Turquía: ¿jugando duro?, por Félix Arellano
Desde que Recep Tayyip Erdogan, actual Presidente de Turquía, inició el proceso de transformaciones internas, incluso constitucionales, con el objeto de centralizar y acumular mayor poder en la figura presidencial, progresivamente ha desarrollado una política exterior más agresiva frente a occidente, en particular en su vecindario y, en el marco de sus planes de potencia media regional y revisionista, también se considera con el derecho de participar en el laboratorio geopolítico en que está transformando la crisis venezolana.
La postura revisionista y agresiva frente a occidente se fundamenta en diversas razones. En primer lugar, Turquía hace parte del conjunto de países que se consideran predestinados por un pasado glorioso e imperial, a desarrollar una política de expansión. En este caso se refiere al viejo imperio Turco-Otomano (1299-1922), desmembrado al finalizar la 1ra Guerra Mundial. Desde esta rígida visión de la historia, manipulan el nacionalismo y el resentimiento frente a las potencias occidentales que califican de invasoras y humillantes.
Otro factor en el distanciamiento con occidente, ha sido la religión, y rompiendo con la herencia del fundador de la Turquía moderna, Mustafa Kemal Ataturk, quien promovió, tanto el laicismo del Estado, como la vinculación con los valores occidentales; Erdogan está conformando un Estado Teocrático musulmán. En su visión las mezquitas forman parte del proceso de adoctrinamiento, control y cohesión del poder central.
Las complejas relaciones con la Unión Europea (UE) ilustran claramente el progresivo distanciamiento con occidente. Al respecto, cabe destacar que en los primeros años la Turquía moderna buscaba fortalecer las relaciones con la Comunidad Económica Europea, y de hecho se convierte en país asociado en 1963, luego conforma una unión aduanera en 1995 y, oficialmente, es candidato a miembro pleno desde 1999. Cabe destacar que Erdogan, al llegar al poder como Primer Ministro, apoyaba activamente esa tesis.
Pero los obstáculos políticos en la negociación han sido fuertes, Grecia es un factor clave, entre otros, por las históricas diferencias con Turquía en Chipre y por otros problemas de delimitación en varias islas del mediterráneo. Otro tema álgido tiene que ver con la sistemática violación de los derechos humanos del pueblo kurdo, por parte del gobierno turco, caso que se agrava con la activa participación en la guerra civil en Siria (2011), intensificando su persecución.
En el marco de dicha guerra otro tema de tensión ha sido el manejo de los refugiados sirios, una de las mayores oleadas de la historia, que en su mayoría han llegado a territorio turco y Erdogan utiliza como arma política para tensar las relaciones con la UE.
Ahora bien, el punto de quiebre lo podríamos ubicar en la crisis generada por la movilización armada de varias facciones de las fuerzas armadas turcas, en julio del 2016, que Erdogan reprimió con gran violencia, se calculan más de 240 muerto y miles de detenidos, dando inicio a los que algunos definen como el “sultanato de Erdogan”, que se consolida con la reforma constitucional aprobada en el 2017, por medio de la cual se centraliza el poder en manos del Ejecutivo.
Una Turquía cada día más autoritaria y de tendencia teocrática, disipa las posibilidades de ingresar como miembro de pleno derecho en la UE.
En estos momentos la situación se presenta crítica, ya que las diferencias limítrofes con Grecia en el mediterráneo se han incrementado, llegando a las amenazas militares. Grecia en sus posiciones máximas aspira que las islas de su soberanía, muy cercanas al territorio turco, gocen de los privilegios de jurisdicción marítima que permite la normativa del derecho del mar con las zonas economías exclusivas, situación inaceptable para el gobierno turco.
Adicionalmente la exploración por recursos marinos y posibles yacimientos de gas en el mar mediterráneo oriental está implicando maniobras militares. Recientemente se incrementado las discrepancias, con la amenaza del uso de la fuerza por la isla Castelorizo (Maes para Turquía), caso que se creía superado con el Tratado de París de 1947.
Que ambos países formen parte de la OTAN representa un factor de distensión y una potencial mesa de negociación, empero, la actitud revisionista y confrontacional de Turquía la está orientando a estrechar las relaciones con China e incluso con Rusia no obstante las diferencias en la guerra civil en Siria.
En el contexto de su política revisionista Turquía incorpora como otra ficha su apoyo al proceso bolivariano venezolano, y actúa para facilitar la evasión de las sanciones económicas que aplica los Estados Unidos. El pleno respaldo al proceso bolivariano le descalifica como un posible mediador, como se pretendió presentar recientemente el Canciller turco, informando sobre unos diálogos con algunos sectores políticos de la oposición venezolana, para tratar de consolidar el proyecto de elecciones parlamentarias.
Por lo pronto voceros de la Unión Europea han clarificado que no coordinan sus acciones en el tema venezolano con Turquía. Adicionalmente conviene destacar que, a los fines de analizar la crisis en el mediterráneo, la UE tiene prevista una reunión especial el próximo 24 de este mes y no se descarta la aplicación de sanciones al gobierno de Erdogan.
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