EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
Problema menor, problema mayor, según
se interprete o se insista, pero sin ninguna duda de múltiples interrelaciones.
Le escuché alguna vez decir al Prof. Bernardo Ferrán “la moneda lo es todo”.
Carlos Marx llegó a expresar alguna vez que, el dinero es “la potencia de las
potencias”. De cualquier manera, al no haber efectivo en las sociedades
modernas el juego económico se pone difícil, a pesar de los avances en el
manejo del tradicionalmente llamado cuasidinero
o en las transacciones digitales, según lo visto hasta ahora.
Algunos historiadores de la economía
han destacado como en la Inglaterra de inicios del siglo XIX, ante la escasez
de efectivo, las empresas le pagaban a sus trabajadores por grupos y estos
gastaban los dineros en las propias tiendas de las aquellas, pudiendo así pagarle
a otros grupos de trabajadores. En los escenarios hiperinflacionarios vividos
en América Latina, como el caso boliviano, se han sellado billetes y remarcado
su valor, dada la velocidad de la inflación. La primera es una solución para
sociedades del capitalismo temprano y, la segunda, puede desordenar más los
propios escenarios de hiperinflación (y esta hay que acabarla con adecuadas
políticas, no se acaba sola)[1].
De cualquier manera, el que haya
mucho o poco efectivo –como en la actualidad venezolana- remite, primeramente,
a los desempeños institucionales del BCV o de la Superintendencia de las
Instituciones del Sector Bancario (Sudeban), según suministros, facilidades o
restricciones que deriven de sus políticas o su desatención de la economía, en
sus variables macroeconómicas o monetarias, según los casos. La misma emisión
de billetes cuando se convierte en monetización
del déficit o el alto gasto público
al que por razones de populismo o demagogia puedan recurrir gobiernos, forma
parte de las responsabilidades o los desatinos en las políticas económicas. Y
lo agudo de la problemática económica actual es que eso está en la base de que con
18 o 19 millones de $ se pudiese solucionar la escasez del efectivo[2]
o lo que se piensa, totalmente valido, de que muy pero muy pronto -al ritmo
inflacionario que se tiene- harán falta billetes de 50 o 100.000 bolívares y
hasta de mayor denominación.
Y el escenario es realmente dramático
y parte de que, los ciudadanos, deben, en momentos, recorrer todo Caracas,
porque los cajeros no tienen efectivo –o el que entregan no superan los 10.000
o 15.000 bolívares- o, las taquillas, los días laborales cuando están abiertas,
tienen restringido también el monto que entregan. Queda la opción del dinero digital en cuanto a puntos de
venta, transferencia y otras modalidades. Pero no todas las casas comerciales e
incluso sitios de distracción tienen numeroso puntos de venta (son costosos o
no están disponibles tan fácilmente), otros los tienen en mal estado y los numerosos
oferentes informales en algunos casos no disponen de ellos. Debe señalarse también,
viendo otros perfiles y dentro de las paradojas económicas, que ha perdido
fuerza la idea de que un porcentaje alto de la población no está bancarizado,
puesto que la administración bolivariana con sus políticas sobre pensiones y
otros instrumentos le ha dado acceso a las actividad bancaria a grupos sociales
que antes no disponían de acceso a la misma.
Pero el acceso a la actividad bancaria no elimina el agudo y violento
proceso de desvalorización del dinero.
Nuestra desvalorización o perdida de
la capacidad de compra de la moneda, remite al cristiano proceso donde el
billete de 20.000 no alcanza para comprar algunos productos muy normales en el
consumo diario de una familia (un kilo de queso o carne o un cartón de huevos).
Por su parte, las restricciones en el suministro del efectivo están bien
graficadas en las veces que una persona debe ir al banco para retirar dinero
para comprar comida o retirar su pensión. Se le adiciona una especie de preferencia por la liquidez, que los
ciudadanos, en la crisis actual, pasan a tener en cuanto a querer disponer de
dinero por la propia posibilidad de requerir más dinero ante la agudización de
la crisis o por una mezcla intensa del motivo precaucionario y transaccional
para un escenario donde además, muchos bienes han pasado a tener una curva
de demanda de pendiente positiva convirtiéndose
en Bienes Giffen[3]. Esto es, ante los posibles y muy
factibles aumentos de precios de nuestro contexto hiperinflacionario, se demandan
más.
Así las cosas, el déficit de efectivo
o billetes ha ido aumentando pues el efectivo mismo (llamado tradicionalmente M1)
solo está representando un 7,5 u 8% de la liquidez monetaria (llamada
tradicionalmente M2), cuando había representado entre 10 y 13%. Los billetes nuevos
son insuficientes por número y por capacidad de compra y, en los viejos, el más
representativo, el de 100 bolívares, y que ha dado pie a políticas, actos de gobierno,
historias, leyendas urbanas y de otro tipo, es poco representativo. A pesar de ello, por
las desatenciones de la economía que tiene la administración en curso, tal
billete de 100 bolívares, sigue existiendo y representado un 26 % del
circulante.
Cuatro elementos, entre otros, son
fundamentales para enmarcar este agudo problema de la moneda en la Venezuela Actual.
Primero, el contexto inflacionario y
ya hiperinflacionario en la dinámica de los precios y en la actitud de los
agentes económicos[4]. Segundo la ya señalada y estrictamente
vinculada con lo anterior, desvalorización y pérdida de capacidad de compra del
bolívar. Tercero, las políticas de
gasto público y de monetización del déficit que además de los efectos en la
liquidez monetaria han desatendido la disponibilidad del efectivo (por lo menos
un año se tiene de pronunciamientos públicos de la administración sobre
regularizar el nuevo cono monetario). Cuarto, la manifiesta distorsión de
salarios y precios relativos que han creado un escenario realmente complejo
para cualquier regularización monetaria en cuanto a l efectivo mismo y a su
interrelación con los precios relativos.
Más dramático aun, en el escenario
hiperinflacionario actual, no se observa que la escasez de efectivo disminuya,
sino que, todo lo contrario, va en aumento.
@eortizramirez
[1]
Referencias pueden tenerse en Hiperinflación: Tocando las puertas y no del
cielo; por Leonardo Vera 4 de
agosto, 2017 www.prodavinci.com.
[3]
Los inspiró la importancia que tenía la papa en las familias irlandesas del
capitalismo inglés temprano de inicios del siglo XIX, la cual consumían con
Arenque en gran cantidad diariamente.
[4]
Para el año 2015, la inflación, según la cifra suministrada por el BCV –último año
que suministro tal cifra- ascendió a alrededor de 180%. Para 2017, los registros
que lleva la Asamblea Nacional la ubican con un acumulado de 250% hasta julio. Las
proyecciones de algunos organismos la ubican ya en cuatro dígitos para 2018.
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