Humor Político
Groenlandia apuesta al retorno de Cristina
Los debates, transmitidos a todo el Ártico, desorientaron a
los analistas.
26/10/2019 - 22:20
Los principales analistas políticos de Groenlandia no
entienden por qué tantos argentinos le siguen teniendo miedo a Cristina cuando
ya hay suficientes motivos como para empezar a tenerle miedo a Alberto
Fernández.
De hecho, él mismo ha cerrado su campaña electoral diciendo
“Cristina y yo somos lo mismo”. No llegó a decir “lo mismo de siempre” porque
su equipo de campaña lo debe haber frenado a tiempo, pero la frase generó
alguna preocupación en Nuuk, la capital de Groenlandia. Como ya se ha explicado
muchas veces, Groenlandia apuesta todo a que el posible retorno del
kirchnerismo provoque una ola inmigratoria como no se veía desde los
tiempos vikingos.
Se espera que millones de argentinos emigren hacia ese
gigantesco país que hoy tiene apenas 56.000 habitantes pero que, con Cristina
otra vez en el poder, podría transformarse en un territorio poblado por
millones de exiliados y por ende en un mercado muy atractivo para toda la Unión
Europea.
Para que esto suceda, primero tiene que confirmarse el
triunfo del kirchnerismo en las elecciones de hoy. Aunque el pueblo groenlandés
lo da por hecho y ya preparan los festejos, en las últimas semanas
aparecieron algunas dudas.
Los groenlandeses saben que si el kirchnerismo no asusta no
hay negocio. Pero tambien saben que no debe asustar tanto como para perder los
votos ganados en las PASO. He ahí el delicado equilibrio que algunos pesimistas
temen que se haya roto.
Coinciden en esta mirada, tanto el principal analista
político del diario Arctic Today, Thomas Nilsen (una especie de Eduardo van der
Kooy de allá) como también Siri Gulliksen Tømmerbakke, gran periodista de la
televisión local (la Maria Laura Santillán de Groenlandia). Voy tirando nombres
para que, quienes ya compraron sus pasajes a Nuuk aprovechando el dólar a 45
mangos, se vayan familiarizando.
Onkel Albert, como cariñosamente lo llaman en danés a Tío
Alberto, es una figura que al principio despertaba cierta simpatía. Básicamente
por dos razones: por un lado nunca nadie explicó con tanta precisión lo
deplorable (según sus propias palabras) que fueron los gobiernos de
Cristina. De ahí que el tipo sea considerado en todo el Reino de Dinamarca como
un gran promotor del espanto.
Y por otro lado, su candidatura inicialmente más moderada,
le dio al kirchnerismo el impulso necesario para aspirar a un triunfo.
En otras palabras, la combinación de ambos factores,
moderación y espanto, dejaron al kirchnerismo en la puerta de la Casa Rosada y
a millones de argentinos en la puerta de Groenlandia.
Sin embargo, aunque el espanto está intacto, la moderación
se fue diluyendo con el correr de la campaña generando la preocupación de
Nilsen, de Gulliksen Tømmerbakke y de muchos más.
Los debates presidenciales, tramitidos en todo el Ártico,
desorientaron a los analistas. Onkel Albert, que ya venía derrapando, quiso
mostrarse fuerte y no se le ocurrió nada mejor que hacerse el compadrito con
Macri. Astuto. Con Lavagna no podía pelearse por la edad. Con Del Caño tampoco
porque eventualmente podría llegar a necesitar sus votos y con Espert y Gómez
Centurión mucho menos porque si alguno de los dos le ponía una mano había que
taparlo con diarios.
Por eso habrá decidido hacerse el guapo con Macri, sobre el
escenario y detrás del escenario, a sabiendas de que el Presidente por respeto
a su propia investidura, no podía reaccionar como hubieran reaccionado Espert o
Gómez Centurión. El Gato se la tuvo que bancar como un duque.
Pero el exceso en la violencia de Tío Alberto puso
en alerta al círculo blanco local (así lo llaman al círculo rojo en el
Ártico). Cualquier persona medianamente inteligente sabe que en la previa a
toda elección hay que simular ser buena gente. Las últimas apariciones del
candidato kirchnerista enojaron al establishment groenlandés. Se invirtió
demasiado en el proyecto “Groenlandia Potencia” como para que un descontrolado
ponga en riesgo el éxito de la operación.
A esto se le suma el desconcierto que a los ojos nórdicos
provocan declaraciones como las de Cristina en el cierre de campaña: “Nunca más
el neoliberalismo en la Argentina”. Curiosa frase de una señora que se hizo
rica con el neoliberalismo de Martínez de Hoz, luego fue ferviente impulsora de
la privatización de YPF y parte activa del neoliberalismo de Menem. En 2015
mandó a votar por el neoliberalismo menemista de Scioli y ahora puso a Onkel
Albert que fue neoliberal con Menem hasta el 1999 y después se sumó al partido
de Cavallo, máximo exponente del neoliberalismo argentino reciente.
Si bien estas cosas confunden un poco en las altas esferas
groenlandesas, no distraen a los pobladores de Nuuk, de Sisimiut, de Ilulissat,
de Narsak, ni siquiera a los 1438 aldeanos de Nanortalik, que hace meses
confían en que el deseado triunfo de Cristina y Tío Alberto sea el puntapié
inicial de una nueva década ganada (en Groenlandia).
El furor que se ha desatado por todo lo argentino es un
antes y un después en la historia de los groenlandeses que se vienen preparando
para un boom.
Luego de las PASO, los bancos locales han recibido
transferencias desde la Argentina por 20.000 millones de dólares según
coinciden los balances del Banco Central de la República Argentina y el
Grønlandsbanken que hasta agosto tenía reservas por 100 millones y ahora tienen
20.100 millones de dólares. Ya no saben dónde guardarla. Esta debe ser la
principal razón por la que el primer ministro Kim Kielsen se animó a rechazar
la oferta que les hizo Donald Trump para comprarles el país. Posta.
El entusiasmo es palpable. Desde el Aeropuerto hasta la
ciudad de Nuuk, a lo largo de todo el Boulevard Wado de Pedro, se pueden ver
los silobolsas repletos de yerba mate y los tanques cisterna que almacenan
toneladas de dulce de leche.
La gente vende sus cadenitas, sus anillos, sus relojes,
hipotecan sus casas y se lanzan a invertir en todo lo que puedan necesitar los
nuevos inmigrantes, desde la construcción de viviendas hasta la importación de
alfajores pasando por abonos para ver la Superliga, locales que venden
camisetas de fútbol, casas de empanadas, cerveza artesanal o faina. Inclusive
los bancos no paran de agregar cajas de seguridad en sus sucursales.
Los carteles con los nuevos nombres de las calles están
tapados con sábanas blancas a la espera de los resultados de esta noche. De
confirmarse los pronósticos, entre otras, la calle Prinsessevej pasará a
llamarse calle Julio De Vido, la Kirkevej se llamará Cuervo Larroque y el aeropuerto
se llamará Aeropuerto Manzur.
En Nuuk, si todo se da como esperan, los festejos se
iniciarán en la tradicional esquina de Aqqusinersuaq y Konjevej (próximamente
esquina Cristóbal López y Fabian De Sousa) donde está el restaurante Farfalik y
el Gran Hotel Hans Egede, próximamente Gran Hotel Los Sauces at Nuuk.
En agradecimiento a la epopeya, el pueblo de Qaqortoq
propuso que, como solía hacerse en la Argentina kirchnerista, todas las
calles se llamen Néstor Kirchner. Total hay cuatro.
Groenlandia se prepara para un nuevo invierno de auroras
boreales y noches eternas. Pero esta vez con la esperanza de que una antorcha
de prosperidad ilumine sus cielos y mitigue la oscuridad.
Poco les importa que esa oscuridad se traslade a otra
bendita tierra de este planeta. Dios quiera que hoy no tengan un disgusto.
Veremos.
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