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Felix Arellano
Frente a esta nueva y brutal realidad, la comunidad internacional se va tornando más crítica, convirtiéndose en un obstáculo para el proceso
Las contradicciones del proceso bolivariano frente a la comunidad internacional son cada día más complejas. Por una parte, evidencia un gran menosprecio, no atiende las innumerables propuestas de negociación que le han presentados múltiples gobiernos y organizaciones, ni acepta la crítica o las recomendaciones para el cambio que le plantean incluso sus aliados. Desde esta perspectiva, pareciera que emula los modelos cubano o norcoreano de aislamiento internacional, pero siempre con la esperanza de un mecenas que permita enfrentar problemas sociales apremiantes.
Por otra parte, el proceso bolivariano hace del tema internacional una de sus banderas primordiales, promoviendo su fracasado proyecto, interviniendo descaradamente en los asuntos internos de otros países, en el caso de los aliados, con el ánimo de controlarlos y, en el caso de los países críticos, tratando de promover su inestabilidad interna. Ahora, en la medida que la presión internacional se va agudizando y se plantean potenciales sanciones, desde diversos frentes, contra el país, como la suspensión aprobada por el Mercosur, en el marco de su cláusula democrática, el tema internacional se va tornando fundamental.
En los inicios del proceso bolivariano, con la chequera petrolera abundante, se vivieron años de luna de miel con buena parte de la comunidad internacional, era la época de formación de los aliados, creación de la ALBA; el control del Caribe por intermedio de petrocaribe y, con ellos, de la OEA. El auge del discurso antisistema, apoyado por varios y atractivo incluso en Europa, con un líder carismático que rompía esquemas y estimulaba pasiones. Ahora bien, con el tiempo todo ha cambiado, sin líder, con una chequera agotada y con un discurso repetitivo, el autoritarismo militarista ha ocupado la escena con el objeto de lograr, a cualquier costo, permanecer en el poder.
Con la deriva autoritaria se va definiendo una etapa negra del proceso bolivariano, caracterizada por la creciente violación de los derechos humanos y la progresiva destrucción de la institucionalidad democrática. Frente a esta nueva y brutal realidad, la comunidad internacional se va tornando más crítica, convirtiéndose en un obstáculo para el proceso.
En este momento tenemos la amenaza del gobierno de los Estados Unidos de aplicar sanciones más fuertes contra el país, sin descartar la posibilidad de suspensión del comercio. Suspender las compras de petróleo implicaría un desastre social. Mercosur ha aprobado la suspensión del proceso bolivariano, sin aprobar sanciones económicas y no está descartado que la Unión Europea también inicie debates internos sobre la posible aplicación de sanciones.
Ahora bien, conviene resaltar que hasta el presente la comunidad internacional está actuando con prudencia y está alertando al proceso sobre la necesidad de las negociaciones y de la rectificación, para evitar la aplicación de medidas mayores; no obstante, la soberbia y la ceguera ideológica pareciera que han impedido los cambios; en consecuencia, la comunidad internacional evalúa escenarios más radicales.
El proceso bolivariano parece tener la confianza en el mecenazgo chino o ruso que, además de utilizar su veto para impedir cualquier acción mayor en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, le garanticen los recursos necesarios para mantenerse en el poder, pero las perspectivas no son tan optimistas. Las necesidades de financiamiento fresco son muy grandes y acuciantes, el país requiere mantener el nivel de pagos de deuda y compra de importaciones, sin olvidar las permanentes prácticas de corrupción. Seguramente el proceso aspira repetir el modelo de Corea del Norte, que ha logrado el mecenazgo del comunismo chino, pero en esa compleja relación los problemas están creciendo.
Tanto el hecho de compartir con Corea del Norte una frontera de más de 1400 km, como el carácter geopolítico de la relación, ha generado compromisos muy complejos entre ambos gobiernos, pero en estos momentos, con la irracional actuación de la dictadura norcoreana y su irresponsable programa nuclear, la situación se complicando. Por otra parte, ante las aspiraciones de liderazgo mundial del gobierno chino, el caso venezolano puede representar más un obstáculo que un premio.
La grave crisis económica y financiera del país se exacerba con el desconocimiento de la asamblea constituyente y todos sus actos, decisión que en principio han adoptado más de cuarenta países importantes en el sistema financiero y del comercio internacional. El financiamiento, el pago de deuda y las importaciones se enfrentan con un panorama muy sombrío. De nuevo la opción sensata y que aspira la comunidad internacional es la negociación.
Estamos conscientes que el gobierno autoritario y militarista no negocia, solo da órdenes, pero el mundo no obedece este lenguaje y para generar confianza será necesario negociar. Igualmente, parece evidente que la asamblea constituyente hace más difícil el proceso de negociación, de allí el error de su aprobación. Pero esta “Hidra de Lerna”, también podría reflexionar, de tal forma que los constituyentistas podrían dar un paso adelante y proponer un proyecto con los mínimos fundamentales para la gobernabilidad y el restablecimiento de la democracia, pensamiento un poco ingenuo, pero necesario para la paz nacional.
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