CARTA
A UN PATA PERUANO
Enrique Viloria Vera
QUERIDO
COCO:
Aún no conozco la
razón por la que a los Jorge los llaman Coco en Perú, te escribo querido y
fraterno amigo muy preocupado por lo que está aconteciendo con mis compatriotas
en tu país. Ciertamente existen motivos que apoyan reacciones de rechazo o de
repudio. En efecto, el éxodo venezolano es tan grande y desmesurado que ha
propiciado la migración indiscriminada de todo quisque: médicos, ingenieros,
arquitectos, abogados, y otros profesionales universitarios, han emigrado junto
con otros hombres de bien: obreros, carpinteros, en fin, artesanos que también
son necesarios para construir país.
Sin embargo, a estos
hombres y mujeres que salieron - en desbandada - en busca de un futuro para
ellos y los suyos, se han sumado un conjunto de malvivientes: que atracan,
roban, violan, secuestran y hasta descuartizan a sus víctimas. A ellos todo el
peso de la ley. Empero, discriminar al prójimo endilgándole epítetos
despectivos como veneco, sudaca, cholo, gitano, rojo, fascista, sionista,
guaso, moro, negro, o cualquier otro, es además de denigrante, peligroso porque
genera sentimientos irracionales. La historia proporciona horrorosos episodios
que han tomado el nombre de expulsión, progromo, genocidio, gueto, campo de
concentración o linchamiento.
Sabes el aprecio que
te tengo a ti y a los tuyos, lo feliz que me he sentido al ver el innegable
progreso de tu país, cada vez más moderno, pujante, emprendedor, conciliado, un
país buenazo para vivir y ser feliz.
Atrás quedaron los tiempos de mi General Velasco Alvarado, uno de los ídolos
del Comandante Eterno, o de los bombazos y atentados de Sendero Luminoso, que
tú mismo recibiste en tu despacho ministerial, obligándote a exiliarte con tu
bella familia. Conoces bien la solidaridad que Venezuela brindó a peruanos,
chilenos, cubanos, colombianos, ecuatorianos, españoles, y a tantos otros,
cuando éramos un país para querer y no para sufrir. En fin, querido Coco, van
estos dolidos versos de Neruda:
El destierro es redondo:
un círculo, un anillo:
le dan vuelta tus pies, cruzas la tierra,
no es tu tierra,
te despierta la luz, y no es tu luz,
la noche llega: faltan tus estrellas,
hallas hermanos: pero no es tu sangre.
eres como un fantasma avergonzado
de no amar más que a los que tanto te aman,
y aún es tan extraño que te falten
las hostiles espinas de tu patria,
el ronco desamparo de tu pueblo,
los asuntos amargos que te esperan
y que te ladrarán desde la puerta.
un círculo, un anillo:
le dan vuelta tus pies, cruzas la tierra,
no es tu tierra,
te despierta la luz, y no es tu luz,
la noche llega: faltan tus estrellas,
hallas hermanos: pero no es tu sangre.
eres como un fantasma avergonzado
de no amar más que a los que tanto te aman,
y aún es tan extraño que te falten
las hostiles espinas de tu patria,
el ronco desamparo de tu pueblo,
los asuntos amargos que te esperan
y que te ladrarán desde la puerta.
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