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Felix Arellano
Sobre el caso venezolano ya se ha entrado en la fase de las medidas más duras, proceso que se presenta multisectorial y progresivo, y los signatarios han afirmado que continuaran trabajando hasta el restablecimiento de la democracia en Venezuela
En la evolución y perspectivas de la integración regional el proceso bolivariano ha ejercido una importante influencia no muy positiva, pues de hecho, entre sus efectos encontramos desintegración y fragmentación; adicionalmente, ahora le corresponde enfrentar la progresiva extinción de algunos de sus proyectos, por ejemplo la Celac, cuyo futuro resulta incierto luego de la trascendental reunión de Lima sobre la crisis venezolana. El Mercosur, por su parte, todavía enfrenta las turbulentas consecuencias de la presencia del miembro díscolo y tampoco se presentan optimistas las perspectivas de la Unasur e incluso de la ALBA.
En sus inicios el proceso bolivariano asignó especial importancia al tema de la integración regional, con el objetivo de internacionalizar el proceso y promover cambios favorables en el entorno. En este contexto, satanizó los avances alcanzados en materia de integración comercial, que si bien presentaban limitaciones, también permitían evidenciar las bondades de la integración para el fortalecimiento y diversificación de los procesos productivos y las exportaciones; la atracción de inversiones, la generación de empleos y el bienestar social.
El proceso bolivariano, promoviendo redes de aliados radicales como el Foro de San Pablo, entre otros, estimuló un proyecto ideológico cargado de falso discurso, estimulando el nacionalismo y el rechazo al imperialismo, pero en la práctica se ha limitado a la destrucción de lo existente, sin crear alternativas viables de generación de riqueza y bienestar. Todo con el claro objetivo de empobrecer y controlar, siguiendo el libreto de la dictadura cubana.
Para generar el entorno favorable, de aliados incondicionales se desarrollaron nuevas iniciativas que buscaban sustituir lo existente. En esta línea destacan los programas de dadivas petroleras, donde petrocaribe destaca como proyecto estrella; la Alianza Bolivariana (ALBA); la incorporación como miembro pleno en el Mercosur y, en alguna medida, la Unasur, controlada por intermedio de su Secretario General. Igualmente ha tratado de controlar la Celac.
En el marco del falso discurso ideológico uno de los temas a destruir ha sido los avances de la integración comercial y, en ese sentido destaca: el irracional retiro de la Comunidad Andina, que ha influido en el debilitamiento de esa organización que hoy se presenta en condiciones de extinción; además, la relación comercial con sus miembros no ha ganado nada; por el contrario, ha perdido en estabilidad jurídica y oportunidades de acceso y crecimiento. En la destrucción también se registra la denuncia del acuerdo del Grupo de los Tres con México; empero, en las paradojas que caracterizan al proceso bolivariano, la producción mexicana es una de las privilegiadas para abastecer la colosal corrupción de las bolsas clap.
Ahora bien, con el tiempo el falso proyecto se va desvaneciendo y en la integración regional va quedando una sumatoria de: fracasos, frustración y fragmentación. Mercosur tiene años paralizado, entre otros, por el discurso ideológico que insiste el proceso bolivariano; actualmente, tratando de superar el problema venezolano, han recurrido a la opción jurídica que correspondía, su suspensión, aprobada en el marco su cláusula democrática, esperemos que luego de esta dura, pero necesaria decisión, el bloque pueda iniciar un proceso de revisión profunda, donde la participación de la Bolivia de Evo Morales no resulta muy conveniente.
La Unasur y la Celac, proyectos muy vinculados al falso discurso ideológico, que en cierta medida duplican instituciones ya existentes como la Aladi y el SELA, ya empiezan a presentar señales de agotamiento. La Unasur producto de la personalista y desequilibrada dirección de su Secretario el expresidente colombiano Ernesto Samper, quien desde enero de este año ya no ocupa el cargo, pero ha dejado un organismo controlado y desprestigiado. En el caso de la Celac, la reciente reunión en Lima de diecisiete gobiernos de nuestra región, convocada por la solidaridad del Presidente Kuczynski del Perú, ha demostrado la inutilidad de la organización, que bien puede ser sustituida por reuniones informales para temas puntuales, reduciendo gastos y burocracia.
Bien podríamos afirmar que tanto en lo que respecta a la consideración del complejo caso venezolano, como en lo que respecta a la integración regional, la reunión de Lima y la Declaración adoptada por doce países soberanos de la región, representa un punto de quiebre. Sobre el caso venezolano ya se ha entrado en la fase de las medidas más duras, proceso que se presenta multisectorial y progresivo, y los signatarios han afirmado que continuaran trabajando hasta el restablecimiento de la democracia en Venezuela. Sobre la integración regional, la reunión de Lima ha marcado la línea sobre la necesidad de una revisión profunda de los esquemas existentes.
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