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Felix Arellano
En un contexto tan intrincado resulta fundamental la reflexión, la prudencia y la coordinación. Hoy más que nunca es tiempo de unidad y de coordinación a lo interno de la oposición democrática y con la comunidad internacional
Nuestra situación nacional se torna cada día más compleja y parte del grave diagnostico tiene que ver con su creciente internacionalización, en particular, por la activa participación de las potencias hegemónicas: Estados Unidos, China y Rusia. También el caso venezolano es objeto de atención de las diversas organizaciones internacionales, de los países democráticos y, en particular de la región, al punto que se ha conformado el llamado Grupo de Lima para el seguimiento del tema. En este contexto, coordinar objetivos, agendas y tiempos, tanto al interior de nuestra oposición democrática, como con la comunidad internacional tan heterogénea, se presenta intrincado y confuso.
La activa y masiva participación de la comunidad internacional, se orienta a la creación de un escenario de negociación concreto y equilibrado, que permita el restablecimiento de la democracia. Tal objetivo está claramente definido en el Acta de Lima, que el proceso bolivariano, en su ceguera ideológica, ha menospreciado. El gobierno de Estados Unidos no forma parte del Grupo de Lima, pero mantiene una estrecha coordinación con el grupo, como se pudo apreciar en la reciente visita del Vicepresidente Mike Pence por varios gobiernos de la región, todos miembros del Grupo de Lima.
La Declaración de Lima también destaca que las medidas de presión que se aplicaran para lograr el objetivo, son de carácter multisectorial y se incrementaran progresivamente. Los Estados Unidos sigue esta línea y sus acciones, que se iniciaron con la orden ejecutiva adoptada por el Presidente Barack Obama (marzo 2015), orientada a la aplicación de sanciones personales, en el espíritu de Lima, se están agudizando y, ya nos encontramos con medidas de carácter económico, que afectan la actividad financiera del gobierno bolivariano, particularmente de PDVSA.
El gobierno trata de minimizar los efectos de las medidas adoptadas por el gobierno norteamericano, las manipula con efectos mediáticos para exacerbar el radicalismo de sus seguidores; pero, en el fondo trata de organizar un esquema de mecenazgo, semejante al utilizado por Cuba o Corea del Norte. En este escenario el caso venezolano se globaliza y se adentra en la geopolítica mundial. El proceso aspira que China y/o Rusia le permitan enfrentar su grave situación financiera; esto no pareciera tan fácil, ni tan viable, pero la geopolítica lo puede propiciar.
En la visión tradicional se impondría la tesis que la región latinoamericana es “el patio trasero de los gringos”, en consecuencia, las demás potencias se deben ocupar de sus asuntos, en sus espacios; empero, en el mundo global todos los actores aspiran espacios en el planeta y, por otra parte, el discurso nacionalista y proteccionista del Presidente Trump no evidencia mayor interés por la región. Ahora bien, afortunadamente debemos destacar que sobre el caso venezolano pareciera que se está conformando un buen equipo de trabajo en los Estados Unidos, bajo la coordinación del Vicepresidente Mike Pence y el Senador Rubio, esperemos que el Presidente Trump, en sus contradicciones, lo respete.
Por lo pronto, China y Rusia encuentran que el caso venezolano les abre una oportunidad geopolítica interesante. China, cuyo liderazgo global crece aceleradamente, tiene muchos intereses económicos en la región y en Venezuela. Tradicionalmente ha venido actuando con prudencia, sin politizar demasiado su presencia en la región, pero la tensión y competencias hegemónicas con el Presidente Trump están creciendo y Venezuela puede ser uno de los objetivos. Rusia, por su parte, no tiene mucha fuerza económica, pero juega al desorden, a sacar beneficios en cualquier crisis mundial y Venezuela se puede convertir en una interesante “punta de lanza”. Para lograr ese premio político se pueden invertir recursos; total, el pueblo ruso está acostumbrado a pasar hambre para beneficiar a sus opresores.
La presión de la comunidad internacional democrática, incluyendo al Vaticano, es por una negociación concreta y efectiva. El gobierno bolivariano tiende a “jugar a la negociación” para quemar tiempo; empero, los problemas crecen y el hambre también. ¿China y/o Rusia garantizaran los recursos para pagar deuda, importar alimentos, gasolina y medicamentos, además de mantener la colosal corrupción del proceso? Las sanciones económicas de Estados Unidos se pueden incrementar, incluso sumarse la participación de la Unión Europea. Por otra parte, la crisis interna se agudiza. Adicionalmente, si las elecciones de gobernadores se convierten en otra nueva farsa del proceso bolivariano y, ante la inminente derrota, utilizan de nuevo una jugada judicial para suspenderlas, la situación se tornará explosiva para la comunidad internacional.
En un contexto tan intrincado resulta fundamental la reflexión, la prudencia y la coordinación. Hoy más que nunca es tiempo de unidad y de coordinación a lo interno de la oposición democrática y con la comunidad internacional; incluso, también se requiere de una cuidadosa coordinación por parte de la diversidad de actores de la comunidad internacional. La realidad es muy compleja, los tiempos son retadores y decisivos, debemos superar personalismos, agendas individuales y hacer un gran esfuerzo de unidad y coordinación. Al llegar la democracia se le puede dar rienda suelta a los proyectos más individuales.
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