CEMENTERIOS DE TRENES,
AMBULANCIAS
Y MOTOS. La muerte segura de los bienes
públicos.
EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
En los tiempos de las
administraciones anteriores a la bolivariana (iniciada en 1999), podía
observarse, sobre todo a partir de los inicios del deterioro comenzado a
alrededor de mediados de los años setenta con el disfrute dispendioso de los
ingresos petroleros o rentismo craso, se fue abandonando el sentido de la
importancia del trabajo y sed fue dando el desvío de recursos hacia la
privatización del erario público vía corrupción, podían observarse bienes
públicos -en su sentido de estar bajo los desempeños de organismos públicos- en
deterioro, perdida y abandono. Así, por ejemplo, en nuestras actividades de
investigación, en algún momento de la primera mitad de los años ochenta,
pudimos ver con alta impresión como en el Instituto de Estadística e
informática yacían inermes y en estado claro de perdida, numerosos vehículos de
tal organismo. Pero claro, no será nunca suficientemente insistido el que lo
que allí fu malo, en la actual administración es peor. Y esto último tiene dos
elementos concatenantes: la magnitud de los ingresos recibidos por la actual
administración y la extensión o amplitud de la desidia. Igualmente, en
hospitales, pudimos ver -en momentos- ambulancias y otros vehículos en igual
estado de pérdida.
En tiempos o años recientes,
caminando por la cota mil, en
domingos de ejercicio, pudimos también observar cómo -a vista pública- en una estación
de policía presente allí, se perdían y deterioraban varias patrullas sin
cauchos u otros repuestos. Y es que, en la administración venezolana, han
transcurrido episodios, unos tras otros, de reposiciones de patrullas, motos y
otros instrumentos de trabajo o vigilancia de variados cuerpos policiales, con flamantes episodios de estrenos de los
mismos y que después terminan en el abandono indicado y donde el rentismo y
facilismo ha facilitado otras nuevas reposiciones. Y obviamente que en esto es
determinante la estructura presente en las instituciones del caso, con los
elementos de recursos, supervisión, disponibilidad de mecánicos o repuestos,
que puedan estar presentes o no, entre otros aspectos,
Acercándonos a la inspiración central
de esta nota, hay que decir de la misma manera a los casos señalados, que en el
hospital Victorino Santaella en una de las zonas de los Teques pueden observarse,
por ejemplo, alrededor de 15 motos de alta cilindrada en proceso de perdida y deterioro
perteneciente a una dependencia policial. Como basura en otras zonas de esa
ciudad o de Caracas están las motos, solo que al no ser radical su perdida,
están cerca, encadenadas o con algún tipo
de protector, a pesar de que todas transmiten el sentido del abandono o la muerte
segura y pronta de las mismas.
Por variadas razones hemos usado la
llamada línea tres del Metro de Caracas. Esa que se dirige a una de las
periferias de Caracas y que termina en la estación Las adjuntas, bordeada por la zona de las adjuntas y otras aledañas
donde se materializa -de manera impresionante- la idea de la populosa Gran Caracas. Barrios en cerros y montañas, crecen por allí
aceleradamente y construyen el contexto de la estación señalada.
Las estación Las adjuntas es la última de la línea señalada y en ella se inicia
o se continua el tránsito hacia los Teques. La penúltima estación, antes de Las adjuntas, es Ruiz Pineda. Y es entre las estaciones Ruiz Pineda y Las adjuntas
donde se encuentra la inspiración central de esta nota y que desearíamos fuera equivocación
de la vista o de la ausencia de información, pues allí hay un verdadero
cementerio de trenes del Metro de Caracas.
Lo he observado, hasta donde las limitaciones físicas del propio tránsito del
tren lo permite, tanto de ida como de
venida.
En el sentido
Las adjuntas Ruiz Pineda observa uno grandes galpones, donde pareciera se
trata de talleres donde le dan servicio a los trenes. Dadas –seguramente- las técnicas
que usan y el tipo de vehículo del que se trata, no se observa casi nada de lo
que seguramente son servicios a los trenes. Hasta allí todo es normal. Pero a
partir de ello comienza verdaderamente el abandono. Lo trenes se van presentado
cual vehículos ordenados pero verdaderamente están abandonados, algunos de ellos
le faltan los cristales o ventanas, otros han sido objeto de atención de los
grafiteros (¡impresionante!), otros presentan deterioros fuertes en la pintura
y todos van dando un sentido de desidia y abandono tal cual sucede con
edificios u obras públicas abandonadas. Desde lo que permite la ventana en el
tren en el que uno va, suman cerca de veinticinco
trenes que nos brindan también el sentido de la proximidad del abandono
definitivo de los mismos, en aquella dimensión de cuando algo estorba, ocupando
espacio, sin saber que sucederá con ello. Fue la empresa Metro de Caracas, otrora mas dinámica, menos traumatizada, dada su
actual y permanente gerencia por crisis que
en este caso, no trata de ejecutorias de entretenimiento de políticos o tecnócratas,
sino del dramático tránsito diario de miles y miles de personas en condiciones
de una empresa deteriorada y en un proceso de reforma que ya avanzado noviembre
no promete mucho, la que también en otro tiempo pudo hasta desarrollar la
recuperación de los autobuses Leyland
(de origen inglés) que fueron traídos a Venezuela en los años setenta, por la primera
administración de Carlos Andrés Pérez y que habían caído en estado de abandono
y casi pérdida.
Como complemento al cementerio de
trenes señalado en la estación comentada, puede observarse también un sub cementerio
de autobuses ubicado en uno de los lados del de trenes. Allí pueden verse y
apreciarse alrededor de 10 Metrobuses, también en el letargo del abandono y la
muerte segura. Detenidos, estacionados sin partes y sin ninguna movilidad.
Políticas de mantenimiento,
recuperación, previsión y muchas otras expresiones y procedimientos asociados
al adecuado uso de los recursos e instrumentos públicos, han estado considerablemente
ausentes en el contexto del rentismo y de la dilapidación de recursos presentes
en la Venezuela Saudita de los años
setenta, desviada o mal encaminada según los años y administraciones de los ochenta
y noventa, teniendo estas distorsiones la joya de la corona en la administración
bolivariana iniciada en 1999 y ya con 20 años de ejecutorias.
20 noviembre 2018.
@eortizramrez
eortizramirez@gmail.com
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