaltado, al
mejoramiento del crecimiento económico europeo el año pasado y
probablemente el 2016.
No obstante, persisten circunstancias que bien pudieran entorpecer
los avances alcanzados en los escenarios europeos.
Las dificultades en la
sostenibilidad del crecimiento de los países emergentes ha afectado en 2015 a
las economías europeas. China pareciera que ha perdido el impulso que la ha
caracterizado desde hace más de 10 años, arrojando tasas de variación del PIB
superiores al 8% anual. En 2015, el PIB de China apenas alcanzó un 6,9%,
magnitud evidentemente inferior a sus resultados históricos. Pero no se trata
únicamente del gigante asiático. En el grupo de los llamados BRIC’s también el
tema de la variación del PIB ha experimentado cambios. Rusia ha visto mermar su
expansión económica en razón de la caída de los precios petroleros, Brasil ha
presentado problemas significativos en
su dinámica productiva lo que ha arrojado resultados
mediocres en 2015 y junto a la corrupción y la inestabilidad política,
pareciera que 2016 será igual o peor que lo ocurrido el año anterior.
Las naciones árabes y
latinoamericanas exportadoras de petróleo han igualmente visto mermar su
capacidad adquisitiva, y por ende su participación en los mercados
internacionales de bienes y servicios.
Finalmente vale dejar sentado
que la calidad de la recuperación económica que ha venido experimentado la UE
es muy precaria, tal como se verifica en el impacto que la evolución del PIB
tiene sobre el empleo y el desempleo.
Sin lugar a dudas, que la
principal carga que arrastran los países
europeos es el desempleo. La OIT [7] utiliza
el calificativo de “preocupante” para los asuntos relativos al desempleo y a la
creación de nuevos empleos. 2015 acabó con 197,1 millones de
personas sin trabajo en el mundo, 27 millones más que antes de la crisis de
2007, lo cual resulta una seria dificultad para la vinculación del PIB con las
políticas sociales. En determinadas naciones del viejo continente la situación es
más grave aún como es el caso de la economía española. Más allá de mostrar
resultados en el PIB mucho mejores que la mayoría de sus socios en la UE, la
tasa de desempleo en España para mayores de 16 años situó en 22,4%.Para 2016
esa tasa experimentará mejoría de acuerdo a la OIT, pues se estima un 21,5% y
21,3% en 2017. En el resto del mundo asegura la OIT, el desempleo seguirá
subiendo y se estima que para finales de 2016 habrá más de 200 millones de
parados.
Es pues una tarea pendiente del liderazgo comunitario de la
UE atender los problemas de desempleo junto a las pronunciadas desajustes que
han ido surgiendo en países con insolvencia financiera, como es el caso de una
economía Griega al borde de la bancarrota y hoy día sometida a exigentes
programas de reformas internas, o las
dificultades de Finlandia para expandirse cuando sectores claves se contraen y
afectan su PIB, o las exigencias cada vez más inflexibles de Inglaterra por
mantenerse en el pacto comunitario pero que no comparte estrategias como la
política inmigratoria o la lucha antiterrorista.
Preocupaciones.
La uniformidad de la economía europea está lejos de lograrse
en el plano de las políticas económicas.
Grecia resultó un verdadero dolor de cabeza tanto para las
autoridades comunitarias como para el
liderazgo nacional de los países miembros.
De los procesos de negociación de 2015 se derivaron un conjunto de
recomendaciones/imposiciones, particularmente en lo relativo a la
intensificación de los controles sobre el sistema bancario y el sector de las PyME, lo que influyó directamente sobre la caída del PIB.
Vale resaltar que la actividad turística reflejó resultados bastante más
alentadores, mejorando así el panorama de la economía griega.
Portugal ha presentado igualmente resultados muy precarios en
materia de crecimiento económico. La
inestabilidad política se ha ido resolviendo en época reciente, lo cual
hace presagiar mejores resultados a corto plazo.
Finlandia por su parte también se coloca en el grupo de
países de evidente inestabilidad, pues su muy relativo comportamiento positivo
del primer trimestre de 2015 no pudo
mantenerse en el tercer y cuarto semestre del año anterior. En ello tuvo mucha importancia la recesión de su vecino ruso y
las manifiestas dificultades de sus sectores fundamentales como lo son la
electrónica y la actividad maderera.
Finalmente, el crecimiento económico de Los Países Bajos
resultó bastante inferior a lo previsto, aunque las causas que lo provocaron
son todavía poco concluyentes. Pareciera que las manifiestas dificultades en el
PIB de los países emergentes y las
dificultades del comercio mundial jugaron
un papel decisivo en la particular dinámica macroeconómica de Holanda.
[1] La zona euro
comprende 19 países del continente
europeo : Bélgica, Alemania, Irlanda, Estonia, Irlanda, Grecia, España,
Francia, Italia, Chypre, Letonia, Luxemburgo, Malta, Países-Bajos , Austria,
Portugal, Eslovenia, Finlandia y Lituania.
[2] La Unión
Europea involucra a 28 naciones en
el proyecto integracionista: Bélgica,
Bulgaria, República Checa, Dinamarca, Alemania, Estonia, Irlanda, Grecia,
España, Francia, Croacia, Italia, Chypre, Letonia, Lituania, Luxemburgo,
Hungría, Malta, Países-Bajos, Austria, Polonia, Portugal, Rumania, Eslovenia,
Eslovaquia, Finlandia, Suecia y el Reino Unido.
[3] Eurostat.
Ec.europa.eu
[4] “Qué está
frenando a la economía mundial?”. Joseph Stiglitz y Hamid Rashid. Diario “El
País” (España).10/02/2016.
[5] Datos tomados
de la WEB Datosmacro.com.
[7]
Veáse la Web www.ilo.org
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