Bolivia: otra prueba de fuego, por Félix Arellano
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Luego de debates, enfrentamientos incluso violentos y tres suspensiones previas, finalmente Bolivia se prepara para unas elecciones generales el próximo 18 de octubre y sus resultados conllevan importantes implicaciones para el futuro institucional del país y la dinámica geopolítica de la región. Desde que Evo Morales se empecinó en una tercera reelección, que violentaba el ordenamiento jurídico, la inestabilidad política fue creciendo en el país.
Obsesionado realizó diversas maniobras para lograr su objetivo, como la convocatoria a un referéndum consultivo (2017), que perdió, con un resultado ajustado, y desconoció. Con sus presiones logró que instituciones genuflexas aprobaran su inscripción electoral.
El caos del escrutinio (noviembre 2019), ratificó la soberbia del gobernante; empero, las contundentes reacciones de la sociedad civil, partidos de oposición, la misión de observación de la OEA y, finalmente, la posición de las fuerzas policiales y del alto mando de las fuerzas armadas, llevaron a la inevitable renuncia del Presidente y la convocatoria de unas nuevas elecciones.
La experiencia boliviana se inscribe en lo que la literatura política define como una elección detonante (stunning election), que fue posible, entre otros, por la capacidad de acción de los sectores sociales y políticos, que junto con el apoyo internacional, lograron romper la cohesión del bloque en el poder. Con la juramentación de la parlamentaria Jeanine Añez, como Presidenta encargada, se inicia formalmente el proceso a la transición, pero la inestabilidad se mantiene y el autoritarismo pudiera asumir de nuevo en el poder.
Para la oposición democrática el cambio significa superar la hegemonía autoritaria de Evo Morales y su Movimiento al Socialismo (MAS). Ahora bien, pasar la página del dominio de Evo no es tarea fácil, su carisma, los avances en inclusión social de sectores tradicionalmente marginados, particularmente los pueblos indígenas; un programa económico que permitió apertura, fomento de la iniciativa privada, crecimiento sostenido y baja inflación; propició un importante respaldo popular, en particular de los sectores rurales que tiene un peso significativo electoralmente.
En el desarrollo del programa económico, reconocido por organizaciones financieras internacionales, y que algunos definen como “Evonomics” el actual candidato a la presidencia por el MAS, el economista Luis Arce, jugó un papel fundamental. Arce es un candidato con poco carisma, pero interesante expediente económico. Resulta fundamental para la oposición democrática hacer visible que, Evo, con más de una década el poder (2006-2019), desarrolló un autoritarismo que controló las instituciones, una creciente opacidad en la gestión pública, una gran corrupción y la discriminación de los sectores críticos. En ese contexto, Arce es cómplice, por su participación y su silencio.
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Ahora bien, la mayor fuerza de la oposición democrática radica en su unidad y organización y, en eso, está fallando peligrosamente. En estos momentos la oposición participa en el proceso electoral con 7 candidatos, asumiendo que la primera vuelta, que se efectuará el 18 de octubre, representa la consulta para definir su candidato único para la segunda vuelta, prevista para el 29 de noviembre. Visión arriesgada que menosprecia, entre otros, la fortaleza de Evo y su movimiento, el peso de los sectores rurales para la elección de representantes al órgano legislativo; la comparación que hace el pueblo entre la prosperidad que generó la Evonomics y la crisis que se está enfrentando el país, a la que se suma la pandemia del covid-19.
El fantasma de Evo está presente en Bolivia y su inhabilitación lo hace víctima, sus seguidores olvidan los errores y reivindican al mártir. Las divisiones de la oposición son una pésima señal para los indecisos, un grupo que ha crecido en los últimos días. La Sra. Añez, Presidenta encargada, no obstante su esfuerzo para conducir la transición, ha defraudado al pueblo boliviano al inscribirse en el proceso electoral, ha mentido y juega a juez y parte, realmente está perdiendo su poco capital político y sus perspectivas.
Observando tanto las encuestas, como los resultados de las fracasadas elecciones de noviembre del 2019, el candidato de la unidad debería ser Carlos Mesa, pero los otros inscritos debilitan sus perspectivas y pudieran generar que el candidato de Evo gane en la presidencia en la primera vuelta.
En ese conjunto de candidatos de la oposición encontramos a Luis Fernando Camacho, brillante líder, trabajador incansable en la organización y fortalecimiento de la sociedad civil, tiene el triunfo garantizado en Santa Cruz, pero no tiene mayor perspectiva en Bolivia. Con su actitud menosprecia a los pueblos indígenas y los sectores rurales.
Por otra parte, tenemos un conjunto de candidatos cuyo peso es ínfimo, pero debilitan las perspectivas de Carlos Mesa y facilitan el trabajo del MAS, al respecto destacan: Feliciano Mamani, cuya influencia se concentra en un pequeña ámbito sindical; Chi Hyun, que se vincula al ascenso del movimiento evangélico; María Baya, con alguna influencia en Cochabamba y Jorge Quiroga conocido nacionalmente, pero con muy bajo respaldo.
Las encuestas más recientes indican que Luis Arce del MAS se ha estancado; además, los indecisos dudan sobre su autonomía, pareciera una marioneta que Evo controla. Las perspectivas del cambio se presentan difíciles y, en el caso de ganar el MAS, seguramente se repetirán las versiones de la conspiración de la izquierda internacional, que naturalmente está apoyando al MAS; empero, el daño lo hace la propia oposición democrática con sus agendas personales, su miopía política, su cortoplacismo y su soberbia.
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