OCTAVA CUMBRE DE LAS AMÉRICAS
EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
Los medios internacionales resaltaron
paradojas o elementos llamativos en la 8va
Cumbre de las Américas, dedicada a gobernabilidad y su enfrentamiento con
la corrupción ('Gobernabilidad
Democrática frente a la corrupción'): a) realización en uno de los países donde
había acusados de corrupción, como el caso del propio presidente del Perú; b) Cumbre sin la presencia, por primera vez,
de un presidente de los EEUU y C) ausencia de Venezuela y presencia de Cuba, quien por primera vez participó en la
reunión de 2015[1]. Habría
que evaluar si la presencia de grupos cubanos con alusiones y gritos relativos
a los “éxitos“ cubanos o a la “inseparable” unión Cuba/Venezuela -y a otros
elementos-, podría percibirse como factible en un evento que sobre cualesquiera
temas se realizase en cuba y se percibiese la presencia de extranjeros.
Podría pensarse, cuanto ha avanzado la región o sus países desde la reunión
de Miami en 1994. Transitada la crisis de la deuda y la década perdida de los
ochentas, junto a la implementación de numerosos planes de ajuste y
estabilización, varios países han pasado a alcanzar mejoramiento en sus
desempeños económicos vistos por la reducción de la inflación, aumento de los
niveles de crecimiento y de los niveles de vida de sus habitantes. Es variado
el escenario y no se puede generalizar, pues continúan los casos dramáticos de países
como Honduras y ahora Venezuela -con casi un quinquenio de decrecimiento
continuado, hiperinflación pronunciada desde finales del 2017, junto a perdida
de niveles de desarrollo e impulso económico que no habían sido tan
profundamente alterados en administraciones anteriores, como ha sucedido desde
1999 con la actual-, pero, indudablemente hay logros en los sentidos anotados y
también en otros como el enfrentamiento y la denuncia de la misma corrupción y
que tiene expresión emblemática con el caso Odebrecht, donde la nación presenta
uno de los mayores niveles de participación a través de gestiones y desempeños
de algunos funcionarios.
La pacificación y la vía a la
democracia es otro de los alcances y logros, a pesar de las numerosas
limitaciones de esta última, que tiende a percibirse como una democracia de elecciones y no de estructuración
de las formas de poder y de la toma de decisiones que permitan enfocar la
fuerza del poder ciudadano y el respeto de sus derechos. Paralelo a ello, la
desaparición de las dictaduras -aunque en el caso Venezuela se ha apuntalado y
desarrollado el militarismo como
forma de sustentación del poder de una administración que lleva ya casi 20 años-.
La propia vía armada en la lucha política, que desarrolló la izquierda política
en los sesenta y los setenta y que terminó en vínculos nada honorables con el
narcotráfico, fue derrotada y algunos de sus representantes más conspicuos, como
los de las FARC, se acogieron a procesos de negociación/pacificación.
Retomando la secuencia de eventos, si
bien la ausencia del presidente de los EE.UU. D. Trump, puede tener matices de lo que algunos le endilgan – como desinterés
por América latina-, debe destacarse que el énfasis de su administración y sus
funcionarios mantuvo la línea de insistencia en la denuncia y oferta de
enfrentamiento de las distintas formas de alteración de la democracia que se
han venido dando en Venezuela durante la administración bolivariana y en la de Nicolás Maduro en particular. Igualmente
distintos componentes del Grupo de lima,
han continuado manifestando y denunciando
en relación a lo indicado. La propia renuncia de P. P. Kuzcinsky y la normalización de las gestiones a partir del
nombramiento de su sustituto, puede verse como un elemento de avance a la par
de lo atinente al dictamen y sentencia sobre Lula da Silva.
Apartando el sensacionalismo del
Presidente de Venezuela sobre si iba o no iba[2]
a la Cumbre, para al final decir que no asistiría, así como las ofertas de las cumbres
paralelas y las ofrendas y gestiones de
alteración/saboteo por parte de cubanos o simpatizante de Cuba y Venezuela,
puede afirmarse que la Cumbre se desarrolló rápido y sin otros problemas.
Y, de esa manera, pudo acordarse el Compromiso de Lima en el que sus 57 puntos pretenden luchar contra la
corrupción. El acuerdo firmado por los países que participaron en la VIII Cumbre de las Américas se divide
en siete capítulos que proponen, en total, 57 soluciones para que cada Gobierno las implemente en la lucha contra la corrupción y en otros temas. Las propuestas intentan
fortalecer la democracia, aumentar la confianza de los ciudadanos, advertir la
corrupción en contratos públicos y en el financiamiento de campañas en periodos
electorales, entre otros, pero leer cada
uno de los elementos de solución señalados nos traslada a un terreno de difícil
entendimiento con la administración del caso. Esto es: en buena parte de los
casos la administración bolivariana colide con el sentido, inclinación,
contenido e intención de la solución que se indica en el Compromiso de Lima.
Aunque la administración bolivariana
siempre se presenta como ganadora, aunque haya perdido, en variados procesos o
circunstancias, debe señalarse que uno de los puntos fuertes en su contra
derivado de esta Cumbre, es el endurecimiento y continuidad de parte de
numerosos países en cuanto a no reconocer resultados electorales que hayan
seguido las pautas de irrespeto a los derechos humanos y de alteración de
criterios no negociables de arrebato de la vida en democracias.
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com
[1]
Ver OEA Cumbres de las Américas 2017.
[2]
Aunque le fue señalado por la cancillería y presidencia del Perú, que no sería
admitido después de habérsele retirado la invitación.
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