DIRECTO AL MARASMO[1].
La necesaria lucha contra la deserción nacional.
EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
El hambre no produce sublevaciones. Ni las impulsó en la China de Mao
de los cincuenta o los sesenta del siglo XX donde los chinos hasta tierra comían,
ni en la India de a partir de la segunda mitad del siglo referido, ni en las
agitadas y desesperadas regiones africanas del caso, donde se esperan con
desespero y violencia las bolsas de arroz de Naciones Unidas y organizaciones
relacionadas. El ser humano es un animal
de costumbre y pareciera que en tiempos y ocasiones puede acostumbrase a la
escasez, el hambre y la pobreza, buscando alternativas variadas. Solo elementos
como el resentimiento, la voluntad basada en esperanzas o coyunturas culturales,
pueden remover a los seres humanos del letargo
que produce el hambre.
Tampoco las producen los pasados heroicos o llenos de guerras y
combates. Los romanos e italianos de hoy no son los del imperio romano; tampoco
los suecos, daneses o noruegos de hoy, son los que conformaron las huestes
vikingas de los años 800 DC a 1500 DC- grosso modo-. Los venezolanos de hoy no
son los bravos llaneros de Páez. Algunos pueblos, como algunos de los nórdicos,
buscan incluso olvidar ese pasado. Alguna vez escuche decir a una ministro que
el pueblo venezolano no soportaría, algo así que como por su valentía, desafío
o arrojo, políticas impuestas por el Fondo Monetario Internacional, tal cual
estaba sucediendo en los ochentas en otros países de la región. El caracazo no es precisamente
demostración de ello, dado que en cierto grado fue un proceso permitido.
En tales sentidos y junto a otras numerosas
consideraciones, como las relativas a la conformación de grupos políticos en
sus particularidades y manejos de intereses, o comodidades que varios están dispuestos
a mantener, aprovechando políticas populistas, o la misma extensión de la
corrupción como elemento aglutinante de la camarilla,
no pareciera factible esperar salidas de enfrentamiento violento, tipo guerra
civil, en la Venezuela de los tiempos próximos cercanos. ¿Hacia qué se dirige Venezuela
entonces?
Se dirige hacia el marasmo, como estado de disminución de energías
y desarrollo de letargos, por varias razones.
En primer lugar,
la administración bolivariana se destina a “ganar” las elecciones[2]
del 20 de mayo de los corrientes, en un contexto de alta abstención y, a partir
de allí, a consolidar su estructura de poder para, con populismo y
autoritarismo, mantenerse en el mismo hasta 500 o 1000 años, según el pensado
de algunos de sus integrantes, o por lo menos hasta un periodo donde hayan fallecido
por evolución natural sus más conspicuos líderes y, entonces, solo la inercia y
el cansancio alberguen oscuramente posibilidades de cambio. Ese es su proyecto.
En segundo lugar y en apoyo de lo anterior, la migración seguirá aumentando y con ello desintegrándose
la nación y sus componentes. “Que se vayan todos” no será necesario vociferarlo,
pues todos se están yendo, incluso activistas y participantes de la administración
del caso. Ni cierres temporales, ni controles de otros países, detendrán la vorágine
del aparato migratorio –llamado diáspora- que se ha formado espontáneamente y
que se mueve con la velocidad y habilidad del agua derramada. Edificios, calles
y vida de la nación, irán siendo afectadas por la soledad, como ya es
claramente observable.
En tercer lugar,
los efectos del hambre y de la hiperinflación irán produciendo, como ya lo están
haciendo, abandono de actividades, niños en la calle, mendicidad, cierre
creciente de empresas y comercios y, la administración, ni ejecutará cambios
serios, o comprometedores para su ideología, en la política económica, ni
dolarizará como recientemente lo expresó el presidente Nicolás Maduro. Ni las cajas CLAP serán mejores, ni más regulares,
ni los aumentos de salario llegarán ni a un tercio del camino de lo que
transite la hiperinflación. En Perú se acaba de aumentar el salario mínimo (930
Soles; 1$: 3,24 Soles) como ejecutoria que había sido aprobada por el
presidente que renuncio allí recientemente –P. P. Kucyinski-,
y algunas instancias como el banco central de tal nación, expresaron sus dudas
sobre tal medida; esto tampoco sucederá en la “revolución bonita”.
En cuarto lugar,
los grupos políticos de oposición al parecer, y con algunas excepciones, seguirán
cometiendo errores de los bastante conocidos y dejando pasar los peores estilos
que caracterizaron a los actores fundamentales de la democracia de partidos, que asumieron actitudes liberales o de derechas
con estructuras organizativas basadas en el leninismo, por su orígenes y su propio
populismo, al menos a partir de la segunda mitad de los años setenta del siglo
XX. Es difícil que puedan estimular a más marchas y movilizaciones, con los
saldos de muertos y heridos que varios de ellos olvidan fácilmente.
En quinto lugar
el escenario internacional seguirá polarizado. Por un lado, la pragmática Cuba
y la inocente Rusia junto a los interesados chinos, seguirán apoyando los
derechos del pueblo venezolano a decidir su rumbo en “elecciones” y, por otra
parte, buena parte de países de América, EE.UU., UE, Grupo de Lima y OEA, seguirán
de manera decidida, expresiva y solidaria, como se ha observado, presionando y
sancionando a la administración bolivariana según los casos, para el rescate de
la democracia, respeto a los derechos humanos, la atención de grupos y
contingentes de hambre y muerte, abarcados por la crisis humanitaria; pero
donde hasta ahora no se tienen, ni las salidas ni las soluciones a los deseos
de cambio de buena parte de los venezolanos.
En razón de todos estos elementos,
uno de los peligros, a pesar de todos
los compendios que se puedan esgrimir en contrario, es el de lo que llamaremos
una deserción nacional en el sentido
del olvido de los esfuerzos y luchas de los venezolanos, por la aparición de
algo más dramático que la anomia y
que hemos descrito con la idea del marasmo.
No es un calificativo a quienes se han ido o se vayan del país, pues
crecientemente como dijimos, se están yendo todos, los de ellos, los de otros y
los de nosotros. No es una negación a la posibilidad real del regreso de
aquellos, ni tampoco un señalamiento a que se pueda dejar de querer lo nuestro. Es la constatación de que,
ante tamaña cantidad de problemas e insuficiencias que presentan los
venezolanos en la actualidad, estén acá o afuera, empiecen a sentir que los
problemas del país están en un último lugar. Esto no lo compensa decir que los venezolanos no son así.
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com
[1]1. m. Suspensión, paralización, inmovilidad, en lo moral o en lo físico.2. m. Med. Extremado enflaquecimiento del cuerpo humano.
Real Academia Española.
[2]
De interés el artículo de Héctor Silva
Michelena, http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/cierne-tormenta_229931#.
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