martes, 1 de agosto de 2017

Venezuela: pruebas de fuego

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Felix Arellano

El gobierno bolivariano, con su ceguera, soberbia ideológica y visión vertical militarista, ha manipulado la negociación para ganar tiempo, pero el tiempo se le ha agotado

La grave situación que enfrentamos en Venezuela está resultando una prueba de fuego para varias visiones relevantes en las relaciones internacionales, como la clásica geopolítica o el realismo del poder, los nuevos paradigmas e incluso para la racionalidad política y la sensatez humana y, no en todos los casos, los resultados se presentan positivos.

Ubicados en el ámbito de la geopolítica clásica, podemos observar que, tanto el gobierno bolivariano, como algunos miembros de la oposición democrática han anunciado la irrupción del poder hegemónico, particularmente de los Estados Unidos, para lograr el control de la situación, entre otros, por el “enorme tesoro que está en juego”, la monumental riqueza petrolera y otros recursos estratégicos del país. Ahora bien, los hechos no han acompañado esta visión. Por una parte, en el periodo del Presidente Obama las intervenciones militares no era la práctica cotidiana de su política exterior, todo lo contrario, fue un periodo que privilegió el diálogo, la negociación y la diplomacia multilateral. Para algunos incluso resultó muy permisivo en el caso venezolano. En estos momentos, bajo la administración de Donald Trump, nuestra región no se presenta prioritaria y la atención se concentra en temas de la agenda interna y de grave efecto estratégico como Corea del Norte.

Otro elemento que reduce las posibilidades de esta visión geopolítica tiene que ver con la frágil importancia del “botín”, pareciera que el petróleo está perdiendo la importancia estratégica del pasado, nuevas fuentes rentables y menos contaminantes están apareciendo en escena; además, el grave deterioro técnico y tecnológico de PDVSA la convierte más en una carga, que en un premio. El gobierno bolivariano insiste en la amenaza externa por su incapacidad creativa, siguiendo un viejo y anacrónico discurso, de corte nacionalista y estimulador de emociones, pero carente de vigencia. Esto no significa que la tesis de la geopolítica clásica haya desaparecido, solo que el caso venezolano es más complejo que la vieja simplificación del poder.

Por otra parte, el caso venezolano también representa un reto para los nuevos paradigmas en las relaciones internacionales, como las tesis del derecho humanitario y los derechos humanos, o las tesis de la defensa de la democracia y la propia democratización de la dinámica mundial. En este caso, la situación que apreciamos también resulta compleja; por una parte, el caso venezolano estimula el perfeccionamiento de estas nuevas tendencias, las ha estimulado y agitado. Por otra parte, también ha permitido apreciar sus debilidades, pues las clausulas democráticas como la del Mercosur o de la OEA, no se han podido aplicar y se ha mantenido la clásica dominación del poder soberano, mediante las votaciones, donde la compra de consciencias y de votos prevalece.

Pero frente a las nuevas corrientes en las relaciones internacionales, el reto venezolano obliga a mantener la atención permanente en el tema, más en estos momentos cuando la existencia de la democracia está en juego, de tal forma que los gobiernos democráticos del mundo se deben convertir en críticos permanentes de la actuación del gobierno bolivariano. Adicionalmente, se debería promover la reforma de los instrumentos, como las clausulas democráticas, para asignar mayor relevancia y participación a la sociedad civil, que tiende a enfrentar los peores efectos en la crisis de gobernabilidad.
Adicionalmente, el caso venezolano está representando una prueba de fuego para la racionalidad política, pues sorprende como un movimiento político, que llegó a ser importante numéricamente, como el chavismo, se deja manipular como borrego, perdiendo las oportunidades que para el futuro de los liderazgos locales, puede permitir el funcionamiento eficiente de la democracia. Los regímenes autoritarios solo benefician, mientras duran, al tirano, pues sus aliados pueden resultar útiles en un momento e inconvenientes en otros. En un sistema democrático eficiente todos tenemos derecho a utilizar las instituciones en nuestra defensa. Pareciera que todo el chavismo, por reducido que se encuentre, aspira morir como movimiento político, en la democracia eso no ocurre, como se puede apreciar en Argentina, donde la Sra. Cristina Kirchner, no obstante la larga lista de expedientes en investigación, aspira ser electa senadora y controlar su partido.

También el caso venezolano está representando una prueba de fuego para la sensatez política humana, pues pareciera que el radicalismo se transforma en ceguera ideológica absoluta, impidiendo la capacidad de pensar y de entender que diálogo y negociación son componentes fundamentales de la política y fundamentos básicos del juego democrático, naturalmente requieren de organización y disciplina. El gobierno bolivariano, con su ceguera, soberbia ideológica y visión vertical militarista, ha manipulado la negociación para ganar tiempo, pero el tiempo se le ha agotado. Para la oposición, en su diversidad, la organización y disciplina que requiere la negociación, no resulta fácil. Adicionalmente, algunos grupos tienden a manipular el tema de la negociación como parte del juego por espacios y liderazgos políticos.

Creo que todos podríamos estar conscientes que el país está destruido y que más sangre de gente joven es una aberración, el diálogo y la negociación para mantener y perfeccionar la democracia, que nos puede beneficiar a todos, es el camino sensato, humano y necesario.

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