CARLOS RANGEL: escritor visionario y universal
Enrique Viloria Vera
A
Sofía Imber
De igual manera, el autor se pregunta ¿Qué es el Tercer Mundo? luego de
sesudos y enjundiosos análisis concluye:
“La verdad del caso es que los pueblos englobados
en la tipificación tercermundista muestran más divergencias que semejanzas.
Tienen una extraordinaria diversidad en historia, cultura, demografía,
geografía, y una gran variación en facultades, actitudes, costumbres, niveles
de vida, grados de atraso o modernización. Se incluye en el Tercer Mundo áreas
de estancamiento relativo, al lado de otras de violento cambio y hasta de
rápido avance económico y de acelerada modernización; naciones homogéneas y
Estados compuestos por un mosaico de naciones que ni siquiera hablan la misma
lengua; sociedades secularizadas junto con otras de virulento fanatismo
religioso; regiones de agobiante densidad demográfica y vastas áreas casi
despobladas; sociedades rígidamente estratificadas como si fueran comparables a
otras de gran movilidad social; a los habitantes de ciudades modernas como si
no se diferenciaran sino superficialmente con aborígenes que viven en la edad
de piedra.”
Rangel - en lo relativo a lo que denomina con toda
propiedad
“El capitalismo no sólo ha causado una
prodigiosa revolución económica, sino, además, otra igualmente importante en la
sensibilidad. De esta segunda revolución uno de los productos más
significativos ha sido el Socialismo. Esto lo sabía perfectamente Marx y lo
dice abundantemente, a pesar de su prejuicio emotivo contra la civilización
capitalista. Lo que no pudo ver Marx, cegado por ese prejuicio, y lo que
persisten en no admitir los socialistas actuales, a pesar de que existir ahora
sobradas pruebas de ello, es que los ideales libertarios y humanitarios del
Socialismo no sólo son creaciones de la civilización capitalista, sino además
proyecciones utópicas de virtudes y prácticas sin duda imperfectas, pero
ligadas indisolublemente a la organización capitalista de la sociedad, e
incompatibles con el Socialismo.”
En su libro más elogiado Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario, publicado originalmente en
francés por una reputada editorial parisina, el autor sostiene, con aguda y
actualísima percepción, que en el caso de los latinoamericanos hay una
necesidad permanente de integrar socialmente y psicológicamente al indígena
amerindio. En este sentido, Rangel expresa que en América Latina:
“Esa
necesidad ha sido el hecho central y ha sido el cáncer de Latinoamérica, donde
el conquistador creó una sociedad de la cual los indios, reducidos a la
servidumbre, formaban parte orgánica e indispensable, los hombres por su
trabajo, las mujeres por su sexo. En consecuencia, los latinoamericanos somos a
la vez descendientes de los conquistadores y del pueblo conquistado, de los
amos y de los esclavos, de los raptores y de las mujeres violadas. El mito del
Buen Salvaje nos concierne personalmente, es a la vez nuestro orgullo y nuestra
vergüenza. En la extremidad de esta frustración y de nuestra irracionalidad
llegaremos a no admitir otra filiación, y aun hijos o nietos de inmigrantes
europeos muy recientes, seremos tupamaros
(de Túpac Amaru, líder en el Siglo XVIII de una sublevación indígena en el Virreinato
del Perú). De este modo, el Buen Salvaje se convierte en el Buen
Revolucionario, “aventurero romántico, Robin Hood rojo, Don Quijote del
comunismo, nuevo Garibaldi, Saint – Just marxista, Cid Campeador de los
condenados de la tierra, Sir Galahad de los miserables, Cristo laico, San
Ernesto de la Higuera.Che”. O Hugo Chávez añadiríamos
nosotros.
En relación con Venezuela, paradójica y tristemente,
Carlos Rangel pareciera estarse refiriendo a la actual, confusa y convulsa
realidad nacional producto de la llamada Revolución Bolivariana. Sin embargo, a
pesar de las duras y difíciles realidades que ha experimentado y experimenta
Venezuela, el ensayista transmitió siempre un mensaje de optimismo para
enfrentar a las Casandras nacionales, a los profetas del desastre, a “los neos
– pesimistas” que cada vez abundan más.
El escritor universal que continúa siendo, aseveró que:
“Reiteradamente he sostenido, desde diversas
tribunas, que el mal radical reside en que entre nosotros, la sociedad civil,
que nunca fue fuerte, se ha debilitado aún más, relativamente, mientras que el
Estado se ha vuelto monstruoso, dueño de casi todo y además
omniintervencionista: un gigante de cerebro minúsculo, sin memoria, sin
percepción clara del presente, sin visión de futuro y que, sin embargo,
persiste en postularse como único capaz de normar, hasta en sus mínimos
detalles, la vida de una sociedad a la cual se supone compuesta por eternos
menores de edad en eterna necesidad de tutela.”
¡Buena lectura para estos tiempos bolivarianos de buenos
salvajes y mejores revolucionarios!
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