https://www.project-syndicate.org/commentary/latin-america-brewing-economic-crisis-political-instability-by-kenneth-rogoff-2021-07/spanish
Bajo el volcán latinoamericano
Jul 1, 2021KENNETH
ROGOFF
CAMBRIDGE – La actual desconexión
entre la calma del mercado y las tensiones sociales subyacentes quizás en
ninguna parte sea tan aguda como en América Latina. La pregunta es cuánto
tiempo más puede continuar esta disonancia evidente.
Por ahora, los datos económicos
de la región siguen mejorando y los mercados de deuda permanecen
misteriosamente imperturbables. Pero la furia candente se está propagando por
las calles, particularmente (pero no exclusivamente) en Colombia. La tasa de
nuevos casos diarios de COVID-19 en América Latina ya es cuatro veces más alta que la mediana de los mercados
emergentes, incluso considerando que una tercera ola de la pandemia ya está en
curso, y esto hace que los 650 millones de personas de la región enfrenten un
desastre humanitario en pleno desarrollo.
Mientras la incertidumbre
política aumenta, la inversión de capital se ha estancado en una región ya asolada por un bajo
crecimiento de la productividad. Peor aún, una generación de niños de América
Latina han perdido casi un año y medio de escolaridad, lo que
mina aún más las esperanzas de lograr una equiparación educativa con Asia,
mucho menos Estados Unidos.
En el caso de Cuba, Rusia y
China, que ya tienen una cabecera en Venezuela, la pandemia presenta una
oportunidad para hacer una incursión mayor. Los mercados parecen aliviados al
ver que el aparente ganador de la elección presidencial de Perú, Pedro Castillo,
un marxista, al parecer tiene por lo menos un par de asesores económicos tradicionales, pero
todavía está por verse cuál es la verdadera influencia que tendrán.
Asimismo, los datos económicos
latinoamericanos en lo que va del año son buenos sólo porque no son tan
espantosos como en 2020, cuando la producción cayó el 7%. En abril, el Fondo Monetario
Internacional pronosticó que el PIB de la región aumentaría el 4,6%
en 2021; estimaciones más recientes están más cerca del 6%.
Pero en términos per cápita –hoy considerados una mejor manera de medir la
recuperación de crisis económicas profundas-, la mayoría de las economías
latinoamericanas no regresarán a los niveles pre-pandémicos hasta bien entrado
el 2022, o después.
Lo preocupante es que gran parte
del crecimiento real de la región este año surge de los crecientes precios de
las materias primas alimentados por la recuperación en otras partes, no por
mejoras genuinas de la productividad que sustentarán el ingreso a lo largo del
ciclo de las materias primas. Para peor, los hogares de bajos ingresos han sido
especialmente golpeados por la pandemia y la crisis económica asociada a ella.
Para entender los desafíos
políticos de América Latina, basta con analizar sus dos economías más grandes,
Brasil y México, que en conjunto representan más
de la mitad de la producción de la región. A simple vista, están
gobernados por polos opuestos: Brasil por el presidente de derecha Jair
Bolsonaro y México por el presidente izquierdista Andrés Manuel López Obrador
(popularmente conocido como AMLO). Pero los dos hombres son similares en varios
sentidos relevantes.
Si bien los instintos políticos
de AMLO están arraigados en la visión radical del mundo de los años 1970, y
Bolsonaro parece nostálgico de la era del régimen militar de Brasil,
ambos son autócratas erráticos. Asimismo, ambos siguen siendo razonablemente
populares a pesar de su manejo catastrófico de la pandemia y una racha de
decisiones económicas desacertadas. AMLO canceló el proyecto de un nuevo
aeropuerto muy necesario en Ciudad de México poco después de asumir el cargo a
fines de 2018, a pesar de que estaba bien avanzado. Y si bien hizo campaña con
la promesa de un rápido crecimiento económico, el PIB de México se venía
achicando inclusive antes de la pandemia -0,1% en 2019.
Bolsonaro, cuando no amenaza con
arrasar el Amazonas, ha seguido teniendo éxito responsabilizando por los
problemas de Brasil al opositor Partido de los Trabajadores (PT) de izquierda,
que gobernó el país hasta 2016. Varios de los líderes del PT, incluido el ex
presidente Luiz Inácio Lula da Silva, fueron encarcelados por corrupción.
De todos modos, es enteramente
posible que, en unos años, Brasil vuelva a tener un presidente de izquierda
–tal vez Lula, cuyas condenas
fueron revocadas en marzo–, mientras que México podría volver a estar
en manos de un centrista. El futuro curso político de los dos países es difícil
de predecir.
¿Por qué los mercados de deuda no
están atemorizados ante toda esta incertidumbre? En parte, porque ambos países
han seguido siendo bastante conservadores en su manejo de la deuda. Es cierto,
se proyecta que la deuda gubernamental de Brasil
alcanzará casi el 100% del PIB este año. Pero está esencialmente denominada en
moneda local, y los residentes domésticos tienen el 90% del total, con respecto
al 80% hace cinco años. Incluso el endeudamiento externo de las empresas ha
estado contenido: la deuda externa del país sigue rondando el 40% del PIB.
La deuda pública de México es más
baja que la de Brasil: un 60% del PIB. A pesar de todo su radicalismo, AMLO
hasta el momento ha sido un conservador fiscal, muy parecido a Lula en Brasil
en su momento. La lección de que las crisis de deuda pueden hacer descarrilar a
una revolución populista ha sido bien aprendida.
Es cierto que los gobiernos en
toda la región han montado una respuesta macroeconómica sorprendentemente
robusta ante la pandemia. Pero tienen mucho menos margen de acción que Estados
Unidos para seguir usando financiamiento del déficit. Para aumentar el gasto y
abordar la desigualdad de manera sostenible, los países latinoamericanos
también deben encontrar el modo de aumentar los ingresos presupuestarios.
Irónicamente, las protestas en Colombia no comenzaron como una respuesta a
recortes de beneficios, sino porque el gobierno intentó aumentar los impuestos
a la clase media para ofrecer más y mejor ayuda frente a la pandemia a los
ciudadanos más pobres del país. Los gobiernos que buscan redistribuir el
ingreso necesitan aumentar los impuestos a los ciudadanos más acomodados y no
disimular temporariamente los problemas con más deuda.
En las últimas décadas, Estados
Unidos se ha mostrado reticente a involucrarse profundamente en la resolución
de los problemas de América Latina, pero quizás eso cambie. Para empezar, la
región necesita una ayuda
masiva de vacunas para volver a ponerse de pie. Estados Unidos también
puede ayudar fortaleciendo el comercio –especialmente resolviendo los cuellos
de botella generados por la pandemia y eliminando medidas proteccionistas que
datan de la era Trump.
La mayor parte de América Latina
todavía está lejos de las condiciones horrorosas que prevalecen en Venezuela,
donde la producción ha caído un pasmoso
75% desde 2013. Pero, dada la catástrofe humanitaria en curso allí, y
el espectro de inestabilidad política en otras partes, los inversores no
deberían dar por sentada una recuperación económica sostenida.
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Kenneth Rogoff, Professor of Economics and
Public Policy at Harvard University and recipient of the 2011 Deutsche Bank
Prize in Financial Economics, was the chief economist of the International
Monetary Fund from 2001 to 2003. He is co-author of This Time is Different: Eight
Centuries of Financial Folly and author of The Curse of Cash.
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