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Felix Arellano
Ante ejercicios manipuladores, como le gustan al gobierno, se debe asistir para rechazarlos enfáticamente y, de inmediato, ratificar al mundo su disposición a participar en una negociación seria y resaltar sus propuestas orientadas al restablecimiento del ordenamiento democrático
La grave situación venezolana en materia de violación de los derechos humanos y progresiva destrucción de la institucionalidad democrática se está transformando en un tema de especial importancia en el ámbito internacional, lo que conlleva una creciente participación de múltiples actores. Situación también compleja en el ámbito interno, por la diversidad de fuerzas que conforman nuestra oposición democrática, lo que convierten temas como organización y coordinación en retos decisivos que se deben enfrentar para lograr resultados concretos y eficientes.
Podríamos asumir que los fines fundamentales están claros y son compartidos por la variedad de participantes, en particular, el restablecimiento del orden democrático; empero, el cómo lograrlo puede generar divergencias de estilo e intensidad, que si no son trabajadas oportunamente pueden transformarse en obstáculos paralizantes.
En el marco de la actual Asamblea General de las Naciones Unidas, se está apreciando el interés de un importante número de gobiernos democráticos del mundo, por la solución de la situación venezolana. Pero también contamos con una amplia gama de instituciones del mundo que están participando, como órganos legislativos, partidos políticos, organizaciones no gubernamentales, instituciones empresariales, gremiales, académicas y medios de comunicación que han levantado su voz de crítica contra la deriva autoritaria del proceso bolivariano.
La situación en el plano interno puede resultar más compleja. En el marco de la Mesa de la Unidad conviven una diversidad de partidos y grupos políticos; adicionalmente, en la oposición democrática participan muchas instituciones con diversas orientaciones. La coexistencia en la heterogeneidad es una de las virtudes de la democracia. En ese contexto complejo lograr efectivamente inclusión, organización, coordinación, coherencia son retos que se deben enfrentar con voluntad y disciplina.
Para avanzar en materia de coordinación en el plano internacional, pareciera conveniente que el Grupo de Lima (conformado originalmente por doce gobiernos soberanos de nuestro hemisferio), que se perfila como el epicentro de la acción en el caso venezolano, constituya algún mecanismo de coordinación reducido, flexible y dinámico; que pueda conducirse activamente con los otros actores, entre otros, el gobierno de los Estados Unidos, el Vaticano, la Unión Europea; y con organizaciones como las Naciones Unidas, la OEA en particular el Secretario General el Sr. Luis Almagro y el Mercosur, entre otros. Por otra parte, resulta fundamental la coordinación del Grupo de Lima con las instituciones democráticas venezolanas, que no parecieran muy eficientes en lo que respecta a organización y coordinación, particularmente en los temas internacionales.
Conviene resaltar que el esfuerzo que está realizando la comunidad internacional se concentra en la promoción de una negociación seria y concreta. Al respecto, el Grupo de Lima en su segunda reunión efectuada en Nueva York ha destacado que la negociación debería cumplir con los siguientes requisitos: “buena fe, reglas, objetivos y plazos claros, así como garantías de cumplimiento, para lo que resulta esencial el acompañamiento internacional de este esfuerzo”. Ahora bien, el gobierno menosprecia las alertas que presenta la comunidad internacional y pareciera que juega a negociar, con el objeto de quemar tiempo y tratar de fragmentar a la oposición. En este sentido, y conscientes del comportamiento irresponsable del gobierno bolivariano, que ya manipuló al Vaticano y ahora parece que también lo hace con el Presidente de República Dominicana, la comunidad internacional ha decido tener activo un mecanismo gatillo, pues frente a las malas intenciones del gobierno, se activarán e incrementarán las sanciones. Esta posición cuenta con el respaldo del Grupo de Lima, el gobierno de Estados Unidos y la Unión Europea.
La oposición democrática por su parte, consciente de la complejidad del problema que enfrentamos y de la importancia del apoyo internacional; debería trabajar más exhaustivamente los aspectos relativos a la organización y coordinación. La negociación con el gobierno es inexorable, no se le debe tener miedo, y se debe enfrentar con posiciones claras y contundentes. Ante ejercicios manipuladores, como le gustan al gobierno, se debe asistir para rechazarlos enfáticamente y, de inmediato, ratificar al mundo su disposición a participar en una negociación seria y resaltar sus propuestas orientadas al restablecimiento del ordenamiento democrático.
El mecanismo de coordinación que defina el Grupo de Lima debería trabajar activamente con el grupo de articulación de la oposición democrática venezolana. Tal coordinación debería ser dinámica, flexible, prudente y creativa. En lo que respecta a temas que podrían ser abordados con prioridad en la coordinación podríamos destacar, por una parte, la conveniencia de presionar a la Unión Europea para que defina acciones más contundentes para el restablecimiento de la democracia en Venezuela y, por otra, la urgente atención y seguimiento del proceso electoral que se avecina. Las elecciones regionales se pueden convertir en un punto de inflexión o explosión para la actuación de la comunidad internacional, en el caso, factible por cierto, de su posible suspensión o manipulación de los resultados. Un escenario como ese podría acelerar sanciones más duras de la comunidad internacional contra el gobierno bolivariano.
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