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Felix Arellano
Resulta fundamental debatir exhaustivamente las experiencias
revolucionarias que hemos vivido para comprender sus errores, manipulaciones,
soberbia, fanatismo e irracionalidad destructiva
Pareciera
que en América Latina no queremos abandonar el síndrome revolucionario, dando
vueltas sobre “Las venas abiertas” (Eduardo Galeano) o como lo presentó muy
acertadamente Carlos Rangel: “Del buen salvaje al buen revolucionario”. El
colosal fracaso cubano y venezolano, no está sirviendo de escarmiento y nos
encontramos con los ideólogos de oficio y sus cantos de sirena y ante la
posibilidad que nuevos movimientos radicales asuman el poder por la vía
democrática, con perspectivas muy inciertas para esos países y para la región
en su conjunto.
Los
cambios políticos ocurridos en los últimos años en Paraguay, Argentina, Brasil;
la derrota de la consulta promovida por Evo Morales para modificar la
constitución; el avasallante triunfo de la oposición democrática venezolana en
la Asamblea Nacional; generaron la imagen de un cambio de paradigma en la
región. Se podría pensar que el falso discurso, el fracaso de las políticas y
la enorme corrupción borraban en el electorado la tesis populistas de los
movimientos autoritarios, en su mayoría de izquierda; empero, pareciera que las
tendencias son más complejas y el discurso radical, no obstantes sus negativos
resultados, sigue resultando atractivo y podría avanzar en nuevos escenarios
como México o Colombia; o inyectar nuevas fuerzas en Brasil o Argentina. Por
eso algunos radicales debaten sobre la tesis del: “fin de un ciclo o repliegue
temporal” (Celag, 2016).
El
discurso radical encuentra condiciones objetivas en los altos índices de
pobreza, marginalidad y exclusión que han caracterizado a muchos de nuestros
países. La magnitud de la pobreza puede resultar en un voto seguro para los
espejismos revolucionarios. Con hambre, sin mayor educación y formación sobre
los procesos políticos, nuestra población es presa fácil del falso discurso. En
muchos casos no llega a los sectores populares la información sobre los
fracasos históricos de los movimientos revolucionarios y los movimientos
radicales juegan con los discursos sincréticos, una mezcla irracional de ideas
atractivas para los necesitados. Los ideólogos de oficio manipulan los hechos y
los resultados.
La
experiencia populista radical y autoritaria en la región presenta diversidad de
matices, intensidad y resultados. Evidentemente, los casos más radicales e
irracionales los representan Cuba y Venezuela, pero entre esos movimientos también
podemos encontrar importantes coincidencias en la formulación de un falso
discurso que estimula pasiones nacionalistas para generar votos. Los
movimientos radicales coinciden en llegar al poder por la vía democrática, las
FARC se ha sumado a la tendencia; luego, inician esfuerzos formales y
autoritarios para tratar de perpetuarse en el poder, como se puede apreciar en
Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
En los
últimos años la mayoría de los gobiernos democráticos de la región se han
tomado en serio la erradicación de la pobreza, pero la realidad es muy compleja
y profunda; décadas de exclusión han generado fuertes cordones de miseria, que
difícilmente pueden apreciar como el falso discurso revolucionario les manipula
para tomar el poder y, luego, incrementa la pobreza para perpetuar su
hegemonía. En las recientes experiencias radicales en la región podemos
apreciar que también coinciden, entre otros, en el discurso antisistema, en la
exclusión de los críticos, en sataniza del mercado, el comercio y la inversión.
Un discurso y una práctica que tiende a estimular el aislamiento de la
comunidad internacional, para evitar controles y límites.
En la
mayoría de nuestras experiencias radicales encontramos una gran corrupción, un
marcado personalismo y autoritarismo, en algunos casos una tendencia
militarista como plataforma de sustento en el poder; un progresivo deterioro de
los valores e instituciones democráticas; un marcado rechazo tanto a la
libertad de expresión como a los derechos humanos. Cuando los movimientos
radicales están en campaña, los derechos humanos son una bandera fundamental,
buscando respeto a sus propuestas, al llegar al poder, quienes se oponen a sus
ideas son considerados como traidores y no merecen el respeto de sus derechos.
Este libreto ya se vislumbra en el nuevo partido de la FARC (fuerza alternativa
revolucionaria del común) y se percibe en el grupo radical de Manuel López
Obrador (MORENA) en México.
En el
2018 tenemos elecciones presidenciales en México y en Colombia. Las encuestas
señalan a López Obrador como potencial ganador. La FARC no ganará en el 2018,
pero su discurso puede empezar a crecer. También Brasil tendrá elecciones en
ese año y parece que las encuestas benefician a Lula, no obstante el daño que
generó en su país. Cristina Kirchner, con varios expedientes de corrupción,
también se perfila como líder nacional argentina. Todos estos proyectos
autoritarios poco benefician a la sociedad democrática y, como se ha podido
apreciar, en el mediano plazo constituyen un fracaso en la generación de
bienestar social estable.
Resulta
fundamental debatir exhaustivamente las experiencias revolucionarias que hemos
vivido para comprender sus errores, manipulaciones, soberbia, fanatismo e
irracionalidad destructiva. Frente a ellos resulta fundamental cultivar los
valores democráticos. En Venezuela tenemos una gran oportunidad y un gran reto,
pues estamos viviendo la cruda experiencia del radicalismo autoritario y
podemos, trabajando unidos, construir una mejor democracia, aprendiendo de este
lamentable error bolivariano.
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