Pedro Raúl
Solórzano Peraza
Septiembre
de 2017
Vamos a referirnos solamente a cuatro cultivos de
importancia en Venezuela para evaluar cómo marcha la ruta hacia la Soberanía
Alimentaria, proclamada por el gobierno socialista del siglo XXI desde el año
1999, cuando comenzó lo que han llamado revolución bolivariana. Estos cultivos
son arroz, maíz, caña de azúcar y soya.
Venezuela necesita producir al menos 1.000.000 de
toneladas de arroz paddy por año, lo que se convierte en unas 700.000 toneladas
de arroz blanco que para una población de 30 millones de habitantes significa
un consumo per cápita de 23,3 kg. Éste es un consumo bastante modesto si lo
comparamos con los 40 y con los 54 kg/por persona/año de colombianos y peruanos
respectivamente.
En cuanto a maíz (o en cuanto a maíz y sorgo
granífero) se requiere producir unos 2.500.000 toneladas de granos forrajeros,
entre maíz amarillo y sorgo granífero, para satisfacer la demanda de las
fábricas de Alimentos Balanceados para Animales (ABA), y al menos 1.400.000 de
toneladas de maíz blanco, para que la población disfrute de las tradicionales
arepas.
Los requerimientos de azúcar se ubican aproximadamente
en 1.200.000 toneladas, y los de soya
rondan 1.400.000 toneladas de granos por año.
Para cubrir la modesta demanda de 1.000.000 de
toneladas de arroz por año, se deben sembrar alrededor de 200.000 hectáreas con
un rendimiento promedio estimado de 5 toneladas/ha, lo cual se ha logrado en el
pasado cuando incluso se producían excedentes que eran exportados. Pero el
gobierno tiene planes, el “Plan de Siembra y Cosecha Venezuela Cultiva” a nivel
de lo que han denominado “Unidades de Producción Socialista (UPSA)”, en las
cuales recientemente iniciaron la cosecha de arroz en 414 has ubicadas en 2
UPSAS en Turén, estado Portuguesa, con la “Empresa Socialista de Riego Río
Guárico (ESRRG)”, que con un rendimiento estimado de 3.600 kg/ha esperan “contribuir
con la soberanía y la seguridad alimentaria de la población venezolana”. En
total, este plan comprende 7 UPSAS que de ser de iguales dimensiones a las
señaladas deben cubrir un total de 1.449 ha (414x3,5). Con este rendimiento,
para cubrir la demanda nacional se requerirían 278.000 ha (1.000.000 ton/3,6
ton/ha), es decir, con este plan y estas empresas de rimbombantes nombres, se
tiene cubierto el 0,52% de los requerimientos.
Para el suministro de granos forrajeros, se estima que
se tienen que sembrar unas 375.000 ha de maíz amarillo con un rendimiento
promedio de 4 ton/ha y unas 335.00 ha de sorgo granífero con un rendimiento
promedio de 3 ton/ha. Mientras que para cubrir la demanda de maíz blanco se
deben sembrar unas 350.000 ha con un rendimiento promedio de 4 ton/ha. En
total, se deben sembrar 1.060.000 ha entre maíz y sorgo granífero.
Para cubrir la demanda de azúcar se debe moler en los
centrales más de 10.000.000 de toneladas de caña al año, las cuales se producirían
en unas 120.000-200.000 ha dependiendo de los rendimientos promedio oscilando
entre 50 y 83 ton/ha; consideremos entonces, que con un buen manejo del cultivo
se requieran unas 160.000 ha de caña de azúcar. Paralelamente se deben mejorar
los centrales azucareros, ya que si con la insuficiente cosecha de este año se
dejaron de moler más de 300.000 toneladas de caña por limitaciones para su
recepción, el problema se agravaría al aumentar la producción a los niveles
requeridos.
Finalmente, la soya, cuyo grano contribuye a suplir
concentrados proteicos para los ABA y aceite para consumo, con un rendimiento
promedio de 2 ton/ha, se requeriría la siembra de unas 700.000 ha. Si se
considera los logros de los programas oficiales con soya en el estado Anzoátegui,
donde se han realizado inversiones millonarias en un moderno complejo
agroindustrial pero donde los rendimientos de la soya apenas rondan los 500
kg/ha, para cubrir la demanda de 1.400.000 toneladas se requeriría sembrar
2.800.000 ha con soya.
Si sumamos estos cuatro rubros, con los rendimientos
promedio previamente estimados, obtenemos un total de 2.120.000 ha que se deben
sembrar anualmente. Si consideramos que en el cultivo de arroz se pueden lograr
dos ciclos al año, su requerimiento de área a sembrar baja a 100.000 ha/año y
el total de la superficie requerida bajaría a 2.020.000 ha. Tanto para arroz
como para caña de azúcar, la superficie total sería de 260.000 ha que deben
estar dotadas con riego.
El militar al frente del despacho de agricultura,
mencionó que van hacia la siembra de 800.000 ha de maíz y 1.000.000 de ha de
soya (cifras que deberían ser al contrario ya que se requiere mayor superficie
para maíz que para soya), además que con el “Plan de Contingencia de
Agricultura Soberana 2017-2018” van a reducir el uso de insumos tales como
plaguicidas y fertilizantes, y también van orientados hacia la sustitución de
híbridos por variedades (particularmente en el caso maíz, me imagino). Ante
estos anuncios, sin ningún soporte técnico, estimo que los rendimientos
promedio disminuirán significativamente y, por lo tanto, la superficie
requerida por estos cuatro rubros considerados se incrementaría a más del doble
de lo que estamos calculando.
Ahora bien, la gran pregunta para estos planes es:
dónde están esos 2.000.000 de hectáreas o
más acondicionadas para la siembra; dónde están los insumos, la maquinaria, la
infraestructura de recepción y almacenamiento de cosecha y la de procesamiento
(centrales azucareros suficientes y operativos para que no quede caña sin
moler, plantas para la extracción de aceite del grano de soya en forma oportuna
para evitar su deterioro). Los agricultores están a la expectativa de obtener
recursos suficientes, tanto financieros como de bienes y servicios por parte
del gobierno, de una verdadera y justa revisión de los precios de sus
productos, para proceder a la siembra, a crecer en superficie y en
productividad, a invertir en sus unidades de producción, y así contribuir
verdaderamente con la soberanía y la seguridad alimentarias de la población
venezolana.
Solamente con una sincera planificación agrícola sobre
la base de acertadas políticas que consideren qué debemos sembrar, cuánto,
dónde, con qué y con quién producir, se logrará disminuir la importación de
alimentos baratos, excedentarios, que debilitan la producción agrícola y la
estabilidad de la población campesina. O sea, planificar a corto, mediano y
largo plazos sobre la base de los recursos naturales, financieros y humanos
disponibles. Se lograría también, que la población tenga una disponibilidad
inmediata y sostenida de alimentos nutritivamente adecuados y seguros de una
manera socialmente aceptable, es decir, sin necesidad de depender de
suministros alimenticios de emergencia, hurgando en la basura, robando o
utilizando otras estrategias de afrontamiento, tal como lo expresa la FAO y tal
como ocurre actualmente en Venezuela.
Le repito a los representantes del gobierno
bolivariano responsables de las políticas agrícolas del país, que tienen que
dejar la improvisación, que tienen que planificar con honestidad para el bien
de la agricultura, que tienen que tomar en cuenta a los agricultores de valiosa
trayectoria en esta actividad, que el manejo de millones de hectáreas de
cultivo requieren un verdadero apoyo científico y tecnológico para poder salir
adelante. Tienen que dejar de utilizar sus planes oníricos, llenos de
fantasías, sin sentido de la realidad, para mentir en algo tan delicado como es
la alimentación de la gente, para hacerles creer que van a implementar
soluciones a la hambruna que hoy padece la población, todo esto como mecanismo
de proselitismo político que al parecer durante las más recientes elecciones no
les ha dado resultado, ni les resultará en el futuro con una sociedad saturada
de promesas y mentiras.
Recordemos
que: SIN FERTILIZANTES es imposible producir la cantidad de alimentos que
necesitamos para satisfacer los requerimientos de la población.
En Amazon
está a la venta el libro del autor: “Fertilidad de suelos, su manejo en la
agricultura venezolana”. Tiene información muy útil para mejorar la práctica de
fertilización de los cultivos, con miras a una mayor productividad y a un mejor
trato a los suelos y al ambiente en general.
Pedro Raúl
Solórzano Peraza
Septiembre
2017.
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