Reingeniería de la integración regional,
por Félix Arellano
Publicado noviembre 27, 2018
felixarellano50@yahoo.com
Desde el intento de construir una zona de libre comercio latinoamericana, iniciado en 1960 con la creación de la Alalc, el proceso de integración regional ha atravesado por experiencias muy complejas, donde pareciera que prevalecen los retrocesos. En estos momentos, por algunas declaraciones del equipo del Presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, se visualiza un panorama sombrío para el Mercosur y, la institucionalidad creada en la euforia del radicalismo latinoamericano, la llamada fase de la “integración ideológica”, se está desmoronando, generando un panorama de fragmentación y desintegración. La solución pareciera orientarse a una urgente y profunda reingeniería de la arquitectura de la integración existente, que permita definir un claro horizonte.
Entre las debilidades que se requiere enfrentar destaca la negativa vinculación entre los cambios políticos de los países y la integración. Someter el desarrollo del proceso técnico de la integración, lo que tiene que ver con la construcción de la zona de libre comercio, la unión aduanera o el mercado común; a los vaivenes políticos de los países miembros, evidencia la poca importancia que se asigna a la integración y la rudimentaria visión de los políticos que supeditan el comercio, el crecimiento económico y el bienestar social a la generación de un entorno favorable para sus arbitrariedades.
La fase ideológica de la integración, que ha generado instituciones como la ALBA, Unasur y Celac, no ha permitido avanzar en los temas sustantivos, no ha estimulado la equidad, ha generado exclusión y ha atomizado la región.
La permanente retórica contra el imperio, nos ha mantenido en un discurso anacrónico y no ha permitido aprovechar oportunidades. En el caso de la ALBA la situación es dramática, pues intenta promover un comercio libre, bajo el falso nombre del “comercio de los pueblos”, pero sin haber definido las reglas básicas que sustentan el proceso. Toda una falsa narrativa de satanizar el comercio y al imperio, pero utilizándolos y necesitándolos; pues, tanto el comercio como el imperio pueden estimular bienestar social.
Lo más grave ha sido el cuestionamiento permanentemente de lo existente, sin resolver los problemas y creando nuevos, lo que ha empeorado la situación
En lo que respecta al Mercosur la incertidumbre crece. La fase ideológica afectó sensiblemente el proceso, pues los gobiernos radicales se concentraron en cuestionar al imperio y el proceso técnico se estancó; luego, con los cambios de gobiernos, la atención se centró en luchar contra el autoritarismo bolivariano, hasta que finalmente se aplicó la Cláusula Democrática y se suspendió al gobierno venezolano. Ahora, cuando debían llegar mejores tiempos para avanzar en los temas fundamentales, el gobierno argentino entra en crisis y el nuevo gobierno electo en Brasil emite señales negativas sobre su participación en el bloque.
Pudiera ser que las críticas del equipo de Bolsonaro en el fondo se concentren en la necesidad de revisar la unión aduanera, ya que pudiera aspirar mayor autonomía en su inserción en la economía mundial. Por otra parte, este tema no es nuevo, pues los países del Mercosur ya se dividieron en las negociaciones comerciales con México y Brasil acaba de informar la culminación de una negociación comercial record en el tiempo con Chile, realizada de forma individual sin los socios del Mercosur.
En este contexto, todo indica que existe un desasosiego frente a la unión aduanera del Mercosur, tanto en lo que respecta a los niveles del arancel, pero sobre todo a la sensación de “camisa de fuerza” que sienten los países miembros, al no poder negociar individuamente acuerdos comerciales. Conviene recordar que al formar parte de una unión aduanera, las negociaciones comerciales con terceros países se deben realizar en bloque. Este ha sido el caso de la Unión Europea que ha mantenido tal disciplina y realiza sus negociaciones comerciales con el resto del mundo en bloque, lo que ha fortalecido su poder de negociación. Ahora bien, pareciera que en la región este principio no resulta muy atractivo, en particular a los gobiernos que se han anclado en una idea rígida de la soberanía.
Con la Comunidad Andina en extinción, el Mercosur en gran incertidumbre y los esquemas ideológicos de Unasur y Celac en franco deterioro, va quedando la Alianza del Pacifico, que básicamente constituye una plataforma de acuerdos bilaterales de libre comercio, con la armonización de algunas políticas conexas al comercio, lo que confirmar la crisis de las uniones aduaneras
No son tiempos favorables a la integración, como se puede apreciar con la culminación del Brexit y el retiro formal del Reino Unidos de la Unión Europea. En el caso de la región, si se fortalece el camino del bilateralismo, resulta conveniente evaluar opciones que permitan mantener un mínimo de reglas comunitarias en un marco multilateral, privilegiando en ese contexto, entre otros, el tema de la equidad en el comercio, en particular la situación de apoyo temporal a los sectores más débiles, pues menospreciarlos puede acarrear consecuencias impredecibles. En ese proceso de revisión y reingeniería recordemos que aún contamos con la Aladi y el SELA, que en sus áreas y en sus momentos, han generado beneficios a la generación de confianza en la región.
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