Pedro Raúl Solórzano Peraza.
Noviembre de 2018.
Para
el día después, que será el primer día de un nuevo período democrático para
Venezuela, se debe tener un plan de acción para recuperar los sectores
productivos del país. Uno de ellos es la agricultura, donde hay que considerar
muchos aspectos, y en esta oportunidad trataremos el suministro de
fertilizantes convencionales para los programas de producción agrícola.
-Suministro de
fertilizantes convencionales
Se pueden
señalar al menos dos tipos de fertilizantes, los de aplicación edáfica
convencional y los fertilizantes especiales, y en cada uno de ellos las
condiciones actuales de suministro a los agricultores son diferentes.
-Fertilizantes
de aplicación edáfica convencional: el suministro de fertilizantes de
aplicación edáfica convencional, que tradicionalmente han sido subsidiados por
el gobierno e incluyen complejos N-P-K, mezclas físicas, y fertilizantes
simples, y representan el grupo de fertilizantes que se consumen en grandes cantidades
(debería ser más de 1.400.000 de toneladas por año), ha sido por lo menos
durante los últimos diez años un suministro escaso, inoportuno, de pocas
opciones y algunas veces poco recomendables. En cuanto a lo poco recomendable
tenemos el caso de tener que realizar aplicaciones de fertilizantes con cloro
en cultivos sensibles; o el caso de disponer de una sola formula y una sola
dosis de complejos N-P-K para todos los sistemas suelo-planta-clima del país,
lo cual elimina la posibilidad de una buena fertilización. La responsabilidad
por esas irregularidades, por ser benignos en el juicio, es exclusiva del
Gobierno Nacional, ya que aproximadamente desde el año 2006 controla en forma
absoluta todo lo correspondiente a producción, importación y distribución de
este tipo de fertilizantes de aplicación edáfica convencional.
Los fertilizantes representan uno de los insumos más importantes en la
agricultura moderna para aspirar a obtener buenos rendimientos de los cultivos.
Recordemos que los suelos naturalmente fértiles han sido utilizados por años y,
en muchos casos, han sido empobrecidos; además el crecimiento de la frontera
agrícola se realiza a expensas de suelos de pobre calidad, que requieren el aporte
de nutrientes para obtener plantas sanas y de elevados rendimientos. Por ello, los fertilizantes son insumos
fundamentales.
A pesar de que Venezuela tiene una capacidad potencial de producción de
fertilizantes nitrogenados y fosfatados bastante grande, es muy desalentador
ver como la producción real ha venido disminuyendo progresivamente por
problemas en las plantas productoras, especialmente falta de mantenimiento
oportuno y escasez de materia prima, como ha ocurrido en el caso de suministro
insuficiente de gas natural a la planta de nitrogenados de El Tablazo. Así,
para el año 2004, Venezuela llega a tener una capacidad potencial de producción
de abonos nitrogenados de 2.510.000 toneladas, que representa el 32% de la
capacidad de producción de toda Latinoamérica, pero ese año solamente se
produjeron unas 370.000 toneladas, lo que representó aproximadamente el 15% del
potencial de producción. Ese mismo año, solamente se llegó a procesar 350.000
toneladas de roca fosfórica micronizada para producir ácido fosfórico, fosfato
diamónico especial (conocido en el mercado como DAPITO), y roca fosfórica
parcialmente acidulada (conocida en el mercado como Superphosfertil), cifras
que están muy por debajo de la capacidad potencial de producción de fertilizantes
fosfatados.
La industria de fertilizantes nitrogenados de Venezuela, en lugar de
crecer en su producción como lo demandaría una agricultura creciente, lo que ha
hecho es decrecer en los últimos años, a pesar que recientemente se ha puesto
en funcionamiento parcial una nueva planta de amoníaco y urea en Morón, estado
Carabobo. Posiblemente una solución sería repotenciar las plantas de amoníaco y
urea más antiguas de Morón y El Tablazo, para incrementar la producción de
urea, para incrementar la capacidad de exportación de este producto y para que
se pueda colocar oportunamente en la regiones agrícolas del país. La nueva
planta de amoníaco y urea de Morón, de una gran capacidad de producción,
aparentemente requiere el suministro de suficiente energía eléctrica para su
cabal funcionamiento, lo cual es actualmente una crisis nacional.
Hay unos fertilizantes nitrogenados con inhibidores de la nitrificación,
que surgen como respuesta a los reclamos de contaminación por el mal uso de los
fertilizantes, especialmente los que tienen nitrógeno, que son presentados por
algunas organizaciones como causantes de impactos negativos al ambiente. Los
fertilizantes nitrogenados con inhibidores de la nitrificación permiten
utilizar menores dosis por hectárea, menor número de reabonos o de aplicaciones
fraccionadas de nitrógeno, una mayor eficiencia en el uso del nitrógeno por
parte de las plantas, y por supuesto, menores pérdidas por lixiviación que
representan una disminución significativa de la contaminación de aguas
continentales por excesos de nitratos.
Las sustancias
incorporadas a los fertilizantes como inhibidores de la nitrificación, retardan
la acción de las bacterias Nitrosomonas, disminuyendo al final la tasa de
nitrificación. De esta manera hay menos nitratos (NO3-) en el
ambiente, éstos son aniones o iones cargados negativamente que no son
adsorbidos a la fase coloidal, permanecen en la solución del suelo y se pueden
perder fácilmente por lixiviación. Además de la pérdida de nitrógeno, la
lixiviación puede llevar a los nitratos hasta los acuíferos, contaminándolos y
limitando el uso doméstico e industrial de estas aguas, por la posibilidad de
que su consumo pueda causar cianosis o metahemoglobinemia.
En el país, Agroisleña,
C.A. inició la construcción de una infraestructura, con la finalidad de
instalar una planta para producir urea con el inhibidor de la nitrificación 3,4
dimetil pirazol fosfato (3,4 DMPP). Desafortunadamente, con el actual régimen ese
proyecto quedó inconcluso, perdiéndose la oportunidad de producir un
fertilizante nitrogenado amigable con el ambiente, que se hubiera convertido en
un producto muy especial de exportación, ya que en el continente americano solo
hay una planta de éstas, en México, atendiendo un mercado que es muy grande
para ellos. Eso además, le daría un valor agregado muy importante a nuestra
urea en los mercados internacionales. Se debe evaluar y, si fuera posible,
concluir esta infraestructura para producir fertilizantes nitrogenados con
inhibidores de la nitrificación, dentro de los cuales la urea, tanto perlada
como granulada, serían los productos líderes para el mercado nacional y para la
exportación a otros países del continente.
La planta de producción de fosfatos ubicada en el Complejo Morón ha
tenido problemas de mantenimiento, y además, debe enfrentar en el corto y
mediano plazo una limitación en el suministro de roca fosfórica, ya que las
minas de Riecito en el estado Falcón, que actualmente aportan los fosfatos a
esta planta, está agotando sus reservas. Por otro lado, el proyecto para la
producción de fosfatos a partir de las rocas fosfóricas de las minas de Navay,
en el estado Táchira, iniciado hace más de una década, no parece que pueda ser
concluido por este régimen. Todo esto implica que la producción de
fertilizantes fosfatados por la industria nacional, no crecerá en el futuro
inmediato a la misma tasa en que debería crecer la demanda de nuestra
agricultura.
Se debe buscar la alternativa al suministro de roca fosfórica al
Complejo Morón. Es posible que haciendo algunas modificaciones en las minas de
Riecito se pueda prolongar el suministro de roca fosfórica a Morón durante
varios años más. Otra opción sería transportar la roca desde otras minas
existentes en el país, para lo cual se debe evaluar las más cercanas al
Complejo Petroquímico Morón y que sea viable económicamente su traslado hasta
esa planta.
Es urgente evaluar la situación actual del proyecto de la planta de
fosfatos de Navay, estado Táchira, y si se demuestra su conveniencia
intensificar su construcción.
Los laboratorios de suelos, de tejidos de plantas y de agua, que
actualmente ofrecen resultados de diferentes variables, deben ponerse de
acuerdo para ofrecer una información homogénea. Para hacer un buen uso de los
fertilizantes, además de estar estos productos disponibles oportunamente en las
fincas de los agricultores, se deben hacer programas de fertilización ajustados
a las condiciones de cada sistema suelo-clima. Para ello se requiere un buen
servicio de los laboratorios de análisis, con información suficiente que
permita elaborar unas buenas recomendaciones de fertilización, y que todo eso
contribuya a que se logren buenos rendimientos de los cultivos y menor
contaminación al ambiente.
Una de las grandes soluciones al problema de los fertilizantes como
insumos para nuestra agricultura, es referida a las políticas agrícolas, las
cuales son en buena parte responsables del mal uso que se hace de los
fertilizantes y de la mala práctica de fertilización de los cultivos en
nuestros sistemas suelo-planta-clima. Tiene que ocurrir un cambio drástico en
esas políticas que afectan la producción interna de alimentos.
Por ejemplo, la política de subsidios a los fertilizantes ha sido la
causa principal por la cual los productores no siguen las recomendaciones
adecuadas para la fertilización de cultivos, y además, ha favorecido que se haya
tratado este insumo, tan valioso para la
agricultura, con el mayor desprecio debido a su precio irrisorio, que casi
llegó a la gratuidad.
Hoy en día el subsidio a los fertilizantes permanece, pero su impacto
sobre el uso de los fertilizantes es diferente a lo ocurrido en el pasado. Las
instituciones oficiales manejan producción, importación y distribución de los
fertilizantes para los programas agrícolas. Los grandes consumidores de
fertilizantes son los cereales, y para esos cultivos se establecen especies de
cupos de fertilizantes. Por ejemplo, en los años pasados se estableció una
dosis única para fertilizar arroz, maíz y sorgo granífero, en el orden de 200
kg de una misma fórmula compleja N-P-K/ha, independientemente del sistema
suelo-planta-clima. Esto obedece a que siendo un insumo muy subsidiado, ser
importado en más de un 40% (año 2015), se convierte en una carga para el
estado, por lo tanto, se debe ahorrar. Pero lo insólito por irracional, es que
se quiera ahorrar en función de un pésimo uso de los fertilizantes. Esto
desvirtúa cualquier recomendación y cualquier esfuerzo que quiera hacerse para
mejorar la práctica de fertilización de cultivos en el país.
Por supuesto, una solución para mejorar el uso de los fertilizantes en
nuestra agricultura se debe basar sobre el cambio de estas políticas por otras,
que permitan que se puedan aplicar programas de fertilización específicos para
cada sistema suelo-planta-clima específico, que de nuevo tengan sentido los
análisis de suelo, que se consiga de manera oportuna y en cantidades
suficientes, una amplia gama de fertilizantes que permitan recomendar
soluciones a los problemas que tengan los agricultores, en cuanto a la
nutrición balanceada de sus cultivos.
Otro aspecto importante al que se debe prestar atención es que no se
están produciendo suficientes mezclas físicas para la fertilización de
cultivos. Se debe rescatar el concepto que encierra el uso de este tipo de
fertilizante, que sencillamente se refiere a aplicar formulaciones de
fertilizantes adecuadas para cada sistema suelo-planta-clima. Para ello, es
preciso ampliar el número de plantas mezcladoras tanto oficiales como privadas,
distribuirlas estratégicamente en las regiones agrícolas del país,
estableciendo programas de mantenimiento y servicio a estas plantas,
solicitar los análisis de suelo
actualizados confiables y elaborar los programas de fertilización ajustados a
cada caso.
Recordar que las mezclas físicas permiten, en primer lugar, elaborar un
gran número de formulaciones de manera inmediata, adaptadas a los más variados
sistemas suelo-planta-clima; en segundo lugar, permiten preparar formulaciones muy específicas, más
concentradas, por lo cual se utilizarían menores cantidades de fertilizantes
por unidad de superficie y a un precio inferior al de los fertilizantes
complejos.
Pedro Raúl Solórzano Peraza.
Noviembre de 2018.
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